Misionero polaco de una leprosería india, candidato al Nobel de la Paz

Como reconocimiento a la lucha contra la lepra y al diálogo interreligioso

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ROMA, 3 octubre 2002 (ZENIT.org).- El misionero de origen polaco Marian Zelazek, que desarrolla su ministerio en India desde hace 50 años para la erradicación de la lepra, es candidato al premio Nobel de la Paz de este año.

La propuesta presentada por un grupo de laicos, es apoyada por numerosos políticos, tanto de India como de Europa, científicos y personalidades del ámbito cultural, entre ellos dos premios Nobel polacos, Czeslaw Milosz y Wieslawa Szymborska.

El padre Marian ha recibido con sorpresa la noticia de su candidatura. La intención de los promotores es reconocer el trabajo de todos los misioneros dedicados a la lucha contra la lepra y al diálogo entre religiones y culturas.

«Mi trabajo no está orientado a ningún premio. Se dirige a reducir el sufrimiento de los pobres y de los enfermos», explica el padre Marian.

El padre Marian Zelazek, misionero del Verbo Divino, nació el 30 de enero de 1918. Su decisión de hacerse sacerdote cristalizó durante su educación escolar y en el seminario poco antes de la II Guerra Mundial.

Estuvo cinco años en el campo de concentración nazi de Dachau. Sobrevivió a pesar del trato brutal gracias a su determinación de ser sacerdote. Una experiencia que no le amargó, sino que le hizo profundizar en su fe, en la dignidad de cada ser humano, y desear hacer un mundo bueno siendo él bueno.

«No es difícil ser bueno, a condición de que uno quiera serlo», explica el candidato al Nobel de la Paz.

Cuando terminó la guerra, completó su educación en Roma y, tras su ordenación sacerdotal en 1948, se fue como misionero a India.

Durante los primeros 25 años de su estancia en el país, se dedicó a la educación de los aborígenes adivasi. Desde 1975 hasta hoy, ha trabajado en Orissa, en la ciudad de Puri, uno de los lugares santos de los hindúes.

En la periferia de esa localidad, organizó una colonia de leprosos que constituye el trabajo de su vida, lleno de amor por los últimos. Allí vive y trabaja entre los pacientes.

La colonia crece incesantemente y actualmente tiene 600 habitantes permanentes, en su mayoría pacientes en tratamiento. Este centro de acogida les ofrece casa, comida y ropa y acoge también a sus familiares. Los que quieren, pueden trabajar.

Los niños reciben un cuidado especial. Junto a la colonia, hay una escuela para los hijos de los leprosos. Entre los profesores, hay leprosos que se han curado. La escuela tiene sus propios dormitorios y campos de juego porque el padre Zelazek piensa que los niños no deben vivir entre gente enferma y no deben sentirse inferiores a los demás niños.

El padre Zelazek busca en todo el mundo padres adoptivos a distancia para financiar la educación de estos niños.

La colonia tiene su propio hospital y una clínica dental, así como una fábrica textil, una sastrería y una tienda de ropa. Mantiene su propia huerta y una granja de pollos que producen lo necesario para mantener a los miembros de la colonia y una cantidad extra para vender en el mercado.

Pero el padre Zelazek no trabaja sólo en la colonia. Ha organizado a los habitantes de la aldea cercana para construir un dique y proteger sus casas y campos de las inundaciones.

En su labor, el padre Zelazek se ha abstenido escrupulosamente del proselitismo prefiriendo ser un testimonio vivo de los valores del Evangelio. Ha construido una iglesia en medio de la ciudad, que ha atraído sin embargo las críticas de «proselitismo» por parte los fundamentalistas. Junto a la iglesia ha levantado una librería y un centro de diálogo interreligioso.

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ZENIT Staff

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