Migraciones: la cooperación y la pastoral acentúen los lados positivos

En Roma el VII Congreso mundial de las migraciones, con representantes de 93 países

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El VII Congreso mundial de la Pastoral de las migraciones organizado por el Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes en curso del 17 al 21 de noviembre en la Universidad Pontificia Urbaniana lleva como título «Cooperación y desarrollo en la pastoral de las migraciones».

Lo indicó hoy el Vatican Information Service, precisando que la reunión cuenta con la participación de más de trescientas personas procedentes de 93 países y se articula en torno a tres grandes temas: la diáspora, los migrantes en cualidad de socio (partner) y la dignidad del migrante.

Además, once conferencias episcopales presentarán a lo largo del congreso su trabajo pastoral con los emigrantes y al término del encuentro se elaborará un documento final que servirá de guía para los próximos cinco años.

En la sesión inaugural intervinieron el cardenal Antonio Maria Vegliò, presidente del Pontificio Consejo, el ministro de Interior italiano, Angelino Alfano y el director general de la Organización Internacional para las Migraciones (OMI) William Lacy Swing. También se dio lectura al texto enviado por monseñor Antonio Camilleri, subsecretario para las Relaciones con los Estados.

El cardenal Vegliò habló sobre los retos del fenómeno migratorio y las situaciones de emergencia que interpelan a la comunidad internacional, subrayando el peligro de que los países de llegada reciban con hostilidad, desconfianza y prejuicios a los migrantes. Y como respuesta a esta problemática propuso dos líneas maestras: la cooperación y el desarrollo que, en la perspectiva específica de la solicitud pastoral, deben acentuar el aspecto positivo del fenómeno migratorio.

El ministro del Interior, Angelino Alfano, reconoció que la migración constituye una prioridad política e institucional afirmando que acoger y ayudar a los emigrantes es una decisión responsable que Europa debe tomar para demostrar, con los hechos, que la salvaguardia de toda vida humana es el primer deber de un Estado que se defina civil y demócrata.

Por su parte el director general de la OMI recalcó la prioridad absoluta de acoger a todos los emigrantes y de salvar cada vida humana individual y reiteró la necesidad de una cooperación más funcional entre los estados de la Unión Europea para afrontar mejor las operaciones de salvamento.Por último se leyó el discurso de monseñor Camilleri que reafirmaba el compromiso constante de la Iglesia a la hora de acompañar los países y los pueblos en los caminos, a menudo dolorosos y llenos de incógnitas, de la dislocación y recordó la urgencia de combatir los fenómenos de la criminalidad y la violencia vinculados con la migración.

Presentando el Congreso el arzobispo Joseph Kalathiparambil, Secretario del Pontificio Consejo, recordó que en la diáspora, -cuando los migrantes dejan atrás a sus familias con la esperanza de enviar remesas que mejoren su condición económica y social, en vista de encontrar un día el modo de ayudarlos a emigrar también ellos hacia el exterior- emerge con fuerza el tema de la familia cuyo cuidado exige no solo la cooperación entre el país de origen y el de destino sino la de la Iglesia de origen y la del país que acoge a la familia migrante.

Refiriéndose después a los migrantes en cualidad de socios señaló que éstos contribuyen de modo substancial al bienestar y desarrollo no sólo de su país de origen sino también al de su país de adopción y evidenció la necesidad de mejorar la percepción pública de los migrantes y de la migración. También habló del papel de las mujeres migrantes cuyo movimiento en el pasado estaba fuertemente unido a la reunión familiar pero que ahora han pasado a ser protagonistas y actrices del fenómeno migratorio.

Por cuanto respecta al último tema, la dignidad del migrante, el arzobispo hizo hincapié en que se trata de un concepto que deriva del reconocimiento de que todas las personas fueron creadas a imagen y semejanza de Dios y que las variantes religiosas, étnicas, sociales o culturales, la ciudadanía o la falta de ella no cambian este hecho que da a cada individuo una dignidad y un valor intrínseco inconmensurable.

El prelado concluyó su presentación hablando de las potencialidades de los jóvenes migrantes en la construcción de puentes de cooperación y comprensión entre las sociedades y las comunidades eclesiales.

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ZENIT Staff

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