Zona rural en Senegal © FAO: Eduardo Soteras Jalil

Mons. Chica Arellano: «Llegar a los más pobres en las áreas rurales»

A los representantes de la ONU para la Alimentación y la Agricultura

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(ZENIT – 19 junio 2019).- Monseñor Fernando Chica Arellano, Observador Permanente de la Santa Sede intervino ayer, 18 de junio de 2019, ante los representantes de las Organizaciones y Organismos de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, FIDA, PMA), reunidos en la sede de la FAO en Roma.

El tema de su discurso fue «Asumir el desafío de llegar a los más pobres en las áreas rurales. Lanzamiento del marco corporativo de la FAO para la pobreza extrema rural”. En él, Monseñor Chica Arellano, señaló que en lo referente a la miseria y la emergencia alimentaria, la situación se agrava actualmente en muchos contextos, desde el África subsahariana hasta el sudeste asiático y América Latina.

Después habló sobre los factores que determinan esta realidad (la deteriorada situación económica mundial, el empeoramiento de las condiciones ambientales, los conflictos que perturban y desangran a muchos países, los extremos fenómenos climáticos) y señaló que se trata de condiciones estructurales que no se pueden definir exclusivamente mediante la cuantificación económica.

También explicó que dicha actitud, “de usar sólo índices monetarios para definir problemas de mayor alcance que, en realidad, están estrechamente relacionados con el nivel de vida, el acceso al estudio, la protección de la salud y una nutrición adecuada, derechos estos que se refieren a la dignidad de las personas en sentido amplio” produce la vulneración de dichos derechos, especialmente en las zonas rurales.

En cuanto a los propuestas para enfrentarse a este fenómeno, el representante vaticano indicó que la Santa Sede no pretende sustituir a los que verdaderamente toman las decisiones económicas y políticas, pero sí llama a la comunidad internacional, la sociedad civil y todos aquellos que presentan recursos a ofrecer soluciones, actuando de “manera rápida y coordinada” y sumando “esfuerzos y perspectivas”.

Igualmente, subrayó que para combatir el problema hacen falta “acciones”, no bastan las palabras, y que es necesario “invertir en las regiones rurales, dedicar a ellas recursos de todo tipo, también financieros, porque el éxodo del campo a la ciudad es una tendencia global que no se puede ignorar”.

Monseñor Fernando Chica Arellano, hizo referencia a la propuesta del Papa Francisco de favorecer las tres T: “Tierra, Techo, Trabajo, para que, efectivamente, “tengamos una patria sin esclavos ni excluidos”.

Finalmente ha instado a los participantes en dicho encuentro, personas con papeles destacados en organizaciones internacionales, a que salgan al “encuentro de los desfavorecidos”, y a que conviertan “las intenciones y propósitos en acciones válidas” que finalmente permitan “recuperar la solidaridad y la atención hacia los más débiles como valores esenciales de nuestra conducta”.

A continuación exponemos el discurso íntegro.

***

Discurso de Monseñor Fernando Chica Arellano

Señora Vicedirectora General de la FAO,

Excelencias,

Distinguidos Profesores,

Señoras y señores,

Queridos amigos,

Agradezco la oportunidad que hoy se me ofrece de reafirmar algunos principios que la Santa Sede considera importantes para la promoción del desarrollo rural y la erradicación de la pobreza extrema, flagelo que azota de manera cruel a muchas personas en la hora presente. En efecto, la miseria y la emergencia alimentaria siguen siendo en nuestros días vexatæ quæstiones, y no dejan de afligir a los más débiles de nuestro planeta, truncando sus vidas e impidiéndoles de esta forma mirar al futuro de forma confiada y serena.

La situación actual en la que vivimos se agrava y se deteriora en muchos contextos: desde el África subsahariana hasta el sudeste asiático y América Latina. Los datos publicados tanto por el Banco Mundial (Poverty and Shared Prosperity 2018: Piecing Together the Poverty Puzzle. World Bank 2018), como por esta Organización que nos acoge (Panorama de la pobreza rural en América Latina y el Caribe. Soluciones del siglo XXI para acabar con la pobreza en el campo, FAO 2018), revelan cómo varios factores, que a veces se entretejen y complementan, han determinado nocivamente la realidad existente. Entre ellos cabe destacar la deteriorada situación económica mundial, el empeoramiento de las condiciones ambientales, los conflictos que perturban y desangran a muchos países, los extremos fenómenos climáticos. Son cuestiones que vienen analizadas en el documento sobre la pobreza rural extrema que hoy se presenta. El Papa Francisco también ha reflexionado al respecto, constatando con pesar que, en muchas regiones de la tierra, numerosos hermanos nuestros padecen porque «el aire está viciado, los recursos naturales esquilmados, los ríos contaminados, los suelos acidificados; no tienen agua suficiente para ellos mismos ni para sus cultivos; sus infraestructuras sanitarias son muy deficientes, sus viviendas escasas y defectuosas» (Discurso en la ceremonia de apertura del 42° periodo de sesiones del Consejo de Gobernadores del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola – FIDA. 14 de febrero de 2019). Se trata de condiciones estructurales que conducen a la pobreza extrema, cuya identificación no puede reducirse, como por desgracia suele hacerse, a una mera cuantificación económica. Una actitud que se debe a la tendencia reduccionista de usar sólo índices monetarios para definir problemas de mayor alcance, que, en realidad, están estrechamente relacionados con el nivel de vida, el acceso al estudio, la protección de la salud y una nutrición adecuada, derechos estos que se refieren a la dignidad de las personas en sentido amplio, a sus condiciones existenciales, y que han de medirse por el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), mencionado en el documento objeto de nuestra atención. La vulneración de estos derechos se produce, sobre todo, en las zonas rurales, que a menudo son sinónimo de aislamiento y abandono.

Frente a evidencias y constataciones empíricas tan incómodas, y teniendo en cuenta que todavía hay demasiadas personas que viven en esta condición de extrema pobreza, ¿cómo podemos hacer frente a este fenómeno endémico?

Al proponer sus consideraciones, la Santa Sede no pretende sustituir a quienes tienen el deber de tomar decisiones políticas y económicas, pero reconoce que «es necesaria la ayuda de la comunidad internacional, de la sociedad civil y de aquellos que poseen recursos […] para ofrecer soluciones concretas y reales» (Discurso en la ceremonia de apertura del 42° periodo de sesiones del Consejo de Gobernadores del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola – FIDA. 14 de febrero de 2019). En este sentido, se requiere actuar de manera rápida y coordinada, porque sólo sumando esfuerzos y perspectivas, sólo colaborando lealmente se pueden identificar soluciones para enfrentarnos al fenómeno que nos ocupa, que es de alcance global.

La pobreza extrema se combate con acciones dirigidas a promover el desarrollo rural integral. Digo “acciones” porque no bastan las meras palabras, los discursos grandilocuentes, los dosieres y la multiplicación de reuniones. Es necesario emprender iniciativas concretas para erradicar la pobreza, luchar contra el hambre y promover la soberanía alimentaria. Es importante invertir en las regiones rurales, dedicar a ellas recursos de todo tipo, también financieros, porque el éxodo del campo a la ciudad es una tendencia global que no se puede ignorar.

En varias ocasiones, el Papa Francisco, en diálogo con los movimientos populares, ha puesto de relieve la importancia de favorecer las tres T: Tierra, Techo, Trabajo, para que tengamos una patria sin esclavos ni excluidos.

Tierra, porque solamente la autonomía y la soberanía alimentaria pueden permitir que las poblaciones locales que viven en áreas rurales puedan proveerse de su propio sustento, sin estar atenazadas por subsidios y medidas impuestas desde el exterior. Techo, porque la vivienda es un derecho inalienable. Por consiguiente, desarrollar políticas que permitan a las personas disfrutar de una vivienda es necesario para combatir la exclusión social de un número muy elevado de personas y familias que no tienen acceso a una vida digna. Son seres humanos que forman un microcosmos con frecuencia marginado, signado por la desesperación, el hambre y el miedo. Trabajo, porque el trabajo decente es el medio privilegiado para erradicar la pobreza y permitir la emancipación social. Esta triple coordenada revela lo fundamental que es invertir en la expansión de los sistemas de protección social y los programas de asistencia social (cf. Francisco, Discurso a los participantes en el encuentro mundial de los Movimientos Populares. 28 de octubre de 2014; Francisco, Discurso en el II encuentro mundial de los Movimientos Populares. Santa Cruz de la Sierra, 9 de julio de 2015).

Esta reunión no puede quedarse enclaustrada entre estas paredes, ni sus conclusiones encerradas en una bella publicación y nada más. Nuestro encuentro ha de convertirse en un grito, en un pujante acicate que invite a los aquí presentes, con papeles destacados en el seno de los Estados y los Organismos internacionales, a salir al encuentro de los desfavorecidos, a llegar de forma eficaz hasta ellos, que no son meros números, ni simples estadísticas. Son personas que buscan y solicitan una especial atención. Entonces, el lanzamiento de este marco corporativo puede transformarse en una oportunidad adicional, que contribuya al desarraigo de la pobreza extrema a través de la promoción del desarrollo rural integral, con vistas a la mejora de las condiciones de vida de cada uno en particular y de la familia humana en su conjunto. Únicamente de esta manera podremos superar la inhumana globalización, de la que el Papa Francisco habla a menudo, y que se caracteriza por la indiferencia ante el sufrimiento ajeno y el declive de la idea del bien común (cf. Francisco, Mensaje para la celebración de la XLIX Jornada Mundial de la Paz. 8 de diciembre de 2015).

Estoy seguro de que el lanzamiento de este marco corporativo contribuirá a la mejor realización del lema de la FAO, “Fiat panis”, si logramos traducir las intenciones y propósitos en acciones válidas, si de una vez por todas los compromisos se convierten en realidades que favorezcan políticas nacionales y locales en apoyo de las regiones rurales, y si nuestras vidas reflejan nítidamente que es posible rechazar el consumismo y recuperar la solidaridad y la atención hacia los más débiles como valores esenciales de nuestra conducta. ¡Gracias!

© Librería Editorial Vaticana

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Larissa I. López

Larissa I. López es licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Sevilla, Máster en Artes de la Comunicación Corporativa y Doctora en Comunicación por la Universidad CEU San Pablo de Madrid. Su trayectoria profesional ha transcurrido entre el ámbito de la comunicación y el de la docencia. Como redactora, ha colaborado con medios como Aceprensa, Pantalla 90 o CinemaNet. Como profesora, por su parte, ha impartido clases en la universidad y en centros de FP y bachillerato. En estos últimos realizaba también tareas relacionadas con la comunicación (redes sociales y edición de contenidos). Cordobesa de nacimiento también ha vivido en Sevilla, Madrid y Roma.

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