Miles de niños comen gracias a los franciscanos conventuales en Rusia

En medio de miles dificultades, renacen los hijos de San Francisco en el país

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MOSCÚ, 15 enero 2003 (ZENIT.org).- Los Frailes Franciscanos Menores Conventuales están colaborando pastoralmente con el renacimiento de las comunidades católicas en Rusia y ofreciendo asistencia a los más pobres, en particular los niños necesitados.

Su obra en la Federación Rusa ha alcanzado particular interés después de que el gran jurado de los periodistas del país condenara a dos órganos de comunicación de Moscú por artículos calumniosos publicados contra los religiosos.

Según informa el padre Gregorio Cioroch, superior de los franciscanos conventuales en Rusia (http://ofmconv.pcn-net.it/), en estos momentos cincuenta frailes y postulantes continúan la obra evangelizadora que comenzaron en esas tierras ya en el siglo XIII sus hermanos franciscanos.

En la ciudad Kaluga, por ejemplo, cinco religiosos, junto a las autoridades locales y directores de las escuelas públicas, ofrecen alimentación a 400 niños, distribuyendo paquetes de comida una vez a la semana para que no mueran de hambre.

«Los hermanos de Kaluga no tienen medios para organizar un comedor asistencial, y sin embargo todos los que les piden ayuda reciben algo para comer», añade el padre Cioroch.

El religioso explica también que cuando pueden, los religiosos entregan a los niños ropa y zapatos.

«Uno de los centros más grandes para niños funciona en el convento de los frailes de San Petersburgo –sigue revelando el superior franciscano conventual–. El primer piso del convento se ha convertido en comedor para 40 niños. En el comedor, nadie hace proselitismo».

Además, el convento de San Petersburgo desde hace más de cinco años ofrece un comedor al que acuden 300 personas sin techo.

En el convento de Moscú hay 10 postulantes, jóvenes rusos que quieren ser franciscanos. «Cada semana, los hermanos y los jóvenes postulantes de ese convento van a una casa para ancianos, para estar con estas personas abandonadas por los parientes y vecinos. Los franciscanos lavan a los ancianos, les dan de comer, hablan con ellos».

En la capital rusa, «los franciscanos colaboran también las Religiosas de la Madre Teresa de Calcuta, ofreciendo ayuda a favor de niños discapacitados», sigue informando el superior.

El religioso explica que se dan casos de buenas relaciones con las autoridades rusas y la Iglesia ortodoxa, como es el caso de Chernyakhovsk, en la región de Kaliningrado.

«En el centro de la ciudad, [los franciscanos] utilizan locales, ofrecidos temporalmente por el alcalde de la ciudad para la obra caritativa. El sacerdote ortodoxo les paga las cocineras, la comida la ponen los frailes, que se ocupan de gestionar este centro».

En Astrakán, las autoridades han restituido a los frailes los bienes inmuebles que pertenecían a los franciscanos antes de la revolución bolchevique, para que los dediquen a obras de beneficencia. En esa ciudad, ofrecen una casa temporal a emigrantes de Asia Central.

Uno de los católicos de la parroquia de esa ciudad, un educador, ha creado un pequeño orfanato para diez niños.

En los últimos tres años, los franciscanos tienen que afrontar un gran problema: se han endurecido las leyes sobre la entrada de ayuda humanitaria a Rusia, pues algunas personas en el país se habían enriquecido con los programas de asistencia. Ahora, sin embargo, los franciscanos deben pagar impuestos aduaneros por los alimentos y otras mercancías que reciben para desarrollar su obra de caridad.

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ZENIT Staff

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