Millones de fieles se preparan para el «Perdón de Asís» o «indulgencia de la Porciúncula»

ROMA, viernes, 30 julio 2004 (ZENIT.org).- Como cada año, millones de fieles de la Iglesia universal podrán recibir el «Perdón de Asís» o «Indulgencia de la Porciúncula» –con las debidas disposiciones— visitando desde mediodía del 1 de agosto a medianoche del día siguiente (fiesta de Nuestra Señora de los Ángeles) la misma iglesia de la Porciúncula en Asís o cualquier iglesia franciscana o iglesia catedral o parroquial.

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En el Santuario de la Porciúncula en Asís (Italia), en cambio, gracias a un decreto especial de la Penitenciaría Apostólica del 15 de julio de 1988 («Portiuncolae sacrae aedes»), se puede ganar la indulgencia durante todo el año, una sola vez al día.

En la pequeña iglesia de la Porciúncula de Asís, que hoy se encuentra en el interior de la Basílica de Santa María de los Ángeles, es donde San Francisco pidió a Cristo, mediante la intercesión de la Reina de los ángeles, el gran perdón o «indulgencia de la Porciúncula», confirmada por el Papa Honorio III a partir del 2 de agosto de 1216.

Una noche del año 1216 Francisco estaba en oración y contemplación en la Porciúncula cuando de improviso la capilla se llenó de una luz vivísima. Francisco vio sobre el altar a Cristo revestido de luz y a su derecha a su Madre Santísima, rodeados de una multitud de Ángeles. Con el rostro en tierra Francisco adoró a su Señor en silencio.

Le preguntaron qué deseaba para la salvación de las almas. La respuesta de Francisco fue inmediata: «Santísimo Padre, aunque yo soy un pobre pecador te ruego que a todos los que, arrepentidos de sus pecados y confesados, vengan a visitar esta iglesia, les concedas amplio y generoso perdón, con una completa remisión de todas las culpas».

«Lo que pides, hermano Francisco, es grande –le dijo el Señor–, pero de mayores cosas eres digno, y mayores tendrás. Por lo tanto accedo a tu petición, pero con la condición de que pidas de mi parte a mi vicario en la tierra esta indulgencia».

Francisco se presentó de inmediato al Papa Honorio III, que en aquellos días se encontraba en Perugia, y le relató la visión que había tenido. El pontífice le escuchó con atención y después de algunas objeciones, le dio su aprobación.

Luego le dijo a Francisco: «¿Cuántos años de indulgencia quieres?». El «Pobrecillo» de Asís respondió: «Padre Santo, ¡no pido años, sino almas!». Y se dirigió feliz hacia la puerta. Pero el pontífice le llamó de nuevo: «¿No quieres ningún documento?». Y Francisco le contestó: «¡Santo Padre, me basta su palabra!».

«Si esta indulgencia es obra de Dios –añadió–, Él verá cómo dar a conocer su obra; yo no necesito ningún documento; el papel debe ser la Santísima Virgen María, Cristo el notario y los Ángeles los testigos».

Al celebrarse la dedicación de la capilla el día 2 del siguiente agosto, en presencia de los obispos de Asís, Perugia, Todi, Spoleto, Gubbio, Nocera y Foligno, anunció Francisco a la multitud la gran noticia: «Quiero mandaros a todos al paraíso anunciándoos la indulgencia que me ha sido otorgada por el Papa Honorio. Sabed, pues, que todos los aquí presentes, como también cuantos vinieren a orar en esta iglesia, obtendrán la remisión de todos sus pecados».

Las condiciones para obtener el «Perdón» –para uno mismo o por los difuntos– son las prescritas para las indulgencias plenarias: visitar una de las iglesias mencionadas, rezando la oración del Señor –para afirmar la propia dignidad de hijos de Dios recibida en el Bautismo– y el Símbolo de la fe –para afirmar la propia identidad cristiana– (Padrenuestro y Credo); confesarse, comulgar y rezar por las intenciones del Papa –para afirmar la propia pertenencia a la Iglesia, cuyo fundamento y centro visible de unidad es el Romano Pontífice– (estas condiciones pueden cumplirse unos días antes o después del día en que se gana la indulgencia).

Más información en www.porziuncola.org.

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ZENIT Staff

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