Mensaje de los obispos de El Salvador sobre la violencia

SAN SALVADOR, miércoles, 19 julio 2006 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que ha emitido la Conferencia Episcopal de El Salvador ante los actos de violencia que flagelan al país.

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Los Obispos de El Salvador hemos visto con estupor y honda preocupación las imágenes violentas de los acontecimientos del 5 de julio y hemos acompañado con nuestra oración a las víctimas y a sus familiares. También hemos orado por la Patria, que no logra conseguir plenamente el don precioso de la paz.

Compartimos los sentimientos de la gran mayoría de los salvadoreños y salvadoreñas, que desean vivir en una sociedad sin violencia.

Por eso, al concluir nuestra reunión ordinaria, en la que hemos examinado en la presencia de Dios, la difícil situación que se vive en El Salvador, deseamos manifestar a la nación, lo siguiente:

l. Ante todo exhortamos a pedir a Dios el don divino de la paz que los ángeles prometieron a los hombres y mujeres de buena voluntad. A la oración debemos unir la acción: todos estamos llamados a convertirnos en artesanos de la paz. En este campo corresponde un papel fundamental a los laicos. Nosotros, como pastores, tenemos la misión de iluminar la realidad del país desde el Evangelio y la doctrina social de la Iglesia.

2. El año pasado publicamos la carta pastoral No te dejes vencer por el mal. En ella examinamos con detalle la angustiosa realidad de la violencia que nos abate, llamamos la atención sobre el peligro de resignarse ante tan dolorosa realidad e hicimos nuestras las palabras de San Pablo: No te dejes vencer por el mal; vence al mal con el bien (Rom 12, 21).

Permítannos recordar una de las afirmaciones centrales de dicho documento; la reiteramos con plena convicción porque ésta es la propuesta de la Iglesia, ampliamente explicada en el Compendio de Doctrina Social que se publicó recientemente:

Un humanismo integral y solidario que pueda animar un nuevo orden social, económico y político, fundado sobre la dignidad y la libertad de toda persona; un nuevo orden que se realiza en la paz, la justicia y la solidaridad. Este humanismo será posible si cada hombre y mujer y los diversos grupos humanos saben cultivar en sí mismos las virtudes morales y sociales y difundirlas en la sociedad, de forma que se conviertan en hombres nuevos y en creadores de una nueva humanidad con el auxilio necesario de la gracia divina (GS, 30) (n. 44).

3. En este espíritu, dada la grave situación que afecta a la comunidad nacional, hacemos un llamado fraternal a dejar de lado todo tipo de confrontación y a comprometerse, con ánimo sereno, a buscar los caminos del entendimiento y de la reconciliación, a fin de lograr un consenso básico que haga posible la construcción, con el concurso de todos los sectores, de una sociedad reconciliada y en paz.

4. Para ello alentamos a que se conozca plenamente la verdad de lo ocurrido el 5 de julio y se haga justicia. Pedimos asimismo que se empleen tantas energías valiosas al servicio de una convivencia pacífica. Al mismo tiempo, exhortamos a los gobernantes, a las fuerzas políticas, a los empresarios, a los gremios profesionales, a las organizaciones de la sociedad civil, a los medios de comunicación social, a las universidades y a todas las demás fuerzas vivas del país, a ofrecer con sentido patriótico su invaluable contribución. Los graves problemas económicos, sociales y de convivencia, demandan un esfuerzo concertado y generoso, para que el país que tanto amamos pueda salir adelante.

5. Tenemos una palabra para las personas y grupos que han puesto su confianza en la violencia. Pensamos particularmente en los jóvenes de las pandillas que siembran terror en distintos lugares, abandonando los caminos de la rehabilitación y de la inserción en la sociedad. También tenemos en mente a los grupos que parecen poner su confianza en las armas y están tentados de volver a la dolorosa experiencia del pasado reciente. Ciertamente, hay que cambiar muchas cosas a fin de que se superen las desigualdades económicas y todas las familias puedan disfrutar de una vida digna, pero las vías de la violencia sólo conducen a empeorar la situación.

6. Ha llegado la hora de construir responsablemente un futuro de esperanza. Dios está con nosotros para alentar todo lo que comunique vida y optimismo. Sólo en él debemos poner nuestra confianza.

7. Ahora más que nunca tienen vigencia las palabras con que concluimos la carta pastoral No te dejes vencer por el mal:

Ante el terrible drama de la violencia, los cristianos confesamos con humilde confianza que sólo Dios da al hombre y a los pueblos la posibilidad de superar el mal para alcanzar el bien. Lo comprobamos en los duros años de la guerra cuando parecía que la paz era imposible. Lo comprobaremos de nuevo si realmente creemos en su palabra y si hacemos lo que nos corresponde. El resultado será una sociedad sin violencia (n. 52).

Que el Señor, que da la paz, esté con todos ustedes.

San Salvador, 14 de julio de 2006.
Los Obispos de El Salvador

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ZENIT Staff

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