Misa del cardenal primado de México por quienes quieren abortar

Respuesta al reconocimiento legal de la despenalización en la capital

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MÉXICO, lunes 8 de septiembre de 2008 (ZENIT.org-El Observador).- El México católico ha respondido, este pasado fin de semana, a la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de avalar la constitucionalidad de la ley que despenaliza el aborto hasta las 12 semanas en el Distrito Federal.

Dicha ley entró en vigor desde abril de 2007, sin embargo, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos tanto como la Procuraduría General de la República interpusieron un recurso de inconstitucionalidad que no fue avalado por la Corte.

Al tiempo que se abría en la Ciudad de México un santuario dentro del Panteón Civil para dar sepultura, de forma virtual, a los niños que se aborten en la aplicación de la ley que legaliza el aborto, el arzobispo primado de México, cardenal Norberto Rivera Carrera, celebró el domingo una misa ex profeso para pedir por las almas de quienes cometen aborto y de los concebidos abortados.

Durante la homilía en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, el purpurado subrayó que, no obstante el coro de voces que lo pide, casi lo exige, «la Iglesia Católica no puede callar ante crímenes que se están legalizando, ni ante las faltas de sus hijos».

La decisión que tomo la Corte de habilitar constitucionalmente la ley despenalizadora de la Asamblea de Representantes del Distrito Federal, ha recibido múltiples críticas por parte de la comunidad católica mexicana.

Entre ellas, la del arzobispo primado de México quien expuso en su homilía del día de ayer domingo, que «una iglesia muda no sirve ni a Dios ni a los hombres».

Más adelante señaló que «ante los grandes males de nuestro mundo no nos podemos encoger de hombros, no nos podemos paralizar, debemos mostrar nuestra solidaridad y nuestra corresponsabilidad levantando nuestra voz».

Tiempo de actuar

Prácticamente todos los titulares de los periódicos y boletines católicos que circulan en el país estuvieron dedicados a promover la visión católica de la cultura de la vida y a mostrar la oposición frente a la resolución tomada por 8 de los once ministros que conforman la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Dos de los que votaron en contra de la constitucionalidad de la ley –los ministros Azuela Güitrón y Aguirre Anguiano– en entrevista con Zenit-El Observador, apuntaron que la ley del Distrito Federal contraviene la Carta Magna mexicana (que sí tutela la vida del concebido) y que el papel de la defensa de la vida debe llevar a la sociedad mexicana a una acción mucho más decisiva para defender los derechos de la madre y del no nacido.

«El que en México se agrupe el segundo número mayor de católicos del mundo –dijo el ministro Mariano Azuela Güitrón a este medio– podría influir en el Constituyente y en el Poder Reformador de la Constitución que deben elevar a la Constitución los valores de la comunidad; pero la situación especial que se ha vivido en nuestra patria en relación con la religión explica múltiples contradicciones, entre ellas la que en parte deriva de la misma causa, a saber, la diferencia que se da entre los mismos católicos: unos, la minoría, viven su catolicismo como elemento integrador de toda la vida y encuentran en él los valores que aplican a sus compromisos cotidianos; otros, la mayoría, tienen un catolicismo de corte social que los vincula a ciertas prácticas religiosas, especialmente en acontecimientos como el nacimiento, el matrimonio y la muerte; un gran número no conecta su catolicismo con el tema del aborto».

Por otra parte, la Red de Académicos Católicos, representada por Jorge Traslosheros, Fernando Pliego y Rodrigo Guerra, publicó un desplegado –bajo el título «Tiempo de esperanza»– en diversos medios de comunicación mexicanos, en el que afirman su convicción «de que uno es el género humano», «la condición de de miembros de la misma especie nos hace hermanos, partícipes de una sola familia, por lo que estamos llamados a una convivencia solidaria, armónica y llena de esperanza. 

Por Jaime Septién

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ZENIT Staff

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