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Mons. Arizmendi: Traducciones bíblicas y litúrgicas a los idiomas indígenas

Derecho a escuchar la Palabra de Dios y de celebrar la liturgia en su propio idioma

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NUEVA LEY SOBRE TRADUCCIONES LITURGICAS 
+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas

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Hace más de diez años, las comisiones episcopales de Liturgia, Biblia, Doctrina de la Fe, Cultura y Pastoral Indígena, de nuestra Conferencia Episcopal, revisaron las traducciones de la Misa a los idiomas indígenas tseltal y tsotsil de nuestra diócesis. Estuvieron con nosotros en dos ocasiones, tres días cada vez, para analizar los textos, juntamente con nuestros traductores, sacerdotes, diáconos, religiosas, catequistas y otros fieles laicos, que por años las habían realizado, consultándolas siempre con las comunidades. Preguntaban el por qué de una palabra, de un giro, de una circunlocución, de  un símbolo. Hicieron las observaciones y correcciones que consideraban oportunas. Después, se presentaron las traducciones al pleno de la Conferencia Episcopal, que en forma unánime les dio su aprobación. Se mandaron a Roma, a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, para solicitar el respectivo reconocimiento, la recognitio, que en la práctica era la aprobación final y decisiva, como si lo hecho por la Conferencia Episcopal no fuera digno de confianza. Allá nos han presentado dudas y objeciones, que hemos tratado de explicar, conforme a la cultura local. Desconociendo lo propio de la cultura indígena local, es muy difícil que se comprendan otros lenguajes, algunas palabras y ciertos giros, que dicen lo mismo, pero con otras formas y expresiones. Desde luego que hemos procurado ser siempre fieles a la fe católica y a la liturgia universal de la Iglesia.
Ante tanta tardanza y resistencia en concedernos la recognitio, a pesar de visitas y diálogos que hemos tenido, acudimos directamente al Papa Francisco. Nos dijo que esta práctica debía cambiar, pues es imposible que en Roma se conozcan todas las culturas; no pueden definir allá lo que no se conoce. Desde hace más de tres años, nos dijo que serían las Conferencias Episcopales de cada país las que deberían aprobar estos textos, siempre en comunión con la Sede Apostólica, pues no se puede tener una auténtica liturgia católica sin esta comunión eclesial.
Lo mismo nos pasó con la traducción náhuatl de la Misa. Se hizo la traducción con el trabajo arduo de más de cuarenta traductores de las casi 20 diócesis del país donde se habla este idioma. El proceso fue acompañado por las mismas cinco comisiones de la Conferencia Episcopal, para cuidar la fidelidad litúrgica, bíblica, teológica y cultural. Fue aprobada por la asamblea episcopal y enviada a Roma. Desde allá, han objetado unas palabras en náhuatl que, fuera del contexto cultural, no se comprenden rectamente; pero aquí, no presentan ningún problema doctrinal o pastoral.
Este largo proceso y la tardanza en aprobar estas traducciones, llegó a causarnos desalientos, cansancios, resistencias. Sin embargo, la promesa del Papa y su visita a Chiapas nos alentó mucho.

PENSAR

Por fin, el 3 de septiembre de este año, se publicó el cambio esperado, por orden precisa del Papa Francisco. Se modificaron dos parágrafos del canon 838 del Código de Derecho Canónico.
El parágrafo 2 indica que a la Sede Apostólica corresponde, entre otras cosas, dar la recognitio, que es como la aprobación final, a las adaptaciones que hayan aprobado las Conferencias Episcopales, para cuidar la fidelidad a la fe y a la sana tradición de la Iglesia. Esto es correcto y adecuado, pues se trata no de traducciones, sino de adapataciones, como cambiar unos símbolos por otros, unos ritos por otros, y esto es muy delicado. De todos modos, son las Conferencias Episcopales las que aprueban estas adaptaciones; pero su aprobación no es la definitiva, sino la de Roma.
El cambio más importante está en el parágrafo 3. Lo transcribo en latín: § 3. Ad Episcoporum Conferentias spectat versiones librorum liturgicorum in linguas vernaculas fideliter et convenienter intra limites definitos accommodatas parare et approbare atque libros liturgicos, pro regionibus ad quas pertinent, post confirmationem Apostolicae Sedis, edere.
En lo esencial, dice que a las Conferencias Episcopales corresponde no solo preparar las traducciones y luego enviarlas a Roma para su reconocimiento o aprobación final, como se decía antes en el mismo canon, sino que les compete aprobar dichas traducciones. A Roma, por tanto, solo le toca confirmar lo aprobado por los obispos de un país, y esto solo para la edición de los libros litúrgicos. ¿Qué es confirmar? No es la recognitio de antes; no es revisar texto por texto, como lo hacían hasta ahora. Es, a mi entender, comprobar que el proceso seguido por los obispos es correcto, pues no todas las Conferencias tienen los recursos humanos para hacer una aprobación confiable. Sería absurdo que allá quisieran volver a hacer la revision palabra por palabra. Entiendo que les toca solo confirmar que lo hecho por obispos ha sido conforme a la fe y a las normas de la Iglesia. Este es un cambio muy notable, que los pueblos originarios agradecen de corazón. 
ACTUAR
Animamos a los obispos y demás agentes de pastoral de otras regiones del país, y de otras naciones, para que dediquen tiempo, personal y recursos, que hagan las traducciones bíblicas y litúrgicas a los idiomas indígenas, pues es un derecho que ellos tienen de escuchar la Palabra de Dios y de celebrar la liturgia en su propio idioma.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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