¿María corredentora? No es oportuno un nuevo dogma

Stefano de Fiores, miembro de la Academia Pontificia Mariana Internacional

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ROMA, 21 octubre 2002 (ZENIT.org).- Ante la propuesta por parte de algunos grupos de la proclamación de un nuevo dogma mariano que proclamaría a María corredentora y mediadora de todas las gracias, Zenit ha pedido una aclaración al reconocido mariólogo Stefano de Fiores, religiosos de la Compañía de María (monfortianos).

El padre de Fiores, miembro de la Academia Pontificia Mariana Internacional, que asesora al Papa para todas las cuestiones teológicas que tocan a la persona de María, aclara, sin embargo, que definir a María como «corredentora» no significa ponerla al mismo nivel salvador de Jesús, sino insistir en su papel de colaboradora en la salvación.

–Se propone invocar a María como corredentora. ¿Sería necesario proclamar un nuevo dogma?

–De Fiores: Desde el punto de vista conciliar y ecuménico, no sería ciertamente oportuno proclamar este dogma en este momento. Los hermanos separados, protestantes y ortodoxos, nos reprochan que en los últimos dogmas sobre María no les hemos tenido en cuenta. Por este motivo pienso que un dogma de este tipo tendría que contar con su participación. Primero avancemos hacia la unión o hacia una cierta convergencia entre los cristianos, y después examinemos si es pertinente proclamar a María corredentora.

De hecho, el título de corredentora no se usa desde Pío XII, y los pontífices no lo utilizan precisamente para no provocar un equívoco con los protestantes. De hecho, la corredención no es una novedad. Ya el padre de la Iglesia Ireneo se refería a María como «causa salutis» («causa de la salvación») con su «fiat» (aceptación de la voluntad divina).

–No es herético elevar a la Virgen María a esta categoría, situándola casi al mismo nivel salvador de Jesús?

–De Fiores: Es necesario aclarar que no se trata de situarla al mismo plano de Jesús. El carácter central de la salvación del Redentor se da por descontado. Se ve a la Virgen como colaboradora en esta redención. Jesucristo no se discute. No se trata de una yuxtaposición a la obra redentora de Jesucristo, sino una participación, una dependencia en la salvación. Este punto debe quedar muy claro.

–El catolicismo hoy está acentuando el papel salvífico de María. ¿Por qué?

–De Fiores: Tenemos que tener presente que cada año se publican más de mil artículos teológicos sobre María. La gran preocupación de los mariólogos es evitar un discurso aislado sobre María. Por este motivo, se estudia de una manera interdisciplinar, y se editan artículos y libros que conjugan la mariología con otros campos de la teología, también la soteriología (salvación).

El papel de María en la salvación ya ha sido tratado por el Concilio Vaticano II. El viraje histórico-salvífico conciliar ha hablado de María en el misterio de Cristo y de la Iglesia. María no es un capítulo aparte.

Acentuar el aspecto de María en la salvación es propio de los padres de la Iglesia. Hoy, más que centrado en la salvación, se tiende a ver el cristianismo comprometido con la historia.

En este sentido, María es la mujer libre y responsable que entona un canto de libertad, el Magnificat, y que tienen en cuenta los pobres, la mujer. Ella proclama la libertad que llevará Cristo en el tiempo y en la historia. María es así modelo y paradigma del hombre salvado por Cristo.

En un mundo como el nuestro, tan fragmentado en bloques, María es aquella que acoge al otro manteniendo su identidad. María esta a favor del hombre. Más que afirmar que es quien recibe la salvación, ella es quien la obra.

–¿Cuáles son las consecuencias en el camino ecuménico?

–De Fiores: Los protestantes, y pienso por ejemplo en el sucesor de Karl Barth en Basilea, Henrick Ott, confiesan que se sienten incómodos con la presentación de María mediadora formulada por León XIII. Entienden, sin embargo, el que afirmemos que se va a Jesús pasando por María. A veces consideran que presentamos a María como si estuviera fuera de la mediación de Cristo. La solución la da el Vaticano II: la mediación de María se da en Cristo, no al lado de Cristo. Se demuestra que no sólo salva sino que posibilita la salvación. Así ya es aceptable por todos.

–El Papa ha propuesto en su nueva carta sobre el Rosario una revolución espiritual mariana. ¿Qué busca el Papa?

–De Fiores: No es una revolución sino un redescubrimiento y una mejoría en la forma. El Rosario había permanecido prácticamente igual desde 1569, con pocas variaciones.

El Papa propone algunas novedades con estos cinco misterios. Hace que la oración del Rosario esté más centrada en Cristo y sea más meditativa; menos mecánica y más reflexiva.

Los nuevos misterios responden a una exigencia que los estudiosos, especialmente de Italia y Francia, habían señalado en varias ocasiones. Entre el último misterio de gozoso y el primero de dolor había un salto demasiado importante. Se olvidaban episodios significativos de la vida pública de Jesús. De todos modos, es evidente que el Rosario es una síntesis y no puede contenerlo todo.

–El Rosario, ¿adquiere así un carácter más cristológico y menos mariológico?

–De Fiores: Juan Pablo II insiste en poner a Jesucristo en el centro: el Ave María es una oración mariana pero también cristológica. El centro es Jesús y su nombre. Por este motivo se retoma la cláusula del nombre de Jesús (breve jaculatoria), que proporciona a esta oración un carácter más cristológico y por lo tanto más ecuménico. Ya en el 1300, una comunidad de religiosas cistercienses de Treveri (Italia) había añadido más de 50 cláusulas al nombre de Jesús.

Es significativa también la insistencia que el Papa otorga a los momentos de silencio. El Rosario no se debe rezar mecánicamente. Además de insistir en el silencio, la enunciación bíblica del misterio y otras novedades, el Papa ha añadido una jaculatoria final: se pide que la gracia del misterio sea concedida a la persona que recita el rosario. Es el paso de la oración a la vida.

El Rosario es la única oración que lleva a la vida personal el misterio celebrado litúrgicamente. Y, además, es sumamente importante para la paz. El Rosario, por ejemplo, tuvo un papel decisivo en la vida de la Iglesia desde tiempos de la Batalla de Lepanto (7 de octubre 1571), que marcó la derrota de los otomanos. De hecho, de ahí nació la advocación Virgen del Rosario.

Ahora bien, atención: no debemos ver el Rosario como un arma. No lo es. Es un medio pacífico para obtener la paz. Ante la violencia y la insuficiencia de medios públicos, solo Dios puede dar la paz. Solo él puede infundir en el corazón de los hombres y mujeres la serenidad para no perseguir la violencia.

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ZENIT Staff

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