Martino: Reconocer la herencia cristiana europea no es negar la laicidad

Un Congreso en Roma analiza los trabajos de la Convención Europea

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ROMA, 27 enero 2003 (ZENIT.org ).- La Convención Europea que debería delimitar el futuro constitucional europeo podría olvidar su herencia religioso-espiritual, reconocieron con preocupación este lunes representantes de la Santa Sede en Roma.

Intervinieron en el congreso «La Convención Europea y las raíces cristianas de Europa del Este hasta Occidente», organizado por el Ateneo Pontificio «Regina Apostolorum», el Consejo Pontificio Justicia y Paz y la Fundación Guilé, con el patrocinio de la Presidencia de la República italiana y de la Presidencia del Consejo de Ministros.

Ante más de un centenar de jóvenes procedentes de las universidades europeas de 15 países, el presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz, monseñor Renato Martino, recalcó que la «cultura europea hunde sus raíces en la civilización greco-romana, se ha beneficiado de las aportaciones del judaísmo y del Islam, pero ha estado marcada principalmente por el sello del cristianismo durante dos milenios».

«La impronta cristiana constituye la especificidad de Europa, testimoniada por los mismos padres fundadores» –armó monseñor Martino–; «tal herencia no puede negarse. Reconocerla no significa contradecir el principio de la laicidad, sino interpretarlo de forma correcta».

El arzobispo añadió que «no es aceptable que en una época de apertura y de respeto hacia todas las convicciones humanas se manifieste una tendencia discriminatoria frente a la religión».

El presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz alertó de la intención de ignorar la dimensión trascendente que impregna el corazón de todo ser humano: «la indiferencia hacia tal dimensión sólo puede conducir a efectos trágicos, como la historia del continente europeo ha demostrado dolorosamente».

Monseñor Martino expresó igualmente el deseo de que la Unión Europea reconozca la identidad y la organización de las Iglesias en el respeto de los derechos humanos fundamentales.

Desde una perspectiva de aprecio de la contribución de las Iglesias al bien común, «la UE podrá iniciar con ellas un diálogo estructurado, del que con seguridad resultará favorecido y consolidado el avance de la propia Unión», concluyó.

Por su parte, al tomar la palabra monseñor Giampaolo Crepaldi, secretario del Consejo Pontificio Justicia y Paz, subrayó este domingo el vivo interés con que Juan Pablo II sigue los trabajos de la Convención Europea.

Monseñor Crepaldi indicó que el Papa afirma que la Iglesia desmayaría en su misión si no insistiera en los valores «que constituyen el patrimonio más precioso del humanismo europeo».

En este contexto, el Santo Padre ha precisado otras veces que «la Unión Europea debe reencontrar especialmente un alma, dotarse de una gramática del espíritu, puesto que es evidente que sólo los resultados materiales no bastan para satisfacer las aspiraciones humanas».

Citando al Papa, monseñor Crepaldi recordó algunos valores esenciales de la tradición cristiana y europea, como el carácter sagrado de la vida humana, la dignidad inalienable de la persona, el papel central de la familia fundada en el matrimonio, la libertad de conciencia y de religión y el ejercicio del poder político como un servicio al bien común.

Más información sobre el congreso en http://www.guile.net.

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ZENIT Staff

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