Monseñor Fernando Sebastián: Confesiones de un obispo

Entrevista con el arzobispo emérito de Pamplona

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PAMPLONA, sábado, 8 septiembre 2007 (ZENIT.orgVeritas).- Tras conocerse el pasado 31 de julio que el Papa Benedicto XVI había aceptado la renuncia de monseñor Fernando Sebastián Aguilar, por razones de edad, al gobierno pastoral de la archidiócesis de Pamplona y de la diócesis de Tudela, el prelado, considerado como uno de los grandes intelectuales en vida de la Iglesia católica, hace un balance de su vida y de la actual coyuntura eclesial en esta entrevista concedida a la agencia Veritas.

Monseñor Sebastián, nacido en Calatayud, provincia de Zaragoza, el 14 de diciembre de 1929, es religioso de la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (Misioneros Claretianos).

Catedrático de Teología, fue rector de la Universidad de Salamanca de 1971 a 1979. Ese año fue nombrado por Juan Pablo II obispo de la Diócesis de León. Sucesivamente fue secretario General de la Conferencia Episcopal Española, arzobispo coadjutor de la Diócesis de Granada, vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, y arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela desde 1993.

–¿Qué ha aprendido a lo largo de sus años como pastor de la Iglesia?

–Monseñor Fernando Sebastián: He aprendido muchas cosas. La labor del obispo es muy amplia, muy compleja, te permite y te obliga a relacionarte con muchas personas, por lo que simplemente en el plano humano ya se aprende mucho.

Se comprende mucho mejor la vida, la misión, la importancia de la presencia de la Iglesia en el mundo, la riqueza del mensaje de Jesucristo. Puedo decir que hasta que no comencé a ser obispo, a pesar de todos los estudios y todas las clases, no había percibido nunca tan intensamente la realidad de la Iglesia, la realidad de la presencia de Jesucristo en la vida de los hombres, en la vida de nuestro mundo. La riqueza inagotable del Evangelio, de las parábolas, de la doctrina, de los mandamientos de Jesús, el mandato del Amor, el mandato de la piedad hacia Dios, de la confianza en su Providencia.

En resumen, el ejercicio del ministerio de obispo te permite entrar mucho más adentro del misterio de la Salvación, de la presencia y de la acción de Dios en nuestra vida, porque queda toda la vida entregada muy intensamente al servicio de esta misión. No niego que en otro tipo de vida se puedan obtener estos mismos frutos, estos mismos bienes, pero en mi itinerario de 28 años como obispo esta ha sido la experiencia más profunda.

–¿Recuerda algún hecho concreto que avale esa experiencia de la presencia de Dios?

–Monseñor Fernando Sebastián: La reflexión que uno va haciendo continuamente sobre los acontecimientos, la hace siempre desde esa perspectiva de la fe, de la enseñanza de Jesús. Pero sí, también hay muchos encuentros con personas: personas que ocupan cargos de responsabilidad, con enfermos, personas sencillas, del pueblo que vienen a confiarte sus preocupaciones, confidencias de jóvenes, de presos que te muestran como en la última profundidad del hombre, lo que da paz, lo que da libertad, lo que da consistencia a la vida es poder confiar en el Amor de Dios.

–¿Es distinta la espiritualidad que vive un sacerdote recién ordenado a la que se puede vivir después de los años?

–Monseñor Fernando Sebastián: Sí, por supuesto. En el ejercicio del ministerio, al igual que en la vida humana, la edad y las experiencias que se van acumulando te dan más realismo, te dan una visión más amplia y a la vez más concreta de la complejidad y de la riqueza de la vida humana, de la de los demás y de la de uno mismo. Te purifica de muchas cosas. El ejercicio del ministerio, aunque a veces se diga o se crea lo contrario, supone mucha abnegación, tienes que estar viviendo a merced de los demás. En la vida de obispo ni el horario ni los temas, ni las opiniones, ni prácticamente nada de tu vida responde a un gusto o un capricho personal, responde más bien a las necesidades de los demás y por otro lado a la fidelidad a la misión que te han encomendado.

En definitiva fidelidad a la persona y a la Palabra de Jesús. Medio en broma suelo decir que nunca he obedecido tanto como cuando he sido obispo. Obediencia a las necesidades de la Iglesia y de las personas, y obediencia muy de corazón al mensaje de Jesús y a las encomiendas de la Iglesia. Te sientes un servidor y la vida entera es un servicio y una entrega a una causa en la que uno cree con todo el corazón.

Por lo tanto, el vivir entregado a esta causa no te pesa sino que te llena, te da mucha satisfacción. Ahora precisamente en el momento de despedirme, las alegrías más grandes que estoy recibiendo son cuando alguien me dice que mi presencia, o mi palabra o mi predicación o mis escritos, le han ayudado a vivir con fe, con esperanza, con generosidad su propia vida.

–La imagen que todos tenemos de don Fernando es de una persona muy íntegra, muy segura de su fe. ¿Ha tenido su «noche oscura», su etapa de dudas de fe?

–Monseñor Fernando Sebastián: No, gracias a Dios nunca he tenido «noche oscura» de la fe. He tenido momentos en los cuales me costaba sintonizar o armonizar temas, datos, etc., pero nunca he experimentado lo que se denomina como noche oscura de la fe. Si recuerdo haber pasado una crisis a los pocos días de entrar en el noviciado que me tuvo a punto de marcharme a casa, pero desde entonces, un día de la Asunción, el 15 de Agosto, tuve como una iluminación, experimenté una fuerza muy grande que me llevó a reflexionar y pensar sobre lo que iba a hacer.

–¿Cómo valora la incorporación de las nuevas tecnologías a la Pastoral y a la Liturgia?

–Monseñor Fernando Sebastián: Valoro mucho el hecho en sí de la aparición de las nuevas tecnologías. La riqueza de la creación y del talento de esta criatura extraña que es el hombre para poder descubrir en el mundo estas maravillas que Dios ha puesto para el bien nuestro. Otra cosa que me sorprende hasta cierto punto y sobre la que suelo reflexionar es sobre cómo es posible que los hombres seamos tan cortos, para que cuando y cuanto mejor conocemos el mundo, menos alabamos al Creador. Investigamos, encontramos maravillas que nos sirven extraordinariamente, y en vez de reconocer que alguien las ha puesto pensando en nosotros, nos envanecemos como si fueran invento nuestro. Está claro que la ciencia, la técnica, la abundancia hacen que nos olvidemos de Dios. Por eso, desde un punto de vista cristiano no resulta difícil congratularse por todo lo que sea progreso en el conocimiento, la salud, y las comunicaciones humanas, y por supuesto en la puesta al servicio de la difusión de la palabra de Dios de toda esa tecnología. Sería importante también que todo ese saber, todo ese progreso tecnológico fuese puesto al servicio de los más pobres, haría falta que la humanidad culta, la humanidad rica tuviese esa sensibilidad de remediar la pobreza de los demás y de compartir sinceramente.

Digo lo de compartir sinceramente porque muchos de los proyectos de solidaridad son una mera hipocresía y una especie de puro cumplimiento porque ayudamos escasísimamente, muy por debajo de sus necesidades y muy por debajo de nuestras posibilidades. Seguramente si los gobiernos, que al fin y al cabo son los gestores de los recursos humanos y económicos de los países, se tomasen en serio la eliminación de la pobreza, esto sería hoy posible poniendo todo el conocimiento y todo el saber con las nuevas técnicas y tecnologías al servicio de esta causa y al servicio de la erradicación de enfermedades y de otros problemas que afectan a la humanidad.

–La Iglesia ha sido siempre una gran precursora de estas iniciativas de ayuda, se podría decir que su ejemplo no repercute socialmente?

–Monseñor Fernando Sebastián: Las grand
es colectas de la Iglesia en España superan con creces a las ayudas que el Gobierno de España da, bastaría con que dedicáramos un tanto por ciento un tanto significativo de nuestros presupuestos y de los presupuestos de todos los países de tradición cristiana para que la pobreza fuera sensiblemente reducida. Lo que hacemos desde Cáritas u otras organizaciones católicas es parchear la situación, pero no podemos modificar sustancialmente las características de la vida de estos países pobres.

–Pero lo cierto es que la Iglesia ha ido perdiendo recursos en muchos campos sociales al ir haciéndose cargo de ellos el propio Estado (cambio de manos en la gestión de centros hospitalarios o en la desaparición de servicios que antaño se ofertaban desde las parroquias o monasterios y que hoy están en manos públicas o privadas). ¿Ha sido esto un proceso natural y positivo o por el contrario el resultado de una dejación de funciones por parte de la propia Iglesia y por la falta de un apoyo humano y económico de la comunidad cristiana?

–Monseñor Fernando Sebastián: No creo que sea una dejación, creo que es un proceso hasta cierto punto normal. Se suele citar con respecto a este asunto el caso del invento de los bomberos en París, la Iglesia ha inventado muchas cosas, la Caridad Cristiana, los hospitales, los psiquiátricos, son instituciones que la Iglesia los ha iniciado con muy pocos recursos. Pero cuando esta necesidad es reconocida y asumida socialmente lo lógico es que sea asumida por la vida civil. Sin duda el sentimiento de solidaridad de una sociedad ha sido cultivado e iluminado desde siempre por la Iglesia pero porque la Iglesia es parte de esa sociedad y como parte de ella influye.

–Pero, una vez asumidos estos servicios por la sociedad civil, ¿no se le podrá pedir que los gobierne y gestione con los criterios de la Iglesia?

–Monseñor Fernando Sebastián: Que los gobierne con los mejores criterios, con los criterios de la naturaleza humana. El criterio para estar en la verdad y para hacerlo bien tampoco puede ser el de disentir de la Iglesia. La Iglesia entre otras cosas es también un proceso cultural iluminado, purificado y enriquecido por la revelación de Dios. Si eso ha dado algún buen resultado en la historia de la humanidad, como así parece, ¿por qué la sociedad y el estado no lo va a aprovechar? El laicismo, se mire de donde se mire, es una desgracia, es un error, una pérdida y un riesgo muy grande, porque significa apartarse de un caudal de cultura que ha dado buenos resultados.

El tema de las relaciones entre la Iglesia y el Estado es muy complejo, y ahora se está simplificando tratando de una manera en la que lo que se transmite es la idea de que para purificar la vida civil habría que depurarla de todas la influencias de la Iglesia. El cristianismo no es ni una enfermedad ni una perversión, por lo tanto por el simple hecho de eliminar de nuestra vida las influencias cristianas no siempre vamos a ganar.

–Últimamente crece el fenómeno del cierre de conventos, especialmente de clausura, los denominados «pulmones de la Iglesia». ¿Qué consecuencias se puede derivar de este fenómeno?

–Monseñor Fernando Sebastián: Las consecuencias ya están siendo deplorables. Las causas son muy difíciles de analizar de verdad. Se habla de la pérdida de vigor religioso en la sociedad, ha disminuido mucho el tanto por ciento de personas intensamente practicantes del cristianismo, que es de donde surgen estas vocaciones de especial consagración, pero es que también ha disminuido mucho el número de jóvenes, de hijos. Si de una media de 8 hemos pasado a una media que no llega a 2, hay muy poco para escoger. Podría darse el hecho que la proporción de vocaciones actual respecto del número de hijos actual, es la misma de antes. Es decir, ahora hay ocho veces menos de vocaciones, ya pero es que hay ocho veces menos de hijos. Por lo tanto antes de entrar en el aspecto más religioso del fenómeno hay que valorar el hecho demográfico.

Ello no obsta para analizar y afirmar el hecho de que en las familias de bautizados ya no existe la experiencia de vida religiosa. Esta falta de vocaciones ha fomentado también que los casos de nuevas vocaciones al servicio de la Iglesia se den en personas con una edad más madura.

Respecto a las consecuencias. ¿Qué puede ocurrir? Bueno, está ocurriendo ya, lamentablemente muchas de las actividades de la Iglesia se están teniendo que abandonar: colegios que se cierran o traspasan a personas laicas que en un primer momento siguen manteniendo el espíritu religioso de su fundación, pero vamos a ver cuánto dura esta fidelidad.

–El tema del terrorismo ha sido abordado repetidamente por usted a lo largo del ejercicio de su labor como pastor de la Iglesia: ¿Qué esperanza puede aportar la Iglesia frente al terrorismo?

–Monseñor Fernando Sebastián: La aportación de la Iglesia respecto a este tema es la de la educación de las conciencias. El freno más fuerte al terrorismo de ETA ha sido siempre el del rechazo moral de la sociedad, y en ello ha tenido mucha parte la Iglesia. Cuando se dice que la Iglesia no ha intervenido, yo respondo que intervenimos en los que es nuestra competencia, la de la educación de las conciencias. Motivar, sostener, el rechazo y el principio de ninguna colaboración con el terrorismo. Si nuestra juventud hubiera caído en la trampa de seguir las consignas de ETA ¿Qué hubiera sido esto?

Es muy importante que haya un rechazo moral firme y generalizado en toda la sociedad. Que este rechazo moral sea más fuerte que cualquier proyecto político, que nadie se aproveche del terrorismo para nada, sino que todas fuerzas políticas trabajen, incluidos los mismos nacionalistas no violentos, democráticos, trabajen conjuntamente para hacer imposible la actuación y la existencia de ETA. Ese tiene que ser el trabajo de la Iglesia. La Iglesia en España, en el País Vasco y en Navarra ha aportado mucho, pero quizá haya que aportar más en esta misma línea. Animar a la gente a rechazar no solo las consecuencias sino también las causas de la violencia en la política.

–¿Qué orientaciones pastorales ha sugerido usted a los sacerdotes de su Diócesis que desarrollan su labor pastoral en zonas de fuerte presencia de la izquierda abertzale?

–Monseñor Fernando Sebastián: Mis exhortaciones han ido siempre en la misma línea, no caer en la tentación de politizar su ministerio, de ponerse al servicio, ni buscar la complacencia ni aprobación de ninguna fuerza política.

Se trata de llegar a la gente, eso sí a todos, con el mensaje de Jesús, que es un mensaje de respeto, de convivencia, de relativización de todos los mitos y todos los ídolos. Les he pedido que hagan una labor de educación en la verdad con los jóvenes, porque muchas de estas causas radicales y violentas o previolentas se fundamentan en la mentira, en la caricaturización de los demás, en aumentar los contrastes, en crear artificialmente incompatibilidades que no tendrían por qué existir.

La Iglesia tiene que hacer una gran labor educativa deshaciendo falsedades, ayudando a la gente a encontrar la verdad, cosa que hace falta en toda nuestra vida política. Si la vida política es de verdad un servicio al bien común, la búsqueda del bien común de un mismo grupo humano tendría que provocar un movimiento de convergencia y de acercamiento entre las fuerzas políticas.

–¿Qué futuro le espera a la Iglesia en España en un hipotético nuevo marco territorial, político?

–Monseñor Fernando Sebastián: Desde el Concilio hasta el actual Papa, Benedicto XVI, se ha repetido la idea de que la Iglesia no es una sociedad de acción política; es decir la Iglesia como tal no va beligerar en la composición o el ordenamiento político que se quiera hacer en el Estado Español. La Iglesia no interviene como una fuerza política. La Iglesia sí tiene q
ue intervenir a la hora de pedir a todos que los procedimientos sean razonables, es decir con motivos, y morales, buscando el bien común. Toda política debe justificarse por la búsqueda del bien común. La Iglesia solo pide que se analice cuál es el modelo que mejor sirve a la convivencia, a la paz, a la prosperidad, al buen uso de nuestros bienes.

Por lo tanto ocurra, lo que ocurra (aunque personalmente no creo que se vayan a dar grandes cambios), la norma de la Iglesia es la de aceptar lo que legítimamente se constituya y en el marco de esa legitimidad pedir la libertad religiosa para ejercer nuestra misión y para que los cristianos puedan vivir libre y pacíficamente según su propia conciencia. Estos principios nos llevarán a una convivencia o a unas tensiones o dificultades según también el signo y la ideología de los que estén en el poder. Porque si desde el poder se nos quiere imponer un pensamiento único, que excluya la religión, que nos imponga una moral diferente pues los cristianos crearán dificultades aunque sea legalmente y democráticamente, pero yo no concibo una Iglesia vigorosa y unos ciudadanos libres que acepten que desde el Gobierno se les impongan dificultades para vivir de acuerdo con su religión.

–A lo largo de su labor como pastor de Navarra se ha ido reduciendo la colaboración que existía anteriormente entre las Diócesis del País Vasco y Navarra. ¿A qué se ha debido este distanciamiento?

–Monseñor Fernando Sebastián: Lo que he visto es que existía una coordinación bastante rígida que mermaba la libertad de acción de las delegaciones y las actividades pastorales de nuestra Iglesia de Navarra, y creo que también de las demás, pero esa no es mi cuestión.

Por otra parte el devenir de estos años, el aumento de las cuestiones nacionalistas me ha obligado a no condicionar la vida de la Iglesia en Navarra por ninguna opción. Yo vi con gran pena que muchos de los que eran partidarios de la Provincia Eclesiástica Vasca, no lo eran por razones pastorales sino por razones de sensibilidad política, y por ello yo no he querido favorecer ninguna sensibilidad política, ni esa ni la contraria. Esas son las razones de fondo. Exactamente la palabra es que se han ido relajando las colaboraciones, no ha desaparecido ni nunca he pretendido que desapareciera, sino que por conseguir un poquito más de holgura y de autonomía a favor de la identidad propia de la Iglesia de Navarra.

–En los últimos tiempos pareciera que el papel del obispo se ha visto alterado o condicionado: feligreses que disienten por el traslado de sacerdotes, sacerdotes que ejercen su ministerio al margen de las indicaciones de su obispo, laicos que protestan por no poder bautizar a sus hijos o no poder casarse donde y cuando quieren, etc., estamos ante un problema de ausencia de criterios, de obediencia, de autoridad, etc.

–Monseñor Fernando Sebastián: Ciertamente, los sacerdotes que en las celebraciones litúrgicas no se atienen a las normas de la Iglesia sino que inventan la oración eucarística, o la fórmula del matrimonio, o inventan la absolución general sin la confesión de los pecados –yo lo he dicho en todos los tonos– hacen muy mal, se arrogan una competencia que no tienen, pueden llegar incluso a engañar y a falsear la conciencia de los fieles cristianos y sobre todo practican un clericalismo fuera de lugar. El sacerdote es servidor de la comunidad, no su jefe, si la gente se quiere confesar se le habrá de confesar según las normas de la Iglesia no según sus opiniones personales, porque él no es dueño de la parroquia ni de la fe de los demás. Nuestra fe es una fe eclesial, no la fe del párroco.

En todos los casos que ha citado se pueden dar diversas causas, por supuesto que se puede deber a una dejación de la autoridad por parte del obispo, o puede ser un problema de desobediencia por parte del sacerdote o el laico, o lo más habitual que yo creo, que se deba a una idea ingenua y equivocada de lo que es la renovación y la adaptación de la Iglesia.

Son fenómenos dolorosos que hemos vivido pero que a estas horas están mucho más aclarados y mucho más sosegados de cómo estaban antes. De todas maneras es normal que este fenómeno se haya dado sobre todo entre los sacerdotes y los cristianos más militantes, entre los preocupados por el tema, entre los alejados de la Iglesia no se dan las herejías.

–En vistas ya de su marcha de Pamplona, ¿le queda algún sueño por cumplir?

–Monseñor Fernando Sebastián: Sí claro, me quedan muchos sueños por cumplir. El haber favorecido más la unidad de los católicos navarros, el haber favorecido más el conocimiento y el Amor de Jesucristo entre los jóvenes, el ser más santo y el haber hecho las cosas mejor.

–¿Qué siente cuando le califican como una mente preclara, como gran intelectual, como maestro en la enseñanza del Evangelio y de la doctrina cristiana, como referente intelectual de la Iglesia en España?

–Monseñor Fernando Sebastián: Siento un poco de vergüenza porque me parece que no es verdad. Me parece una exageración. Preferiría haber llamado la atención por haber sido más bueno, más santo, que por haber sido intelectual. El mérito no obstante no está en tus cualidades sino en la manera de ejercerlas, si las ejercemos para el bien de los demás las enriquecemos. Por eso me gustaría haber llamado la atención por mi celo apostólico, por mi generosidad, por mi bondad, por mi amor a los pobres, que por lo intelectual. Me produce rubor.

–¿A qué se va a dedicar don Fernando una vez acabada su etapa como obispo de Pamplona y Tudela?

–Monseñor Fernando Sebastián: Marcharé a la casa de espiritualidad de Málaga que se inició cuando yo estaba allí de obispo. Creo que es un marco adecuado para estar estos años de tranquilidad. Me voy a dedicar a todo aquello que hacía antes y que durante estos años no he podido hacer tanto: a rezar más, reconozco que tengo un gran déficit de oración en todos estos años, me voy a dedicar también a estudiar, a escribir, y a proclamar la enseñanza de Jesús, a animar a mis hermanos a querer más a Jesucristo y a aplicarla, a tratar de seguir sirviendo al Evangelio por el tiempo que Dios quiera y las fuerzas que El me dé.

–¿Porqué la mayoría de los obispos que se jubilan reconocen un déficit de oración en su vida como pastores?

–Monseñor Fernando Sebastián: La vida de un obispo está muy cargada de trabajo hay que trasnochar muchas noches, contestar muchas cartas, preparar muchas cosas, entre todo ello también hay oración pero lo que se dice ratos de tranquilidad para orar, para la meditación, para la contemplación, para estar en la presencia del Señor, tienes poco, por lo menos, menos de lo que uno quisiera, de lo que el Señor se merece y de lo que uno necesita.

Yo he sido una persona educada en tiempo para el estudio y la oración y he de reconocer que esos tiempos los he echado de menos durante mi etapa de obispo; además, con el tiempo eres más consciente de la necesidad de esos tiempos para tu trabajo, la necesidad en tus palabras y acciones estar lo más posible en sintonía con Jesús, y eso sólo se consigue a través de horas de oración y de presencia ante el Señor.

Sin duda a mis hermanos en el episcopado les recordaría lo que ellos ya saben, que recen más porque harán las cosas mejor. Que las horas de despacho, que las horas de predicación rinden más si hay detrás horas de oración.

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ZENIT Staff

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