Mensaje de Benedicto XVI a los católicos de Oriente Medio

Con motivo de la Navidad

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 9 enero 2007 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que Benedicto XVI envío a los obispos, sacerdotes y fieles católicos de la región de Oriente Medio con ocasión de la Navidad.

* * *

A los venerados hermanos
en el episcopado y en el sacerdocio
A los amados hermanos
y hermanas católicos
de la región de Oriente Próximo

Inmersos en la luz de la Navidad, contemplamos la presencia del Verbo que puso su tienda entre nosotros. Él es «la luz que brilla en las tinieblas» (cf. Jn 1, 5) y que nos «dio poder de hacernos hijos de Dios» (cf. Jn 1, 12). En este tiempo tan significativo para la fe cristiana, deseo dirigiros un saludo especial a vosotros, hermanos y hermanas católicos que vivís en las regiones de Oriente Próximo: me siento espiritualmente presente en cada una de vuestras Iglesias particulares, incluidas las más pequeñas, para compartir con vosotros el anhelo y la esperanza con que esperáis al Señor Jesús, Príncipe de la paz. A todos expreso el deseo bíblico, que hizo suyo también san Francisco de Asís: El Señor os dé la paz.

Me dirijo con afecto a las comunidades que son y se sienten «pequeño rebaño» tanto por el escaso número de hermanos y hermanas (cf. Lc 12, 32), como por estar inmersas en sociedades compuestas en gran mayoría por creyentes de otras religiones, o por las actuales circunstancias de serias dificultades y problemas que sufren algunas de las naciones a las que pertenecen.

Pienso sobre todo en los países marcados por fuertes tensiones y que a menudo sufren actos de cruel violencia que, además de causar grandes destrucciones, afectan sin piedad a personas inermes e inocentes. Las noticias que llegan a diario de Oriente Próximo muestran un crescendo de situaciones dramáticas, casi sin perspectivas de solución. Son vicisitudes que en todos los implicados suscitan naturalmente recriminación y rabia, y despiertan en los corazones deseos de revancha y venganza.

Sabemos que estos sentimientos no son cristianos; quienes los albergan se hacen en su interior duros y rencorosos, y se sitúan muy lejos de la «mansedumbre y humildad» de las que Jesucristo se propuso como modelo (cf. Mt 11, 29). Así se perdería la ocasión de dar una contribución específicamente cristiana a la solución de los gravísimos problemas de nuestro tiempo. Realmente no sería oportuno, sobre todo en este momento, dedicar tiempo a preguntarse quién ha sufrido más o a querer pasar la cuenta de las injusticias padecidas, enumerando las razones que apoyan la propia tesis.

Eso es lo que se ha hecho con frecuencia en el pasado, con resultados insatisfactorios, por decir poco. En el fondo, el sufrimiento une a todos, y cuando uno sufre debe sentir ante todo el deseo de comprender cuánto pueden estar sufriendo las personas que se encuentran en una situación análoga. El diálogo paciente y humilde, con una escucha recíproca orientada a comprender la situación de los demás, ya ha dado buenos frutos en muchos países antes devastados por la violencia y las venganzas. Un poco más de confianza en la humanidad de los demás, sobre todo si están sufriendo, no puede por menos de dar buenos resultados. Desde muchas partes, de forma autorizada, se está recomendando hoy esta disposición interior.

Durante el período navideño pienso constantemente y con mayor preocupación en las comunidades católicas de vuestros países. Hacia vuestras tierras nos lleva la estrella que vieron los Magos, la estrella que los guió al encuentro con el Niño y con María, su Madre (cf. Mt 2, 11). En la tierra de Oriente Jesús dio su vida para hacer «de los dos pueblos uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad» (Ef 2, 14). Allí dijo a los discípulos: «Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura» (Mc 16, 15). Allí se utilizó por primera vez el nombre de cristianos para designar a los discípulos del Maestro (cf. Hch 11, 26). Allí nació y se desarrolló la Iglesia de los grandes Padres y florecieron diversas y ricas tradiciones espirituales y litúrgicas.
BENEDICTUS XVI

[Traducción del original italiano distribuida por la Santa Sede
© Copyright 2007 – Libreria Editrice Vaticana]

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ZENIT Staff

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