'Mi hijo estaba casi sin vida cuando pedí la intercesión del Cura Brochero'

Hablan los padres de Nicolás, «el niño del milagro». Hoy tiene 14 años y es un entusiasta promotor de la causa

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«Es más fácil ser santo que hacer un santo», dijo alguna vez una postuladora con varias causas de canonización a su cargo en la Santa Sede.

Y esto se ha comprobado en los últimos días ante la beatificación del cura Brochero. Un modelo de vida convincente, que esperó varias décadas antes de ser elevado a los altares y ser presentado como ejemplo de los presbíteros del mundo, especialmente de los miles de párrocos. «El cura de Ars argentino» lo llamó recientemente el papa…

Entre los motivos por los que las causas de beatificación se toman su tiempo, está el estudio de los supuestos milagros atribuidos al venerable o beato que aguarda turno en la lista de espera… Una interesante entrevista con la postuladora de la causa del Cura Brochero publicada por ZENIT, nos permitió conocer los pormenores de la curación inexplicable del niño argentino Nicolás Flores, por intercesión del hoy beato gaucho.

Días atrás, en un despacho publicado por la agencia argentina AICA, Sandra Violino y Osvaldo Flores, los papás de Nicolás, revivieron la historia de lo ocurrido hace trece años. Aquel día, invocaron al entonces venerable con mucha fe, mientras cargaban en brazos a su hijo Nicolás casi inerte, esto a consecuencia de un fatal accidente automovilístico. Reproducimos para nuestros lectores la conmovedora entrevista (javv).

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La profunda fe de la familia del milagro de Brochero

En pocos días, se cumplirán trece años del accidente automovilístico que los involucró para siempre con la glorificación de Brochero: una camioneta Ford apache sin luces chocó de frente al volkswagen polo en el que viajaba con los padres de Sandra. Nora, la abuela, sobrevivió, pero no así su esposo; Sandra, en tanto, quedó con las piernas fracturadas, y Nicolás, con 11 meses, quedó tendido en la cinta asfáltica con la cabeza muy lastimada y apenas con vida. Su papá, Osvaldo, lo socorrió, y en la desesperación, pidió la intercesión del venerable José Gabriel del Rosario Brochero.

Luego de semanas difíciles para la familia, en las que se conjugaba la pérdida del abuelo y la extendida cadena de oración por Nicolás, el doctor Vicente Montenegro, que atendió al niño de menos de un año, les informó que cumplieran las promesas que habían hecho, porque lo sucedido con la evolución del niño superaba toda intervención científica. Sus padres contaron a AICA que siempre supieron que en Nicolás había algo diferente, pero fue un milagro “que hubo que perseverar”, como recuerda su madre: “Me entregaron un hijo en estado de vida vegetativo al cual hubo que trabajar”.

Hoy Nicolás tiene casi 14 años, y solo presenta una disminución de la movilidad en la parte derecha de su cuerpo, pero sin llegar a la parálisis. El diagnóstico que le habían dado era de completa discapacidad. Pero no fue así, porque el Cura Brochero intercedió.

¿Cómo fue evocar en estos días la historia que les tocó vivir?

-Sandra Violino: En realidad, es una resignificación del dolor y de la cruz. A pesar de que ha sido un camino difícil, con alegrías pero con mucho dolor y trabajo, hemos reencontrado el sentido de la cruz con alegría y con gozo, lo que nos permite estar muy emocionados. Sentirnos que hemos sido parte de este proceso, con un granito de arena, nos da una alegría inmensa.

-Osvaldo Flores: Gente que nos ve nos pregunta de dónde sacamos fuerza. Creemos que viene de Dios, del Espíritu Santo, y también de Brochero, porque sin ellos creo que no se hubiera conjugado esta historia de la manera que se dio. Es Dios el principal artífice y es la fuerza que emana de Él lo que nos lleva adelante. Brochero trabaja y hace trabajar… Brochero ha trabajado mucho, y creo que aún lo sigue haciendo a través de Nicolás y muchas otras personas. Así que si es para gloria de Dios, hay que trabajar y salir adelante.

La historia de la familia está trazada por los caminos brocherianos. Sandra cuenta que sus bisabuelos trabajaron junto a Brochero, y que su abuela fue catequista de la capilla de Pampa del Pocho. Los varones, cada año, asistían a los ejercicios espirituales que se predicaban en la Casa de Ejercicios. Su mamá, Nora, el “pilar” de la fe en la familia, fue a la escuela primaria del colegio de las Esclavas y, según su hija, “ha sido como el poncho casero de Brochero en la fe”. Por estos días, con su grupo de oración, la abuela del “niño del milagro” borda, cocina y plancha; presta camas y catres para los peregrinos y se hace tiempo para rezar y recibir en su casa a las religiosas de la Sociedad de María y otras congregaciones, que llegan a ella como si fuera una madre superiora.

¿Y cómo vive esta jornada “el niño del milagro”?

-Sandra Violino: En realidad, vos hablás con él y lo toma muy naturalmente. Él sabe que el centro es Brochero. Si le preguntás qué es lo más importante o qué estamos celebrando, él sabe que se trata de la beatificación y está feliz que así sea. Es un niño muy simple, no es rebuscado en su expresión y lo vive como es. Sabe de todo lo que ocurrió y es consciente, y él se sienta con nosotros en cada nota. Revive la historia, nos corrige y realmente lo vive con la naturalidad propia de un niño.

“Uno tiene que comprender que los tiempos de Dios no son los nuestros. Y uno tiene que aceptar que Dios sabe el cuándo y el porqué. Ahora, todos estuvieron en la misma sintonía para que Brochero sea beato”, concluye Sandra.

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ZENIT Staff

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