México: Un sistema justo de pago de la deuda también es solidaridad

Entrevista con el profesor Manuel Gómez Granados

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MEXICO, 26 julio 2001 (ZENIT.orgFIDES).- Tras la cumbre del G-8 celebrada en medio de actos de protesta, incluso violentos, en Génova, llega la hora de hacer balances. El profesor Manuel Gómez Granados, presidente del Instituto Mexicano de Doctrina Social Católica en la ciudad de México, analiza las sesiones de la cumbre desde un país con un fuerte peso de deuda exterior, que forma parte activa de la economía mundial pero en el que sólo pocas personas y círculos muy restringidos disfrutan los beneficios de la globalización.

–¿Cómo se ve el G8 en nuestro país?

–Manuel Gómez Granados: La disposición del país respecto del G8 es de total indiferencia, sobretodo por falta de información por parte del gobierno y de la opinión pública. Lo único que se conoce es la oposición, cada vez más encendida, de los manifestantes anti-G8, que con frecuencia recurren al uso de la violencia. En México estamos más atentos a lo que organizan Colombia y Venezuela, con los que constituimos el G3, parecido al G8. Sin embargo, para un país como México es prioritario establecer acuerdos de libre mercado y aproximación a las potencias del G8, que se realizan sobretodo con la Unión Europea y el NAFTA (North America Free Trade Agreement).

–¿Qué piensa del planteamiento del G8?

–Manuel Gómez Granados: El G8 debe salir de la dinámica por la cual, después del fracaso del socialismo real, se piensa que la única alternativa de desarrollo es el sistema capitalista neoliberal. También el Papa, en su segunda visita a México, ha recordado que hace falta «un juicio crítico… sobre los efectos producidos por el capitalismo liberal, al menos hasta ahora, sobre los países del Tercer Mundo». Desde el gobierno de Luis Echevarría (1970-1976), primer presidente que firmó un acuerdo monetario con el Fondo Monetario Internacional, hasta hoy, la economía del país no ha mejorado en absoluto, es más, ha ido empeorado. La deuda externa ha aumentado en un 500%, hoy es de 150 millones de dólares, el 33% del Producto Interior Bruto. La vida de muchos mexicanos se ahoga en la pobreza extrema.

–¿En qué modo puede el G8 aliviar la situación de la deuda externa?

–Manuel Gómez Granados: En los encuentros del G8, desde Colonia en adelante, se condona una parte de la deuda externa de los países más pobres del planeta. Aunque es una cifra irrisoria, representa siempre un paso adelante para nuestro país y un alivio del peso de la deuda. Sin embargo, es preciso crear sistemas de pago de la deuda justos, y establecer formas de solidaridad entre las naciones. El episcopado mexicano ha escrito: «Visto que el préstamo tiene como fin natural el de favorecer equitativamente tanto a quien da como a quien recibe, todo pago se debe aplicar en proporción al pago de los intereses y del capital. (…) El pago exclusivo de intereses destruye la razón de ser y la única justificación moral de la deuda generada por el préstamo, puesto que tiende a someter al deudor a una servidumbre prolongando la deuda hasta el infinito, debilitando progresivamente su capacidad de pago y disminuyendo gravemente el nivel de vida de los más necesitados» («La deuda externa de México», Conferencia Episcopal Mexicana, Julio 1997).

El gobierno mexicano apenas ha sido capaz de saldar los intereses de la deuda sin llegar a cubrir la deuda en cuanto tal. Deuda externa y pobreza son realidades dolorosas que afligen a la sociedad mexicana.

Recordemos que cualquier proyecto económico, si carece de aspectos éticos, no garantiza que se cumplan sus objetivos. En la «Centesimus Annus», el Papa afirma que la Iglesia no tiene modelos económicos, políticos o sociales que promover, sino orientaciones éticas para vivir en sociedad.

–¿Cómo se ve la globalización y su influencia en su país?

–Manuel Gómez Granados: México se ha quedado al margen de un mundo cada vez más globalizado en el campo económico, político, social y cultural. La globalización aquí interesa sobretodo como fenómeno económico: la adopción de tratados comerciales internacionales que permitan el libre intercambio de productos. Se olvidan otros aspectos: el derecho al trabajo, la tutela de los recursos naturales, la defensa del ambiente. En México también han nacido grupos de oposición a la globalización, llamados «globalifóbicos» por el ex presidente Ernesto Zedillo, pero no hay una fuerte corriente de oposición al orden mundial. Existe, eso sí, el intento por parte de la izquierda, de cabalgar sobre la ola de los «globalifóbicos», pero a esto ha respondido el «líder globalizado» de la más extrema izquierda, el subcomandante Marcos: «No se trata de decir «no» a las cosas; hace falta construir formas diferentes de bienestar».

–¿Y la voz de la Iglesia?

–Manuel Gómez Granados: En la carta pastoral «Del encuentro con Jesucristo la solidaridad con todos», los obispos mexicanos afirman: «La reforma económica que ha experimentado México en los últimos años ha tenido resultados positivos para la macroeconomía. Aún así, desde el punto de vista del desarrollo integral, del cual necesitan las personas y los países, tenemos que reconocer que hay lagunas muy graves. (…) Hasta hoy, la economía globalizada ha beneficiado de forma significativa y concreta tan sólo a algunas personas y grupos restringidos». Sin la anulación de la deuda externa, los datos sobre la pobreza extrema de nuestro país aumentarán, así como la distancia entre ricos y pobres.

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ZENIT Staff

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