El arzobispo Konrad Krajewski, de 50 años, que ha sido durante 13 años miembro de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas, estuvo junto a Juan Pablo II durante siete años, hasta el final de sus días terrenos. El prelado polaco fue también uno de los testigos de la muerte del Pontífice el 2 de abril de 2005. Además, participó activamente en la organización de la misa de exequias por el ‘Papa Viajero’.
La imagen gráfica que sintetizó este acontecimiento sin precedentes en la historia de la humanidad, convocando a unos tres millones de peregrinos en la Ciudad Eterna, fue ese Evangelio de cubiertas rojas, abierto, colocado por el propio Monseñor Krajewski encima de su sencillo ataúd de madera de ciprés. El viento, que durante la celebración eucarística azotó la plaza de San Pedro, abrió sus páginas como queriendo llevar a los cinco continentes la Palabra de Dios…
A sólo un día de la canonización de Juan Pablo II, presentamos este breve testimonio del ahora Limosnero Apostólico, publicado en italiano en la página oficial de Facebook de la Causa de Karol Wojtyla.
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Testimonio de Su Excelencia Mons. Konrad Krajewski, Limosnero Apostólico, Ceremoniero durante el pontificado de Juan Pablo II
Después de la muerte del Santo Padre vagabundeaba por los pasillos vaticanos llorando, pero sin dejar de cumplir con mi papel de ceremoniero. Tal vez fue la primera vez en mi vida que no me avergüenzo de las lágrimas. Pero esas lágrimas se derramaron por mí:
porque no me parecía a él,
porque yo no era un santo,
porque no me había entregado a Dios del todo,
porque yo no era simplemente Totus Tuus.
No puedo recordar lo que pensaba mientras llevaba el Evangelio para ponerlo en el ataúd de Juan Pablo II. Sólo quería hacerlo de una manera digna. Como se hace con el libro más importante de la vida: el libro de la vida de Juan Pablo II.
Colocando ese importantísimo Libro de la luz sobre su ataúd me sentía indigno de aquel gesto. Me sentí tan pequeño y tan pecador. Rezaba a Dios para que supiese llevarlo en mi vida tal y como lo hacia Juan Pablo II. Para que no lo cerrase nunca.
