Miles de ortodoxos en la liturgia oriental con el Papa

Se despide de Kiev con un llamamiento a la unidad entre los cristianos

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KIEV, 25 junio 2001 (ZENIT.org).- Sugerentes coros bizantinos y la emoción de miles de greco-católicos, perseguidos durante décadas únicamente por ser fieles al Papa, se convirtieron en el marco en el que este lunes Juan Pablo II lanzó un vibrante llamamiento a la unidad de los cristianos, en su tercer día en Ucrania.

En su última jornada en Kiev, el pontífice participó durante la mañana, en una «divina liturgia», como llaman los cristianos orientales a la celebración eucarística, que tuvo lugar en la explanada del aeropuerto de Chayka,

De los 70 mil peregrinos presentes, según «Radio Vaticano», una tercera parte eran greco-católicos, otro tercio eran católicos de rito latino, y el resto, cristianos ortodoxos que no han tenido en cuenta el llamamiento del patriarca ortodoxo de Moscú, Alejo II, a boicotear la visita papal.

«¡Que sean uno!», exclamó el pontífice ante los cristianos de diferentes ritos y confesiones, recordando las palabras de Jesús durante la Última Cena.

Los coros y la coreografías con las que decenas de parroquias greco-católicas animaron la liturgia eran espectaculares.

La celebración fue presidida por el cardenal Lubomyr Husar, arzobispo mayor de Lvov para los católicos de rito oriental, y por los demás obispos greco-católicos del país, quienes hasta antes de la Perestroika de Mijaíl Gorbachov vivían en las catacumbas. Participó también el cardenal Marian Jaworski, arzobispo de Lvov de los católicos latinos.

El pontífice, durante la homilía, consideró que Ucrania podría convertirse en un modelo para el futuro de la unidad entre los cristianos, pues en estas tierras conviven fieles de la tradición oriental y occidental.

«Vuestra coexistencia en la caridad está llamada a ser modelo de una unidad que tiene lugar en un legítimo pluralismo y que está garantizada por el obispo de Roma, el sucesor del Pedro», aclaró.

Por eso, exclamó: «Desde esta tierra, santificada por la sangre de huestes enteras de mártires, elevo con vosotros mi oración al Señor para que todos los cristianos vuelvan a ser «una sola cosa»».

Dejando espacio a las confidencias, el obispo de Roma reveló una de sus mayores preocupaciones de este último tramo de su pontificado: «¡Que los cristianos del tercer milenio puedan presentarse ante el mundo con un solo corazón y una sola alma!».

Por último, el pontífice se refirió al momento de transición que vive en estos momentos Ucrania, que hace diez años abandonó el régimen totalitario comunista para emprender la senda de la democracia.

«Esta década ha mostrado que, a pesar de las tentaciones de la ilegalidad y de la corrupción, las raíces espirituales son fuertes. Mi auspicio cordial es que Ucrania siga nutriéndose de los ideales de la moral personal, social y eclesial, del servicio al bien común, de la honestidad y del sacrificio, sin olvidar el don de los diez mandamientos».

Durante la ceremonia, Juan Pablo II bendijo las primeras piedras de la nueva catedral católica de Kiev, así como de otros edificios que construirán los greco-católicos de la capital ucraniana, quienes perdieron todos sus templos durante el período soviético. Han recuperado sólo una pequeña parte de los mismos con la llegada de la libertad religiosa, de modo que ahora se ven obligados a hacer nuevas construcciones.

Tras la divina liturgia, Juan Pablo II visitó el barranco de Babi Yar, testigo en 1941 de la masacre de unas 200 mil personas, 120 mil judías, asesinadas por los nazis (Cf. «El Papa en las fosas comunes del comunismo y el nazismo en Ucrania»).

Inmediatamente después, visitó el monasterio de los monjes Basilianos, donde el pontífice se detuvo en oración durante unos diez minutos, saludando después a algunos monjes, y recibiendo el saludo de miles de fieles reunidos ante el edificio sagrado.

En la tarde del lunes, Juan Pablo II se despidió en el aeropuerto internacional Boryspil de Kiev de las autoridades de la capital antes de viajar en avión a Lvov, antiguo centro de cultura y espiritualidad del occidente ucraniano, bastión del martirio greco-católico bajo el régimen soviético.

En el hipódromo de esa ciudad tendrán lugar, el martes y el miércoles, los momentos más esperados de esta visita: dos ceremonias de beatificación de los mártires de la «Iglesia del silencio» y de grandes hijos del catolicismo ucraniano.

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ZENIT Staff

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