Ministro mexicano de Trabajo: «La paz del mundo depende de la solidaridad»

La Doctrina Social de la Iglesia puede construir auténticas políticas solidarias, dice

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MADRID, 18 noviembre 2002 (ZENIT.org).- Hay que acabar con aquello que impida el pleno desarrollo de la persona y reconocer que una integración equitativa de los países pobres en el comercio mundial beneficiaría a todos los países. Para ello, se requiere el paso de las buenas intenciones a los hechos en las alianzas entre países.

Carlos María Abascal, ministro de Trabajo y Previsión Social de México, reflexionó de esta manera en el marco del IV Congreso Católicos y Vida Pública celebrado en Madrid este fin de semana con el lema «Desafíos Globales de la Doctrina Social de la Iglesia».

Según Abascal, «gobernar es amar, porque sólo el amor puede hacer solidarias a las personas». En este contexto propuso varias líneas de actuación para conseguir políticas solidarias, tales como «invitar a los líderes del mundo a asumir los retos que el Papa lanzó en agosto, a difundir políticas públicas a favor de la familia y de la paz y a difundir la realidad social de la Doctrina Social de la Iglesia para construir auténticas políticas solidarias».

«Tenemos que aceptar el desafío de diseñar políticas solidarias» porque los problemas económicos, sociales y políticos sólo pueden ser resueltos con todas las formas de la solidaridad, explicó.

«La paz del mundo –añadió– depende de la solidaridad». Además «necesitamos desarrollar una visión mundial en congruencia con la unidad del ser humano».

El ministro mexicano propuso en su intervención «redactar una renovada Declaración Universal de los Derechos del Hombre, de acuerdo con las nuevas realidades de la sociedad y basadas en la Doctrina Social de la Iglesia».

Refiriéndose a los políticos en activo que ocultan la propia identidad cristiana, no dudó en señalar que cometen «infidelidad con Dios y deslealtad con los hombres». Esto hay que hacerlo, añadió, «siempre con la obligación de respetar la pluralidad de credos y comunicaciones, en nombre del derecho humano y de la libertad común».

En este contexto, «el político católico tiene un papel insustituible, porque el ojo cristiano ve en cada persona a un hijo de Dios, así impulsa su catolicismo sin discriminaciones, inspirado por el amor de Dios», añadió.

Consciente de que la persona «debe estar en el centro de todas nuestras tareas», el ministro de Trabajo de México denunció la pobreza y las desigualdades extremas entre unos países y otros.

«En muchos países pobres hay una gran reserva moral, demográfica, familiar, cultural y de solidaridad que permite que se pueda producir una gran sinergia con Europa»: «hoy Latinoamérica tiene mucho que aportar a Europa», afirmó.

El Congreso Católicos y Vida Pública –organizado por la Fundación Universitaria San Pablo-CEU–, que concluyó este domingo, ha tenido como objetivos en esta edición analizar, promover y canalizar la acción de los católicos en el ámbito social, político, económico y cultural a la luz de los principios actuales de la Doctrina Social de la Iglesia.

«Este Congreso es un espacio adecuado para afirmar el derecho y deber moral de los católicos de manifestación y actuación en la vida política», destacó Abascal, proponiendo «trasladar la metodología de este congreso a otros países».

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ZENIT Staff

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