Mensaje del episcopado mexicano al término de su LXXVI Asamblea Plenaria

«Desátenlo y déjenlo andar» (Jn 11, 1-45)

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LAGO DE GUADALUPE, 18 noviembre 2003 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que, al término de la LXXVI Asamblea Plenaria, los obispos de México difundieron el sábado pasado.

* * *

CONFERENCIA DEL EPISCOPADO MEXICANO
MENSAJE FINAL DE LA LXXVI ASAMBLEA PLENARIA

“DESÁTENLO Y DÉJENLO ANDAR”

“Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios”.

Reunidos en la LXXVI Asamblea Plenaria, los Obispos de México saludamos con afecto y respeto a los católicos y a todos los mexicanos que reciban este mensaje de esperanza.

Al revisarnos como institución eclesial, nos hemos replanteado nuestra identidad y misión, y hemos evaluado los programas de acción de las Comisiones Episcopales del trienio que termina. El periodo 2004-2006, con nuevos directivos y proyectos, pretende seguir ofreciendo un faro de luz y responder así a las expectativas que el pueblo mexicano, en general, tiene en la Iglesia Católica.

En esta ocasión, queremos compartir nuestra reflexión, inspirados en el relato evangélico en que Jesús manifiesta su amor y su poder, devolviendo la vida a su amigo Lázaro, que había muerto (Jn 11, 1-45).

“Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarlo”.

Nuestro querido pueblo de México, que aspira a vivir y crecer, está en constante riesgo de caer en la confusión y la dispersión, consecuencia del cambio de época que nos toca vivir. En la carta pastoral colectiva del año 2000 “Del Encuentro con Jesucristo a la Solidaridad con todos” , al analizar la transición que vivimos, constatábamos el rompimiento cultural y sus efectos, muchos de ellos negativos y dolorosos. La Iglesia Católica se identifica con Jesús al preguntar por su amigo Lázaro: “¿Dónde lo han puesto?” , pues quiere solidarizarse con los hermanos que sufren, sumidos en medio de crisis y muchas veces desconsolados. Como Jesús que constata la muerte de su amigo Lázaro y llora emotivamente, los Obispos de México nos compadecemos de tantas situaciones de muerte que vive el pueblo.

La imagen de un Lázaro que duerme en la muerte nos recuerda a muchos hermanos nuestros, y nos apremia a despertarlos para que marchen por el camino de la vida. El principio fundamental de la dignidad de la persona humana nos urge a trabajar por el respeto y la promoción de los derechos humanos; entre otros: el derecho a la vida, al trabajo, a la familia, a la vivienda, a la educación, a la salud, a una comunicación veraz y a la plena libertad religiosa. La pérdida progresiva de los valores evangélicos socava los cimientos de la convivencia social.

La Iglesia continúa la misión de Cristo, trae luz y alegría, orientación y consuelo; en una palabra: esperanza. Ella se siente con el ánimo y entusiasmo de Jesús y, en su nombre, dice también: “Voy a despertarlo” .

La fuerza del Evangelio, la Buena Nueva, es una comunicación, fruto del amor de Dios a la humanidad. El camino de esta vida terrena, tantas veces regado de penalidades, injusticias, atropellos y, sobre todo, de desencantos, es un difícil reto que la fe nos pide convertir en ocasión de crecimiento en fortaleza espiritual, en fraternidad y solidaridad.

En nuestra cotidiana labor, constatamos muchos signos de vida y de compromiso por redoblar esfuerzos, para lograr un país en el que se viva el Estado de Derecho y en el que los ciudadanos se habitúen a conducirse con espíritu de participación y colaboración.

“Lázaro, sal fuera”.

El Señor Jesús no se queda en una compasión estéril, sino que se enfrenta a la muerte y dice: “Lázaro, sal fuera” . Su presencia y su palabra son eficaces: el difunto vuelve a la vida. Y Jesús agrega: “Desátenlo y déjenlo andar” . Es decir, ayúdenle a quitarse las vendas y cuanto le impide caminar, para que se reintegre a su familia y a la comunidad.

Los obispos, ¿qué ofrecemos a México, para que se levante y pueda caminar? ¿Qué podemos y nos proponemos hacer, para que se desaten las cadenas y el país avance en la justicia, la paz y la fraternidad?

Al término de esta Asamblea Episcopal, nos comprometemos, entre otras cosas, a:

* Reflejar más fielmente el rostro de Jesucristo, Buen Pastor, para animar la vida cristiana de cuantos formamos la Iglesia y dar respuesta a los problemas actuales.

* Leer, a la luz de la fe, los acontecimientos del México de hoy y proponer respuestas pastorales, en orden a transformar la realidad con la fuerza del Evangelio.

* Ser fermento de unidad y reconciliación de nuestros pueblos.

* Continuar un proceso de reorganización interna de la Conferencia Episcopal y de sus Comisiones, para promover y coordinar la pastoral orgánica, en servicio de la nueva evangelización en el país.

* Animar y apoyar en forma subsidiaria y solidaria a las diócesis, para implantar el Reino de Dios, ayudándonos mutuamente los Obispos en la realización de nuestra vocación y misión.

* Promover una mayor conciencia de los fieles laicos sobre la necesidad de un encuentro personal con Jesucristo, que los lleve a una conversión efectiva y a vivir su lugar en la Iglesia y en el mundo, pues sin la acción de los laicos el país no se puede levantar ni caminar.

* Insistir en la necesidad de un marco jurídico claro en las relaciones Iglesia-Estado, respetuoso de la libertad religiosa para todos los credos, conforme a los derechos humanos reconocidos en los acuerdos internacionales.

* Alentar, desde la fe en Jesucristo vencedor de la muerte y del pecado, la esperanza de los mexicanos ante la lentitud de los cambios deseados, sin esperar todo del Gobierno, sino propiciando que todos seamos agentes de nuestro propio desarrollo.

* Capacitarnos para una presencia más significativa y cualificada en los medios informativos, valorando su importancia para crear una cultura en la que no falte la levadura del Evangelio.

* Dialogar con líderes de la sociedad y de diferentes confesiones religiosas, para colaborar juntos en la promoción de la justicia y de la paz.

* Defender la sacralidad de la vida, desde su inicio en el seno materno hasta su término natural, y el plan de Dios sobre el matrimonio y la familia, en diálogo también con los legisladores.

* Acompañar evangélicamente a sectores sociales en situaciones de injusticia, en particular a los niños, las mujeres, los campesinos, los subempleados y los migrantes, para ayudarles a quitarse las vendas y las cadenas, y así puedan caminar por sí mismos.

* Seguir alentando el proceso de dignificación de los indígenas, anunciándoles el Evangelio en forma inculturada, luchando contra el racismo y animando el avance en la reforma constitucional sobre derechos y culturas indígenas.

“Viendo lo que había hecho, muchos creyeron en El”.

Animados por la Exhortación Apostólica “Los Pastores de la Grey”, que el Papa Juan Pablo II entregó a los Obispos del mundo en el marco de los veinticinco años de su Pontificado, queremos vivir en plenitud el ideal que él nos propone: “¡En tu nombre, oh Cristo, queremos servir a tu Evangelio para la esperanza del mundo! Viviendo como hombres de esperanza y reflejando en el propio ministerio la eclesiología de comunión y misión, los Obispos deben ser verdaderamente motivo de esperanza para su grey. Sabemos que el mundo necesita de la ‘esperanza que no defrauda’ (Rom 5,5). Sabemos que esta esperanza es Cristo. Lo sabemos y por eso predicamos la esperanza que brota de la Cruz. La Cruz se ha convertido para la Iglesia en ‘árbol de la vida’. Por eso anunciamos que la Vida ha vencido a la muerte” (No. 5).

En camino al XLVIII Congreso Eucarístico Int
ernacional, que tendrá lugar en Guadalajara, en octubre próximo, con el lema: “La Eucaristía, Luz y Vida del nuevo milenio” , hagamos de todo el trabajo evangelizador una ofrenda que, por la virtud del Espíritu, se transforme en signo de Cristo muerto y resucitado, alimento y vínculo de caridad, prenda de vida eterna. Por ello, con gozo e ilusión, les anunciamos la decisión que aprobamos de declarar 2004 como “Año de la Eucaristía”.

Encomendamos nuestros propósitos e ideales a Santa María de Guadalupe, confiando en el amor que Ella ha manifestado hacia este pueblo mexicano que tanto la quiere. Que Ella nos ayude a poner en práctica las enseñanzas de su hijo Jesucristo.

Lago de Guadalupe, Cuautitlán Izcalli, 13 de noviembre de 2003

Por los Obispos de México,

+ Luis Morales Reyes
Arzobispo de San Luis Potosí
Presidente de la CEM

+ Abelardo Alvarado Alcántara
Obispo Auxiliar de México
Secretario General de la CEM

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ZENIT Staff

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