México: Chiapas necesita «laicos santos» en sus estructuras temporales

Monseñor Arizmendi expone el anhelo de paz en la región

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TUXTLA GUTIÉRREZ, 9 diciembre 2002 (ZENIT.org).- La convulsionada región de Chiapas necesita de laicos santos para superar los desafíos que enfrenta la región, afirmó monseñor Felipe Arizmendi Esquivel.

El obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas (Chiapas) se refirió al laicado durante su participación en el Primer Congreso Católico para el Liderazgo Social, organizado en la diócesis chiapaneca de Tuxtla Gutiérrez, según recoge la agencia Aci .

El reto prioritario para los laicos «es que sean santos», vocación universal con doble dimensión: por un lado, amar «a Dios sobre todas las cosas» y «permitirle a Dios que nos haga santos», y por otro, «amar al prójimo como a nosotros mismos», explicó el prelado.

Sin embargo, la santidad no depende exclusivamente de los ritos y de las oraciones, «sino en particular del amor preferencial a los pobres». «Este amor al prójimo, en Chiapas, tiene desafíos muy concretos», como la justicia y la paz, subrayó monseñor Arizmendi.

Es el marco en el que presentó cuatro acciones escalonadas que deberían formar parte de las iniciativas humanitarias del «amor preferencia a los pobres»: la asistencia a los más necesitados, la promoción de acciones para que el pueblo supere sus carencias, la transformación de las estructuras injustas y la aceptación fraterna de todo el que sufre.

Las estructuras temporales «necesitan santos» urgentemente
Según el obispo de San Cristóbal de las Casas, «todos debemos ser santos, cada uno en su propia vocación».

«Chiapas necesita políticos, legisladores y gobernantes santos –reclamó–, que desempeñen su cargo como un verdadero servicio (…) para que la sociedad se desarrolle en armonía social».

Deben ser capaces de escuchar, abiertos a diferentes posturas, sensibles a las carencias de su pueblo, no deben buscar en primer lugar «sus intereses egoístas», deben evitar «atarse a consignas y actitudes de partidos que lesionan al pueblo», y practicar su creencia religiosa «sobre todo en su rectitud, transparencia y amor a los pobres», describió el prelado.

Igualmente necesarios son los empresarios santos, que se distingan porque en sus empresas no hay prepotencia ni explotación, y «que compartan sus recursos económicos y humanos promoviendo fuentes dignas de trabajo, con salarios justos, prestaciones sociales y condiciones de vida adecuadas».

Niños y jóvenes reclaman «educadores santos» que les ayuden a desarrollar las potencialidades que Dios les ha concedido, con una atención más personalizada, transformándose en «ejemplo de vida para sus alumnos», siendo agentes de una conciencia crítica sin imponer una ideología.

Monseñor Arizmendi se refirió también a los comunicadores, quienes deben ser fieles a la verdad, objetivos y evitar la «aversión sistemática a personas o instituciones». Con su trabajo, deben elevar la cultura del pueblo.

«Los obispos, los sacerdotes, los diáconos, las religiosas y todos los agentes de pastoral de nuestra Iglesia –recalcó–, estamos obligados a buscar la santidad, a ser hombres y mujeres de Dios, para que el amor de Dios Padre se manifieste en nuestras actitudes hacia toda la humanidad, en particular hacia quienes son menos amados».

Deseo de paz
«En vez de luchas encarnizadas por el poder político, económico o religioso, Chiapas requiere fieles laicos que sean santos y que estén unidos para sacar a nuestro querido Estado de su postración», invitó monseñor Arizmendi.

El conflicto del Estado sureño de Chiapas estalló el 1 de enero de 1994, fecha en que militantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se levantaron en armas contra la aplicación del Tratado de Libre Comercio (TLC-NAFTA) entre Estados Unidos, México y Canadá.

El gobierno envió tropas para reprimir la insurrección. Tras doce días de enfrentamientos y más de 120 muertos según fuentes oficiales (400 muertos, según el EZLN), se iniciaron las conversaciones entre el EZLN y el gobierno, que más tarde quedarían congeladas, al igual que el proceso de paz en la región.

«Uno de los anhelos más sentidos en Chiapas –constató el obispo de San Cristóbal de las Casas– es vivir en paz. Estamos cansados y hartos de la violencia, de la inseguridad, del temor a que se repitan acciones bélicas como las de enero de 1994».

«Ya no queremos más agresiones, más muertes, más desplazamientos, más violaciones a los derechos humanos de todos. Una de nuestras aspiraciones más profundas es que desaparezca toda amenaza de guerra», explicó.

«Que en vez de destruirnos unos a otros, por militar en diferentes partidos o grupos, nos unamos para promover todo aquello que nos conduzca a la justicia y a la paz», exhortó el prelado.

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ZENIT Staff

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