Monseñor Follo: la razón de ser de la presencia de la Iglesia en la UNESCO

Entrevista al embajador vaticano ante la agencia de la ONU para la Cultura

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ROMA, jueves 22 diciembre 2011 (ZENIT.org).- El observador permanente de la Santa Sede ante la Organización de Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO), en París, monseñor Francesco Follo, quien acaba de publicar La mission du Saint-Siège à l’Unesco: La paix en question, editorial Parole et silence, 2011, aceptó contar a los lectores de ZENIT un recuerdo, una historia de Navidad relacionada con su vocación sacerdotal y su ministerio poco común.

¿Nos podría contar algún recuerdo de juventud para ayudarnos a celebrar la Navidad?

–Mons. Follo: Me acuerdo de una Navidad particular de mi juventud: me encontraba en Lourdes cuando escuché un canto que hablaba de la visita de los Reyes Magos a Jesús. La canción decía que los tres sabios habían llegado a la gruta con amor aportando sus dones: el oro, el incienso y la mirra, y que estaban acompañados por muchos servidores entre los cuales un payaso. Este hombre, pequeño y vestido ridículamente había sido juzgado indigno de ser presentado a la Sagrada Familia. Se había por lo tanto quedado atrás y un muro de personas se levantaba entre él y el Niño Jesús. Como era pequeño de tamaño, no veía nada y daba saltos para poder ver Jesús. Su agitación hacía sonar las sonajas enganchadas al disfraz de bufón. Sintiendo el tintineo y temiendo que despertara al recién nacido, la Virgen preguntó quien era el responsable. El muro de gente se abrió y alguno señaló al el payaso como el responsable del ruido. La Madre del Salvador sonrió y una vez recibidos los regalos de los Reyes Magos, le preguntó a este pobre hombre qué regalo le había traído a Jesús. El payaso tenía las manos vacías, pero respondió rápidamente : «le traigo mi capacidad de maravillarme».

Después de escuchar esta historia busqué vivir la Santa Navidad cultivando la capacidad de maravillarme con gratitud porque Dios me ama, al punto venir en medio de nosotros. Yo trato de verme también como Él me ve, en la luz de su santidad y en el amor de su corazón que se da a nosotros. Y es con esta mirada en los ojos y en el corazón, que intento mirar los demás que están conmigo, delante del nacimiento.

¿Pero dónde celebrar la Navidad ?

–Mons. Follo: Si se trata de maravillarse delante de Dios que se hace pequeño, el lugar para hacerlo es la casa: la de familia, la de Dios. Si no se vive en comunión con los demás, a comenzar por aquellos de nuestra familia, esta no es una vida común, y no hay una verdadera vida comunitaria, si no en la alabanza de Dios que nos hace contemplar el nacimiento.

¿Por qué eligió el sacerdocio?

–Mons. Follo: Más bien por quién lo he hecho. Este ‘por quién” es Cristo. Me ha fascinado siempre, lo he estimado siempre y cada vez lo he amado más y lo he percibido como mi amigo.

¿Cómo es que Cristo le ha llamado a esta vocación?

–Mons. Follo: A través de las personas, entre las cuales la santa figura del cura de mi parroquia. Cuando era pequeño influyó el amor, el ejemplo y la sensatez de mis padres, cuya fe simple y sólida (mi padre era obrero y mi madre peluquera) me ha hecho encontrar a Cristo en lo concreto de la vida cotidiana y en medio de la familia y del pueblo.
Pero debo añadir también al vicario que gestionaba el patrocinio, cuando estaba en la escuela primaria. Su devoción sacerdotal me ha hecho apreciar la vida del sacerdote. Finalmente, mi padre espiritual, que ha muerto, pero que ha hecho mi vocación sólida, ayudándome a hacer una experiencia inteligente y enamorada de la iglesia en cuanto comunión. Este sacerdote me ha hecho comprender entre otras cosas, que no hay vida verdadera si no es en comunión con nuestros hermanos y hermanas de la humanidad, pero que no existe vida en comunión a no ser en la alabanza de Dios.
A partir de este momento mi principal deseo ha sido de llenar la Iglesia de fieles. Y si me piden: ¿Qué oración haría ahora sin pensarlo dos veces? , Yo respondería inmediatamente: Que venga tu reino. Y la iglesia es el signo sacramental de esta realeza de Dios sobre el mundo. La iglesia no está contra el mundo, o fuera del mundo. La iglesia esta a de la parte del mundo salvado.

¿Otras personas le han ayudado a arraigar su vocación?

–Mons. Follo: Seguramente. Una de ellas ha sido la beata Teresa de Calcuta, que me ha enseñado a servir a Dios reconociéndolo en los pobres, y que fue, cito: “de una pobreza angélica” para ver a Dios en el prójimo. Después de estar treinta años en Roma, y ahora en París, trabajo con las Misioneras de la Caridad [nombre oficial de las hermanas de Teresa de Calcuta]. Otra persona que me ha ayudado mucho es el beato Juan Pablo II, que he tenido la suerte de encontrar gracias a mi trabajo en la Secretaría de Estado de la Santa Sede.
Me ha enseñado cómo ser maestro y guía hacia la verdad para las personas que fueron confiadas a mi ministerio de sacerdote : al ser un padre fuerte porque “hombre de Dios”, y rezando, porque la oración es el alma de todo apostolado (en el confesionario o en el despacho). Y se trabaja por la Iglesia allí donde la obediencia nos pone.

¿Cómo es ser sacerdote en la UNESCO?

–Mons. Follo: La UNESCO es una agencia especializada de las Naciones Unidas que se ocupa de educación, ciencias (naturales y humanas), cultura, comunicación y la información. Su objetivo central es contribuir al mantenimiento de la paz y de la seguridad justamente a través de la educación, la ciencia y la cultura, la comunicación y la información, la colaboración entre naciones, para asegurar el respeto universal de la justicia, de la ley, de los derechos del hombre y de las libertades fundamentales para todos, sin distinción de raza, sexo, lengua o religión, que la Carta de las Naciones Unidas se reconoce a todos los pueblos.

La Santa Sede está presente debido a la soberanía específica, pero principalmente debido “al vínculo orgánico y constitutivo que existe entre la religión en general y el cristianismo en particular, por un lado, y la cultura, por otro lado» (Discurso de Juan Pablo II en su visita a la UNESCO, 2 de junio 1980), y “para ser parte de la reflexión y del compromiso” de la UNESCO (Mensaje de Benedicto XVI para el XXV aniversario de la visita de Juan Pablo II a la UNESCO, 2 de junio 2005).

La presencia de un sacerdote –con un estatus diplomático- representa al Vaticano en un ente con 193 estados miembros, y es querida y considerada útil para un diálogo con el mundo y para que la Iglesia pueda aportar su contribución a un ente que ha sido creado en favor de la paz, porque, como dice el preámbulo del acto de fundación de la UNESCO : «Las guerras nacen en el espíritu de los hombres, y es en el espíritu de los hombres donde tienen que ser levantadas las defensas de la paz».

Dicho de otro modo y de manera breve, la Santa sede está en la UNESCO por cuatro motivos principales. Primero para hacer sentir la voz de la Iglesia católica en materia de educación, ciencias naturales y sociales, cultura y comunicación.

Segundo, para ser una conexión entre los estados miembros de la UNESCO y la Santa Sede, que coordina sus actividades en el conjunto de las organizaciones internacionales.
Tercero, para reforzar la cooperación internacional de la UNESCO con las miembros de la familia UNESCO pero también con los organismos de la sociedad civil como las ONG.
Y finalmente, para contribuir a construir una civilización del amor como a menudo afirmó el papa Juan Pablo II y como Benedicto XVI ha reiterado con fuerza en su enseñanza.
Personalmente, intento realiza mi tarea siendo maestro porque soy padre, un feliz padre en el Espíritu para el mayor número posible de hilos e hijas.

Por Anita S. Bourdin, traducido del francés por H.
Sergio Mora

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ZENIT Staff

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