Monseñor Fitzgerald: El diálogo interreligioso puede ayudar vivir en paz

Habla el nuevo presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso

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CIUDAD DEL VATICANO, 29 noviembre 2002 (ZENIT.org).- En la convulsionada relación de los pueblos del mundo de hoy, el diálogo interreligioso puede representar una oportunidad para ayudar a las personas a vivir juntas pacíficamente, para favorecer la transmisión de valores y para el estímulo recíproco en el camino hacia Dios.

Así lo ha asumido el arzobispo británico Michael Louis Fitzgerald, de 65 años, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso desde el 1 de octubre pasado.

El Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso fue instituido por Pablo VI en 1964 con el objetivo de promover el diálogo entre los creyentes de otras religiones, según el espíritu del Concilio Vaticano II, en particular de la declaración «Nostra Aetate».

Sus tareas fundamentales son tres: promover la mutua comprensión, el respeto y la colaboración entre católicos y seguidores de otras tradiciones religiosas; alentar el estudio de las religiones y promover la formación de personas orientadas al diálogo.

El Consejo, junto al Comité Permanente Al-Azhar para el Diálogo con las Religiones Monoteístas, forma parte del Comité de diálogo islámico-católico cuyo objetivo es promover el diálogo entre cristianos y musulmanes. La Universidad Al-Azhar, de más de mil años de existencia, es el centro de estudios e investigación más prestigioso del mundo islámico, con sede en El Cairo.

En una entrevista concedida a RADIO VATICANA , monseñor Fitzgerald, quien ya trabajaba en el Dicasterio desde hace años como secretario, explicó la situación del diálogo interreligioso que lleva adelante la Santa Sede en este momento.

–Ante todo, ¿cuál es el campo de este diálogo?

–Monseñor Fitzgerald: Es un campo muy grande, porque nos ocupamos de todas las religiones del mundo, excepto del judaísmo –porque hay una comisión especial para las relaciones entre católicos y judíos en el Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos. Nosotros atendemos el diálogo con todas las demás religiones, desde los aztecas hasta los zoroastras. Están las grandes religiones como el budismo, el hinduismo, el Islam. También se incluye el sijismo, están las religiones tradicionales de África, de Asia o de América del Norte y de América Latina. Pensamos en la espiritualidad de los americanos indios y de los indios de Sudamérica. Asimismo están las nuevas religiones, por ejemplo, recientemente participé en un congreso con el Tenrikyo, una religión japonesa fundada a finales del siglo XIX. Nuestro Consejo Pontificio, junto a los demás dicasterios de la Santa Sede, se ocupa también de nuevos movimientos religiosos, las denominadas sectas. Así que el campo es verdaderamente muy extenso.

–¿Qué significado reviste este diálogo en la convulsionada relación de los pueblos del mundo hoy?

–Monseñor Fitzgerald: El objetivo de este diálogo es multiforme. Lo primero es ayudar a las personas de diferentes tradiciones religiosas a vivir juntas en paz y armonía, y vemos cómo en nuestro mundo ello no es fácil. Contemplamos las tensiones, los conflictos, casi a diario vemos en televisión atentados, ataques que a veces no están inspirados verdaderamente por motivos religiosos, pero que tienen un tinte religioso. Por lo tanto, si podemos, a través del diálogo, a través del conocimiento y del respeto recíproco, ayudar a las personas a vivir juntas pacíficamente, esto ya es algo notable.

Un segundo objetivo de este diálogo es dar un paso adelante y ayudar a personas de distintas religiones a colaborar juntas, o sea, colaborar para ayudar a la humanidad, para afrontar juntos los problemas de nuestro mundo: puede ser el desarrollo, o la diferencia entre ricos y pobres, puede tratarse del problema de la ecología, de la bioética. Hay muchos problemas sobre los que podemos consultarnos y ayudarnos a ver los verdaderos valores. Es una transmisión de valores.

Hay un tercer nivel en este diálogo, un nivel tal vez más espiritual. Todos nosotros estamos en camino y podemos ayudarnos los unos a los otros a responder más generosamente a Dios. Un ejemplo: el mes de Ramadán para los musulmanes. Recuerdo que hace unos años, cuando el Ramadán coincidía con nuestra Cuaresma, el Santo Padre, dirigiéndose a los párrocos de Roma –como hace cada año al comienzo de la Cuaresma–, decía: «Ved cómo ayunan los musulmanes. Creo que son más serios que nosotros. ¿No tenemos algo que aprender de ellos en esto?» Hacía una pregunta. Creo que existe la posibilidad de estimularnos recíprocamente para caminar juntos hacia Dios.

–En el heterogéneo mundo de las religiones que ha citado, también se ha referido al Islam; es precisamente este mundo compuesto así el que hoy está en la escena de la atención mundial. ¿Cuál es su opinión?

–Monseñor Fitzgerald: Si, es cierto. Creo que se podría decir que el propio mundo musulmán está agitado por distintas tensiones. No podemos pensar que todos los musulmanes sean fundamentalistas y terroristas. No es verdad. Nosotros encontramos musulmanes que son moderados, que quieren la paz y buscamos trabajar con ellos. Así que debemos, en el diálogo, hacer estas distinciones; tenemos que intentar entender bien, pero también comprender las causas fundamentales que están en la base de los diversos conflictos de nuestro mundo que, como he dicho, no siempre son religiosas.

–¿Ha pensado ya en algunas líneas fundamentales que dirigirán su tarea ahora, como presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso?

–Monseñor Fitzgerald: Dado que he trabajado 15 años con el cardenal Arinze, creo que el signo de esta presidencia será la continuidad, porque de otro modo supondría rechazar todo lo que hemos hecho antes juntos. Hay algunas cosas que tengo en perspectiva. Querría intentar desarrollar más nuestras relaciones con los sijs, porque los sijs son monoteístas, tienen un gran espíritu de caridad, son –aunque han sufrido y han llevado a cabo una guerra– gente pacífica y creo que podemos profundizar juntos diversas materias.

Contemplo también el aspecto ecuménico de nuestro trabajo. De hecho, esta semana, se celebra una sesión para anglicanos –organizada por el Centro Anglicano de Roma— sobre el diálogo interreligioso y me han pedido que participe en este congreso. Lo hago gustosamente porque creo que el diálogo interreligioso es también un lugar de ecumenismo. Descubrimos, al relacionarnos con personas de otras religiones, el sentido, la profundidad de nuestra fe cristiana. Estoy absolutamente convencido de ello y desearía llevar adelante este aspecto ecuménico de nuestra labor.

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ZENIT Staff

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