María y el diálogo con el judaísmo

Monseñor Gioia subraya las raíces comunes de judaísmo y cristianismo

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ROMA, 28 mayo 2003 (ZENIT.org).- «“María” y “Jesús” son expresiones de la más antigua tradición bíblico judaica. Las raíces comunes entre los descendientes de Abraham y los seguidores de Cristo son mayores que las diferencias y las divergencias», asegura un exponente de la Santa Sede al abordar el papel de la Virgen en el diálogo con el judaísmo.

«Si se circunscribiera la tradición judaica contemporánea a Cristo e inmediatamente después, se remontara a los orígenes comunes, las posibilidades de acuerdo se multiplicarían», añade.

Centrado en el papel de María como punto de encuentro en el diálogo interreligioso, el arzobispo Francesco Gioia, ofm, presidente de la Peregrinación a la Sede de Pedro, afronta el argumento en el libro «María, madre de la palabra, modelo de diálogo entre las religiones», editado por Ciudad Nueva.

María, judía y cristiana, reflejo de unidad
«El Dios de Jesús –continúa– es el mismo Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, “el Dios de nuestros padres”. Por este motivo, la habitual expresión: “Todos tenemos el mismo Dios”, es válida sin reserva alguna tanto para los hijos de Israel como para los seguidores de Cristo. El Sinaí es el monte sagrado y Jerusalén la ciudad santa para unos y otros».

Por estos motivos, afirma monseñor Gioia, «las diferencias existentes deben posponerse a los múltiples puntos que unen para justificar no solo el diálogo, sino para instaurar un clima de amistad. En el fondo, en la Declaración “Nostra Aetate”, el Concilio Vaticano II, tras subrayar las raíces hebraicas de María, le atribuyó un nuevo título llamándola “Excelsa hija de Sión” (Lumen Gentium, 55)».

Por lo que se refiere al diálogo, y en concreto, a la figura de María, monseñor Gioia sostiene que «el diálogo entre cristianos y judíos hasta el momento se ha concentrado en la figura del Mesías, reservando a María pocas alusiones».

«En realidad –observa–, también el judaísmo está superando la fase polémica, registrada en el curso de la historia, y la del silencio que durante siglos ha rodeado a la mujer hebrea llamada Miriam. Avital Wohlmann, docente en la Universidad de Jerusalén, por ejemplo, “acepta a María como judía y la rechaza como cristiana”».

«Se espera, no obstante, que el judaísmo salga de esta situación», destaca monseñor Gioia.

«Un testimonio significativo al respecto –ilustra– viene de Lea Sestieri Scazzocchio, una autora judía que percibe en María a la “hija de Israel”, a la “mujer religiosa y sin culpa”, a la “mujer virtuosa y consagrada” que “canta para Israel”. En una obra suya, Lea Sestieri concluye escribiendo: “¿Madre judía, por lo tanto, María? Sin duda: en la fe, en el trágico dolor ante la muerte del hijo; pero también en la gran esperanza mesiánica”».

El arzobispo Francesco Gioia concluye: «Juan Pablo II, señalando a los fieles el heroico ejemplo de Edith Stein, la santa Carmelita víctima de la ferocidad nazi en Auschwitz, dijo: “Judíos y cristianos no pueden olvidar su singular fraternidad, que hunde sus raíces en el proyecto providencial de Dios que acompaña su historia. María, hija de Sión y madre de la Iglesia, ¡ruega por nosotros!”».

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ZENIT Staff

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