Monseñor Shomali: “Jerusalén no puede pertenecer a un solo Estado”

Seminario en Roma promovido por la Acción Católica y por el Instituto Giuseppe Toniolo

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ROMA, martes 12 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Jerusalén: temas abiertos de derecho internacional es el tema del seminario celebrado el viernes 8 de octubre en Roma por iniciativa de la Acción Católica italiana, de la Fundación Instituto de derecho internacional de la paz Giuseppe Toniolo y del Foro Internacional Acción Católica (FIAC), en colaboración con la Fundación Apostolicam Actuositatem (FAA).

Los organizadores buscaron que el seminario de estudio coincidiera con el inicio de la Asamblea especial del Sínodo de los Obispos para Oriente Medio.

El curso se ha inspirado en las palabras que Benedicto XVI pronunció en la homilía del 12 de mayo de 2009 en el Valle de Josafat de Jerusalén sobre la “vocación universal de Jerusalén”, sagrada para judíos, musulmanes y cristianos, “ciudad de la paz donde todos puedan venir en peregrinación en búsqueda de Dios y escuchar su voz”.

Para responder a esta vocación, añadió entonces el Pontífice, “Jerusalén debe ser un lugar que enseñe la universalidad, el respeto a los demás, el diálogo y la comprensión mutua”.

Y, añadió, “los que creen en un Dios de misericordia -ya sea que se identifiquen como judíos, cristianos o musulmanes-, deben ser los primeros en promover esta cultura de la reconciliación y de la paz, por muy cansado y lento que pueda ser el proceso y gravoso el peso de los recuerdos pasados”.

El plan de paz trazado por el Pontífice no puede dejar de basarse en el reconocimiento de los ordenamientos estatales de la libertad de conciencia y de religión, derechos hoy muy controvertidos a pesar de las declaraciones de principios.

“Todas las convenciones sobre derechos humanos -afirmó el ordinario de derecho canónico y derecho eclesiástico de la Universidad de Roma Tor Vergata, Cesare Mirabelli- garantizan la libertad religiosa pero no existe un acuerdo que la imponga específicamente, prueba de que es una materia muy delicada”.

“Aunque el derecho a la libertad religiosa sea el primero en ser afirmado entre los derechos fundamentales -prosiguió Mirabelli- es de hecho violado”.

Esto puede suceder “de manera evidente y violenta en algunos países”, pero también “de manera más sutil cuando la dimensión religiosa se borra de la vida pública y no se consiente su manifestación y por tanto se niega la presencia de ciudadanos con una peculiar identidad religiosa en la sociedad”

En los dos casos, la sociedad corre un riesgo: “como en todas las libertades, cuando se viola la libertad de uno se viola la de todos y es por tanto necesaria una tutela colectiva”.

“En Tierra Santa -explicó Mirabelli- es significativa la presencia de las tres religiones monoteístas y se salvaguarda esta multiplicidad que no se traduce en pérdida de identidad, sino en respeto recíproco y tolerancia, garantizando a cada uno que no sólo pueda vivir en Tierra Santa, sino que pueda vivir allí como creyente”.

La situación de los cristianos en Tierra Santa incumbe también a las comunidades cristianas de todo el mundo, ya que “no están en juego sólo las opciones políticas, sino también la salvaguarda de esa historia de fe contenida en los testimonios sagrados”.

“Sin embargo -concluyó Mirabelli- el derecho no lo puede todo: debe apoyarse en convicciones comunes y esto requiere la toma de conciencia por parte de la sociedad y un largo tiempo”.

“La libertad religiosa -recordó el profesor de derecho canónico y experto en relaciones entre Iglesia y Estado en Tierra Santa, el padre David-Maria Jaeger- no es indiferencia ni relativismo: quiere decir que nadie puede presionar a un individuo en este sentido, ni las instituciones, ni la sociedad, ni aún menos la familia”.

Un requisito para garantizar la libertad religiosa es, según Jaeger, “la laicidad del Estado que todas las comunidades religiosas tienen la tarea de salvaguardar”.

El padre Jaeger repasó la historia de las intervenciones de la Santa Sede referentes a las relaciones en Tierra Santa: a nivel multilateral, la definición del Estatuto especial de Jerusalén y a nivel bilateral, los acuerdos con Israel y Palestina.

Respecto a esos dos textos, destacó que “el primer artículo del primer párrafo se refiere al compromiso del Estado de respetar la libertad de conciencia según la definición de la Declaración universal de los derechos humanos”.

“Jerusalén -declaró el obispo auxiliar del patriarcado de Jerusalén de los latinos, monseñor William Shomali, para concluir el debate- no puede pertenecer a un solo Estado”.

“Resistirá a toda monopolización y seguirá siendo un microcosmos en el que todas las religiones tendrán los mismos derechos, prescindiendo de los números -añadió-. No se puede aceptar nada menos que la paridad y la libertad religiosa”.

[Por Chiara Santomiero, traducción del italiano por Patricia Navas]

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ZENIT Staff

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