Monseñor Martino: La crisis de la ONU debe llevar a reforzar su papel

Pautas del presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz

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ROMA, 19 junio 2003 (ZENIT.org).- La crisis de los organismos internacionales, como la ONU, no debe llevar a eliminarlos, sino a reforzarlos para que desempeñen su función original, considera un representante de la Santa Sede.

El arzobispo Renato Martino, presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, aclaró este jueves cuestiones fundamentales de la doctrina social de la Iglesia sobre la así llamada «governance global» al clausurar el Congreso de las Cáritas diocesanas de Italia, celebrado en Orosei (Cerdeña) con el tema «Opciones de justicia, caminos de paz».

En particular, aclaró, la constante referencia de Juan Pablo II a la ONU –antes, durante y después de la guerra de Irak– no implica una aprobación de su estructura actual o de las relaciones de fuerza que tienen lugar en la misma.

«Quiere ser más bien –subraya el arzobispo, que ha sido observador permanente de la Santa Sede ante la ONU durante 16 años– un llamamiento fuerte a los ideales que guían la ONU y que son el fundamento de cualquier otro organismo internacional».

Al mismo tiempo, añade, «quiere ser una invitación a reforzar la consolidación de las relaciones internacionales que la guerra en Irak ha comprometido, independientemente del juicio ético y político que se dé de ese conflicto».

Como pistas para reforzar los organismos internacionales, Martino propone aplicar «con mayor convicción el principio de subsidiariedad»; emprender «de manera gradual reformas que valoricen el multilateralismo»; «adaptar la estructura de la ONU a las relaciones reales entre los Estados», «apoyar y desarrollar una mayor eficacia pedagógica» de estas instituciones, en particular de las mismas Naciones Unidas.

Monseñor Martino subrayó que los instrumentos para una autoridad de «gobernancia global», cada vez más necesarios, debe ser construidos pacientemente sobre los cimientos de la unidad de la familia humana y a su servicio para superar «los intereses particulares».

«Es el momento de trabajar todos juntos para construir una especie de ingeniería constitucional de la humanidad, que no dé vida a un super-Estado mundial, sino que –como sugiere la «Pacem in Terris» de Juan XXIII– continúe y profundice en el proceso ya en acto de construcción participada de niveles transparentes y articulados de autoridad».

«Si se quiere que la paz no sea sólo la consecuencia de una violencia impuesta –que entre otras cosas promueve nuevos conflictos– y de larga y agotadoras negociaciones –que con frecuencia se quedan en papel–, es necesario que surja de valores efectivamente compartidos y vividos».

En este sentido, mencionó la necesidad de cumplir el compromiso de ayuda pública al desarrollo (el 0,7% del Producto Interior Bruto de los países ricos fijado en 1970), pues de lo contrario se queda en promesas no cumplidas.

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ZENIT Staff

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