Monseñor Eugenio Romero Pose, «un teólogo de raza»

OVIEDO, lunes, 26 marzo 2007 (ZENIT.org).- Monseñor Eugenio Romero Pose, obispo auxiliar de Madrid, uno de los teólogos expertos en Patrística más conocidos del panorama mundial, falleció el 25 de marzo, a los 58 años de edad, en Madrid, después de una larga enfermedad.

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Así le recuerda, en este artículo, monseñor Raúl Berzosa Martínez, obispo auxiliar de Oviedo.

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Un teólogo de raza

La noticia nos llegaba muy temprana: D. Eugenio Romero Pose, actualmente obispo auxiliar de Madrid, había fallecido el día de la Anunciación, tras una larga enfermedad. Quienes le conocimos, primero como profesor en la Facultad de Teología de Burgos, y más tarde como compañero en la docencia y teólogo, podemos decir de él, sin dudarlo, que ha sido uno de los teólogos más representativos y notables del panorama teológico español del siglo XX.

Supo hacer realidad el triple programa señalado por el Concilio Vaticano II: vuelta a las fuentes puras y genuinas de la patrística, diálogo sincero con la cultura de nuestro tiempo, y atención a la dimensión pastoral de la teología.

Las tres dimensiones las cultivó con maestría, pero sin duda la patrística fue el campo donde nos legó sus mejores aportaciones. Junto al fallecido jesuita padre Orbe y al joven teólogo J. J. Ayán, han sabido abrir una escuela reconocida mundialmente, sobre todo cuando se trata de hablar de San Ireneo o San Justino.

¡Cuántas veces escuché de labios de D. Eugenio, las conocidas frases de San Ireneo!: «Dios se hace hombre para que el hombre se haga Dios. La gloria y felicidad de Dios es que el hombre viva. Y la gloria y felicidad del hombre es la visión de Dios».

Su labor en la Conferencia Episcopal ha sido muy fructuosa. Los importantes documentos emanados por la Comisión de la Doctrina de la Fe, de la que era Presidente, y otros más recientes aprobados en Asamblea Plenaria, llevan su sello y su acertado saber hacer.

Quiero destacar, finalmente otra faceta de D. Eugenio Romero: su cercanía al monasterio de Clarisas de Lerma. Con frecuencia les repetía tres verdades de nuestra fe: el amor apasionado a Jesucristo, el amor sincero a la Iglesia como Cuerpo y presencia de Cristo, y las claves de una auténtica espiritualidad de encarnación. Creía y valoraba la vida de especial consagración como don del Espíritu.

En estos momentos, no sólo Madrid o Galicia, su tierra natal, sino toda la Iglesia española llora la muerte de un hijo tan sabio como humilde, tan clarividente como espiritual, tan español como universal. Sabemos que con su muerte no le hemos perdido: hemos ganado un intercesor. Gracias, D. Eugenio por tu obra y por el testimonio de tu vida.

+ Raúl Berzosa Martínez, obispo titular de Arcavica y auxiliar de Oviedo

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ZENIT Staff

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