Mensaje navideño del Papa: El Niño Jesús trae el secreto de la paz

Descubrir sus rasgos en el bebé palestino o israelí, estadounidense o afgano

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

CIUDAD DEL VATICANO, 25 diciembre 2001 (ZENIT.org).- Al pronunciar su mensaje de Navidad, Juan Pablo II invitó este martes a descubrir en los rasgos de todo niño palestino o israelí, estadounidense o afgano, tutsi o hutu…, al mismo Jesús que viene para traer el secreto de la paz a la humanidad.

«Un Niño indefenso, recién nacido en la humildad de una cueva, devuelve la dignidad a cada vida que nace, da esperanza a quien yace en la duda y en el desaliento –explicó–. Él ha venido para curar a los heridos de la vida y para dar nuevo sentido incluso a la muerte».

Escuchaban estas palabras del pontífice, sentado en el balcón principal de la fachada de la Basílica de San Pedro del Vaticano, varias decenas de miles de peregrinos abrazados por la columnata de Bernini. Centenares de millones de personas seguían, además, el mensaje gracias a la radio y la televisión.

En Cristo, explicó el obispo de Roma, «podemos reconocer los rasgos de cada pequeño ser humano que viene a la luz, sea cual fuere su raza o nación: es el pequeño palestino y el pequeño israelí; es el bebé estadounidense y el afgano; es el hijo del hutu y el hijo del tutsi… es el niño cualquiera, que es alguien para Cristo».

«El divino Niño nacido en Belén lleva en sus pequeñas manos, como un don, el secreto de la paz para la humanidad», subrayó.

«Hoy pienso en todos los pequeños del mundo –añadió–: muchos, demasiados, son los niños que nacen ya condenados a sufrir, sin culpa, las consecuencias de conflictos inhumanos. ¡Salvemos a los niños, para salvar la esperanza de la humanidad!».

«Nos lo pide hoy con fuerza aquel Niño nacido en Belén –insistió–, el Dios que se hizo hombre, para devolvernos el derecho de esperar».

En la Navidad número 24 de su pontificado, Karol Wojtyla lanzó, de este modo, una invitación a todos los pueblos a abrir «el corazón a este mensaje de paz», que es también un llamamiento a la justicia social y económica.

«Jesús ha nacido para consolidar las relaciones entre los hombres y los pueblos, y hacer de todos ellos hermanos en Él –aclaró–. Ha venido para derribar el muro que los separaba: el odio, y para hacer de la humanidad una sola familia».

Esta paz, insistió, «se ha de construir en un mundo en el que pueblos y naciones, afectados por tantas y tan diversas dificultades, esperan en una humanidad no sólo globalizada por intereses económicos, sino por el esfuerzo constante en favor de una convivencia más justa y solidaria».

Tras confesar por enésima vez la preocupación que le provoca la crisis en Tierra Santa y en alusión a los atentados del 11 de septiembre, exclamó: «¡Que jamás se utilice el nombre santo de Dios para corroborar el odio! ¡Que jamás se haga de Él motivo de intolerancia y violencia!»

«Que el dulce rostro del Niño de Belén recuerde a todos que tenemos un único Padre», concluyó.

Al Papa se le notaba cansado, con la voz temblorosa en algunos momentos, sobre todo al pronunciar su bendición, pues en la anoche anterior había presidido la Misa del Gallo que se prolongó hasta primeras horas de la madrugada con la participación de más de ocho mil fieles en la Basílica vaticana.

Tras el mensaje navideño impartió la bendición «Urbi et Orbi» (a Roma y a todo el mundo) en 60 idiomas. En español dijo: «Feliz Navidad. Que la paz de Cristo reine en vuestros corazones, en las familias y en todos los pueblos».

«¡Juan Pablo II, te quiere todo el mundo!», fue el grito de respuesta de centenares de españoles y latinoamericanos, los más bulliciosos en esta Navidad en la plaza de San Pedro.

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación