Misioneras entre los «apestados» del nuevo milenio

Entrevista con la presidenta de la Asociación Femenina Médico-Misionera

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CIUDAD DEL VATICANO, 15 mayo 2001 (ZENIT.org).- Africa y Asia viven entre la emergencia sanitaria del sida y la malaria cerebral, entre la falta de recursos de salud y las secuelas de la pobreza. La Asociación Femenina Médico-Misionera vive su misión entre estos «apestados» del nuevo milenio, en lugares que son siempre de frontera.

Son médicas y enfermeras, con una vocación eclesial de entrega total. Recientemente, han querido recordar a su fundadora, Adele Pignatelli, que murió hace tres años, con la inauguración de un nuevo departamento de terapia intensiva en el Hospital San Alberto de Zimbabwe. Desde hace dos meses, la asociación lleva a cabo, también en ese país, un programa en favor de las madres encinta y seropositivas.

En esta entrevista la doctora Elena Sangiorgi, presidente de esta Asociación, explica la manera en que estas mujeres conciben y viven la misión.

–¿Se podría decir que ustedes son misioneras en la línea de frente de la humanidad humillada?

–Sí, vivimos en primera línea porque las comunidades de la asociación están al servicio de las diócesis misioneras y, en modo específico, en hospitales y estructuras rurales. Tenemos que afrontar, por tanto, los problemas sanitarios más dramáticos del momento, sobre todo en algunos países de Africa. Uno de los más importantes, como se sabe, es el problema del sida. En Zimbabwe, donde nosotras estamos, el índice de seropositivos es del 26% y se eleva al 40% entre las mujeres embarazadas.

–¿En cuántos países realizan su obra y cuál es la situación sanitaria en esos lugares?

–En este momento, estamos presentes en Zimbabwe, India y Filipinas. Estamos pensando ahora en fundar también en Perú. En todos los países donde actuamos, y especialmente en sus zonas rurales, la situación en el campo sanitario es verdaderamente terrible, sobre todo en cuanto a la mortalidad infantil y materna. Tenemos muchos casos de madres jovencísimas que mueren a causa del parto porque viven muy lejos del hospital y, cuando llegan, las posibilidades de intervención son prácticamente nulas, o también porque no hay estructuras ni equipo suficientes.

–Su asociación no se limita sin embargo a la asistencia médico-sanitaria.

–No, trabajamos también en el campo social. Generalmente, al lado de nuestro proyectos sanitarios, creamos pequeños proyectos que van desde el microcrédito a los microproyectos agrícolas. Actualmente, en Zimbabwe hemos obtenido, también con financiación de la Conferencia Episcopal italiana y la Comunidad Europea, la posibilidad de instituir una explotación agrícola que servirá tanto para dar trabajo a las personas como para financiar el hospital y disponer de alimentos para los enfermos.

–Laicas, dedicadas por entero a la misión y profesionales. ¿De dónde nace una opción tan radical?

–La Asociación fue fundada hace cincuenta años por Adele Pignatelli, que era médica en Roma y que tuvo en aquellos años –en los que se pensaba mucho en el laicado y las misiones—la inspiración de este carisma: dar vida a una asociación de vida consagrada pero laica, con personas que trabajaban por el desarrollo en las misiones. Adele Pignatelli se sintió apoyada y animada por un sacerdote que se llamaba Juan Bautista Montini, quien después llegará a ser Pablo VI.

–¿Qué pensaba de todo esto Pablo VI?

–Adele Pignatelli era hija espiritual de monseñor Montini. Luego el Papa Pablo VI siguió siendo su director. Ella quería irse a las misiones, sola. Era el año 1941 y parecía un sueño imposible porque la guerra la privó muy pronto de dos de sus familiares. Pidió consejo a monseñor Montini y él le respondió que quizá el Señor quería de ella algo distinto, es decir que no se fuera personalmente a las misiones sino que enviara a otros.

Cuando Pablo VI le hizo esta propuesta, nuestra fundadora le respondió: «Yo no soy ni santa ni loca, y verdaderamente creo que no estoy capacitada para ello».

Entonces monseñor Montini le dijo: «Dios pide algo no sólo a los santos o a los locos, sino también a los humildes. Se lo pido en nombre de la Iglesia». Estas fueron más o menos las primeras palabras de las que nació nuestra Asociación.

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ZENIT Staff

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