Meditación para el sexto día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 22 enero 2008 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario a los textos bíblicos escogidos para el cuarto día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, el 23 de enero.

El texto forma parte de los materiales distribuidos por la Comisión Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de las Iglesias y el Consejo Pontificio para la promoción de la Unidad de los Cristianos.

Día sexto              Orad siempre para obtener la gracia de colaborar con Dios

                               Estad siempre alegres. No ceséis de orar (1 Tes 5,16)

2 Sm 7,18-29            La oración de alabanza y de alegría de David

Sal 86                         Señor, escucha

1 Tes 5,(12a)13b-18    Estad siempre alegres

Lc 10,1-24                   El envío de los setenta y dos discípulos

Comentario

En la oración modelamos nuestra voluntad según Dios y participamos así en la realización de su deseo. Tenemos necesidad que el Espíritu Santo cambie el corazón de los creyentes y nos dé la gracia de colaborar con Dios y participar en su misión y proyecto de unidad. Mientras pedimos sin cesar por eso, somos conscientes de que son necesarios más obreros para la cosecha. Con motivo de numerosos encuentros ecuménicos, y en particular del National Workshop on Christian Unity que se celebra todos los años en los Estados Unidos, se destacó la necesidad de promover la participación de los jóvenes para que el movimiento ecuménico pueda prosperar hoy y en las generaciones futuras. Es necesario que aún más obreros conozcan la alegría de la oración para contribuir a la obra de Dios. 

Las lecturas del sexto día nos ayudan a comprender mejor lo que significa trabajar en el servicio del Evangelio. David, sorprendido de ser elegido por el Señor para participar en la edificación de un espléndido templo, afirma: ¿»De verdad Dios podrá vivir sobre la tierra?» y concluye: «Quieres ahora bendecir la casa de tu criado, para que permanezca siempre en tu presencia». 

El salmista ruega: «Señor, enséñame tu camino, para que te sea fiel, guía mi corazón para que tema tu nombre. Señor Dios mío, te daré gracias de todo corazón, daré gloria a tu nombre por siempre».

En el envío de los setenta y dos discípulos, Jesús confirma que gracias a ellos y a todos los que creerán en él a través de su palabra, su paz y la buena noticia que declarará que «el Reino de Dios ha llegado hasta nosotros» serán anunciadas al mundo. Cuando sus discípulos vuelven contentos de nuevo, aunque también traen la experiencia del rechazo, Jesús se alegra de sus éxitos al someter los demonios: es necesario seguir extendiendo la noticia, sin detenerse. 

Dios quiere que su pueblo sea uno. Como los cristianos de Tesalónica, se nos exhorta a ser «siempre alegres» y a orar «sin cesar», manteniendo la esperanza de que, si nos comprometemos plenamente a colaborar con Dios, se realizará por fin la unidad según su voluntad. 

Oración

Señor Dios, en la perfecta unidad de tu ser, guarda en nuestros corazones el ardiente deseo y la esperanza de la unidad para que nunca dejemos de trabajar al servicio de tu Evangelio. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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ZENIT Staff

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