Monseñor Vegliò: “Los inmigrantes esperan respuesta de la Iglesia”

Intervención en la Consulta Regional de los obispos norteamericanos sobre migraciones

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WASHINGTON, lunes 31 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- Por su interés ofrecemos a los lectores de ZENIT la intervención de monseñor Antonio Maria Vegliò, presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral con Migrantes e Itinerantes, en la Consulta Regional de Conferencias Episcopales sobre Emigración, que tendrá lugar en Washington del 2 a 4 de junio próximos.

* * * * *

Consulta Regional de Conferencias Episcopales sobre Emigración

(Washington DC, 2 – 4 Junio, 2010)

Pero, ¿qué puedo hacer por usted?

 

 

S.E. Mons. Antonio Maria Vegliò

Presidente del Pontificio Consejo

para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes

Agradezco la oportunidad de poder hablar durante esta Conferencia. Será con un acento diferente, italiano y, más probablemente, con una entonación vaticana. Sin embargo, los EE.UU. están habituados a escuchar diferentes acentos. Forma parte de sus características en cuanto fusión de culturas.

Acompañar a las personas que se vieron obligadas a desplazarse y que ahora están lejos de casa es una tarea muy exigente. Exige permanecer sensibles y atentos a su situación. Muchos sacerdotes, religiosos y laicos están dedicados a este desafiante apostolado. Desearía agradecer su trabajo y expresar mi gratitud por su compromiso, dedicación y profesionalidad.

1. Introducción: Todo el mundo tiene un rostro

La migración existe desde siempre. Las causas son diferentes y pueden ser socio-económicas, los conflictos o la persecución y violación de los derechos humanos. Se traduce en una migración voluntaria o forzada. Migrantes y refugiados. Además, nos encontramos con el desplazamiento provocado por el clima y con la gente que sufre la trata. El resultado es que las personas abandonan sus hogares, y terminan en otro lugar. Puede ser en su propio país o en el extranjero. Esto también les conduce a sufrimientos personales.

Esto ya fue descrito en 1939 por Erich Maria Remarque. Escribió sobre el destino de los refugiados procedentes de Alemania, que no eran bienvenidos en los países vecinos. Kern, el protagonista de un libro,1 es arrestado y termina en un tribunal suizo.

“A la mañana siguiente Kern fue llevado ante el Tribunal de Distrito. El juez era un hombre robusto de mediana edad con cara redonda y roja. Fue humano, pero no podía ayudar a Kern. La ley era clara […]. ‘Es mi deber condenarle. La pena mínima es de catorce días de prisión. Esa es la ley. Tenemos que proteger a nuestro país de ser inundado de refugiados’ […].

Kern le respondió: ‘¿Qué podemos hacer más que violar la ley?’ El juez permaneció en silencio durante un instante […]. ‘¿La Sociedad de Naciones aún no ha hecho nada por ustedes? Pero tendrá que conseguir papeles de algún tipo’, dijo finalmente. ‘Después de todo hay muchos miles como usted, y deberían tener algún medio para poder vivir’ […]. Kern le respondió: ‘Cada país está tratando de descargarnos en algún otro país. Y esto se prolongará, con toda probabilidad, durante muchos años’ […].

‘Pero, ¡Dios mío!’, dijo el juez bruscamente y sin poder contenerse en su suave y abierto acento suizo. ‘Eso es un problema terrible. ¿Qué será de todos ustedes?’

‘No lo sé. Lo más importante es qué me va ha suceder ahora’.

El juez se pasó la mano por la cara y miró a Kern. ‘Tengo un hijo’, dijo, ‘que es casi de su misma edad. Si me lo tuviese que imaginar siendo perseguido de un lugar a otro sin haber cometido otra culpa que el haber nacido…’

‘Tengo un padre’, respondió Kern. ‘Si usted fuera a verlo…’. Miró por la ventana. El sol otoñal brillaba con luz tenue entre un manzano lleno de frutos. Fuera de allí estaba la libertad. Fuera de allí estaba Ruth.

‘Me gustaría hacerle una pregunta’, dijo el juez unos momentos después. ‘No tiene nada que ver con su caso. Pero me gustaría preguntárselo no obstante. ¿Todavía cree en algo?’

‘¡Oh, sí!, ¡creo en el bendito egoísmo! ¡En la crueldad! ¡En la mentira! ¡En la dureza de corazón!’

‘Eso es lo que me temía. Pero, ¿qué otra cosa se puede esperar?’

‘Eso no es todo», respondió Kern con calma. ‘También creo en la bondad y la amistad, en el amor y la solidaridad. Me he encontrado con ellos quizá más a menudo que muchos de los que han tenido una vida fácil’.

El juez se levantó y rodeó con paso pesado su silla para acercarse a Kern. ‘Es bueno escuchar eso’, murmuró. ‘Si supiera qué puedo hacer por usted'».

Han pasado setenta años. Pero esa misma pregunta sigue siendo válida. Si supiera lo que puedo hacer por usted. Esta también debería ser nuestra cuestión fundamental.

¿Qué puedo hacer por usted? Y además, ¿cómo hacerlo? ¿Cuál deberá ser mi conducta? ¿A partir de qué inspiración voy a actuar? ¿Cuál es nuestro mensaje de esperanza?

Los migrantes, los refugiados y las personas objeto de trata son personas como usted y como yo, seres humanos, gente corriente. Personas conocidas por sus nombres por sus seres queridos, cuyos rostros son familiares en sus barrios. Personas con sueños y expectativas, con miedos y decepciones. Hay una diferencia… sus circunstancias son diferentes. Tienen que huir de sus hogares a causa de la persecución, la mera supervivencia o tratando de ganarse la vida para ellos y sus familiares. Ahora se enfrentan a ciertos problemas que deberían ser abordados.

El punto de partida para atender a los migrantes, refugiados, víctimas de la trata es entender su situación y todas sus facetas, personal, social, económica, política, a la luz de la Palabra de Dios, así como reconocer la responsabilidad de estar implicados. Naturalmente, también se han de abordar los factores que causan su desarraigo. En este compromiso la Iglesia se guía por los «principios permanentes» de su «doctrina social [que] constituyen los verdaderos y propios puntos de apoyo de la enseñanza social católica: se trata del principio de la dignidad de la persona humana […] en el que cualquier otro principio y contenido de la doctrina social encuentra fundamento, del bien común, de la subsidiaridad y de la solidaridad».2

Se nos invita a ser testigos de su Mensaje, un mensaje de esperanza para la persona, cuerpo y alma, la Buena Noticia en todas las situaciones y para toda la vida. Esto también significa reestructurar nuevamente nuestros esfuerzos para responder adecuadamente a los nuevos desafíos.

Como el Papa Juan Pablo II subrayó: «Nunca está de más reiterar aquí que será oportuno hacer una revisión de los métodos pastorales empleados, de modo que cada Iglesia particular ofrezca a los fieles una atención religiosa más personalizada, consolide las estructuras de comunión y misión».3 La atención pastoral a los migrantes forzados significa acogida, respeto, protección, promoción y amor genuino a cada persona en sus expresiones religiosas y culturales.

2. Migrantes

Un golpe en la puerta y… hay personas buscando empleo. El resultado es que 38 millones de inmigrantes viven en los EE.UU. De hecho, los EE.UU. se han configurado por los esfuerzos de los migrantes, antiguamente pero también en la actualidad. Muchos inmigrantes llegan a los EE.UU. con objetivos económicos, expectativas, pero también con su contribución. Los migrantes se han convertido en esenciales para la economía de los EE.UU. Constituyen una parte importante de la mano de obra nacional.

Las cifras ya indican que la sociedad como tal ha cambiado. El empleo de las personas extranjeras se encuentra en uno de los niveles más altos de los últimos cien años.4 Los cambios son visibles por todas partes, desde un rápido aumento del español en las iglesias, el trabajo pastoral dependiendo de forma creciente
de sacerdotes extranjeros, hasta una concentración de restaurantes étnicos en el barrio periférico.

Pero esto son sólo los signos externos de una sociedad cambiante. Sin embargo, parece que estos cambios no reflejan una mayor aceptación de la «alteridad» y la buena disposición a un cambio mutuo y recíproco. Un cambio en la persona que llega, pero también una modificación en la sociedad receptora. El proceso de integración va a influir en ambas partes. Sin embargo, los síntomas que aparecen son diferentes. Existen estudios que describen la sociedad de EE.UU. como «desigualitaria y racista» con «una tensión fundamental entre las identidades americana y latina».5 La integración se ha visto obstaculizado «por un creciente sentimiento anti-inmigrante, por legislaciones inmigratorias represivas y por la catalogación negativa de los latinos como amenazantes e indeseables».6 Indicadores que exigen una seria reflexión sobre lo que está sucediendo en la sociedad.

El influjo de la migración en el país de origen también es visible y considerable. Las remesas, aunque han disminuido durante la crisis económica, son recibidas por las familias en el hogar, y combaten la pobreza. Se emplean para la vivienda, la alimentación, la atención sanitaria, la educación, pero también para comprar bienes de consumo. Impulsan la economía local. El monto de las remesas sigue siendo enorme, el doble del importe de la ayuda oficial al desarrollo.7

Sin embargo, también podría plantear la cuestión de cómo las remesas afectan la vida de los que se quedan. ¿Va a generar una especie de síndrome de dependencia o, aún más preocupante, va a afectar a las relaciones en la comunidad por el incremento de las diferencias? Esas personas tendrán acceso a determinados bienes y servicios, ya que cuentan con el apoyo, mientras que otras tienen que seguir viviendo de los recursos locales.

Otra observación es que podría llevar a promover una migración en cadena, por la que el país de origen estaría aún más afectado por la partida que se lleva a cabo por una parte de su población.

3. Migrantes indocumentados

Un golpe en la puerta y… los agentes de inmigración están registrando una casa. Quien esté sin los documentos adecuados será arrestado. ¿Cómo afectará a los niños que en este momento no están en casa?

Algunos de estos indocumentados ya han superado su permiso de turista. Otros pasaron de contrabando, con el gran riesgo que entraña, a veces atravesando más de un país. Muchos han estado viviendo en el país durante años. Trabajando y contribuyendo a la economía y al sistema de seguridad social.8 Su deportación puede suponer una ruptura familiar, ya que algunos otros miembros de la familia quizá sean residentes legales. Las deportaciones se suceden a diario. Las estadísticas muestran que las cifras superaron las 350.000 personas en 2008.9 En América Central, uno de los resultados no previstos ha sido el aumento de la violencia de las pandillas juveniles.10

Todos somos conscientes de la multitud de problemas a los que se enfrentan. Ya sea por la incertidumbre sobre su futuro con la tensión que conlleva, la dependencia de puestos de trabajo mal pagados e inseguros – con el riesgo de ser explotados -, o los problemas relativos a los permisos de conducir. Sin embargo, no debemos olvidar que «la condición de irregularidad legal no permite menoscabar la dignidad del emigrante, el cual tiene derechos inalienables, que no pueden violarse ni desconocerse».11

Un problema específico está afectando a sus hijos. Jóvenes originarios de EE.UU., el único país que realmente conocen. Ellos ven su futuro amenazado, no pudiendo continuar sus estudios. Por supuesto, soy consciente de los esfuerzos de la Iglesia en apoyo de la ley DREAM (Desarrollo, ayuda y educación para menores extranjeros), que les proporcione la ayuda económica para sus estudios y una posibilidad de obtener en el futuro la ciudadanía.

Además, sigo con gran interés y admiración los esfuerzos de valiente defensa de la Iglesia norteamericana a favor de la regularización de los aproximadamente 12 millones de migrantes indocumentados. Su existencia debe ser, pues, reconocida. Sin embargo, ¿no se debería vincular esto a una reforma migratoria que tome en cuenta las demandas del mercado laboral, y especialmente la continua necesidad de trabajadores poco cualificados? Se ha de reconocer que quienes llegan no son simples trabajadores, sino personas humanas, con todo lo que eso implica, como el vivir con sus familias.

Para lograr esto, es necesaria una política que aborde humanitariamente la migración ilegal.

4. Refugiados

Un golpe en la puerta y… existe la posibilidad de comenzar una nueva vida.

Los EE.UU. han acogido generosamente a numerosos refugiados. En los últimos treinta años, se ha permitido asentarse a más de 2 millones de refugiados, de forma espontánea o en un proceso de reasentamiento.12 Se les ofreció protección y la promesa de una nueva vida. Cada año se determinará un límite máximo de admisión de refugiados. En los años fiscales 2008 y 2009 se situó en 80.000.13 El número de refugiados que llegaron fue realmente de 60.107 y 74.602, respectivamente.

Con todo, hay que darse cuenta que sus orígenes son muy diferentes. Algunos estaban ayudando a compañías estadounidenses, ofreciendo servicios de traducción, otros eran graduados universitarios. Pero también había personas que eran casi analfabetas y apenas podían hablar el idioma. Bastantes llegan directamente de los campos de refugiados donde han permanecido durante años y donde han nacido sus hijos. Ni siquiera conocen ningún otro mundo que no sea el campamento, y difícilmente tienen experiencia previa de trabajo en un mundo competitivo. Otros eran de zonas rurales y terminaron en entornos urbanos.

Además, bastantes habían sufrido experiencias de violencia y están traumatizados o deprimidos. No debería sorprender que para ellos sea difícil acostumbrarse a su nueva vida, y que encontrar un trabajo en el presente les siga resultando difícil.

Los Programas de recepción y acomodación del Departamento de Estado los apoya durante un tiempo relativamente corto, con un subsidio único. Se debe remarcar que el nivel se congeló en los años ochenta, lo que implica una pérdida de poder adquisitivo. Además, reciben apoyo de hasta ocho meses, cuya cuantía recientemente se incrementó. Después de este período se considera que se han integrado lo suficiente como para cuidar de sí mismos y ser autosuficientes.14 Es más que evidente que esto no funciona. Carecen del apoyo necesario. Muchos terminan sin apenas dinero después de pagar el alquiler, uniéndose a la América pobre y acabando en la misma situación. Probablemente dependerán de la caridad y de las iglesias para sobrevivir, e incluso terminando en centros para personas sin hogar. Esto no está exactamente en línea con la sostenibilidad de soluciones duraderas (repatriación voluntaria, integración local o reasentamiento) del ACNUR.15

Hay que señalar que el proceso de reasentamiento no puede ser el mismo para todo individuo o para toda comunidad. Para ser realistas, hay que tener en cuenta las necesidades y experiencias únicas de la persona, que se traducirán en diferentes programas, también con la solicitud de un período de apoyo diferente y, muy probablemente, más largo. Esto debe llevar a la autosuficiencia, al empleo y a la integración final en el país para que participen en la sociedad.

Se han llevado a cabo muchos esfuerzos para aumentar las admisiones en los EE.UU., especialmente después del 11 de septiembre de 2001, cuando el número cayó a 28.000 ingresos al año. Pero, ¿nos hemos dado suficiente cuenta de
lo que sucede a la gente una vez que han entrado en el país?16

5. Tráfico de seres humanos

Un golpe en la puerta y… el empresario ha de hacer frente a su conducta abusiva en relación a su empleados.

Esto es resultado de la Ley de protección de víctimas de trata que se introdujo en el año 2000. Esta ley prevé imponer sanciones económicas a los países que no toman medidas eficaces para combatir la trata, de acuerdo con el informe anual del Departamento de Estado.17 Hay que destacar que casi todos los países se enfrentan a problemas de trata, ya sea explotación sexual, trabajo forzoso o servidumbre por deudas, niños soldados, o formas abusivas de adopción. Estas personas han sido engañadas acerca de los objetivos de sus actividades futuras y ya no son libres para decidir sobre sus vidas. Acaban en situaciones análogas a la esclavitud o la servidumbre de las que es muy difícil escapar. Para conseguirlo se emplean las amenazas y la violencia. Las causas profundas de la trata no son sólo la pobreza y el desempleo en los países en desarrollo. La demanda de mano de obra barata, de productos de bajo precio o de «sexo exótico o insólito» son también causa fundamental de la trata que han de ser abordadas.

Las diversas formas de trata constituyen una violación de los derechos humanos, que exigen distintos enfoques y medidas para restablecer la dignidad de las víctimas.

La Santa Sede ha declarado que todos los esfuerzos para hacer frente a las actividades criminales y proteger a las víctimas de la trata deben incluir «tanto a los hombres como a las mujeres y colocar los derechos humanos en el centro de toda estrategia»,18 mientras que «la trata de seres humanos con fines de explotación laboral debe ser claramente diferenciada de la migración irregular. Debemos asegurarnos de que las víctimas tengan acceso a la justicia, a la asistencia social y jurídica y a la indemnización por los daños que han sufrido».19

Las víctimas de la trata en los EE.UU. están protegidas. La ley también prevé la posibilidad de que la víctima obtenga un permiso de permanencia, la llamada “visa T”, con la que regularizar su estatus. Los estudios indican que la mayoría de los casos en los EE.UU. están relacionados con el trabajo forzoso. Las fábricas donde se explotan los trabajadores («sweatshop«)20 han retornado. Se vuelven a producir situaciones de explotación laboral en los países desarrollados, que utilizan «prácticas de trabajo que sean contrarias a los principios más elementales de respeto de los derechos humanos en el trabajo».21 De acuerdo con estimaciones de la OIT, «América Latina ocupa, después de Asia, el segundo lugar en el mundo entre las regiones con mayor número de trabajadores forzosos», mientras que «en América Latina el trabajo forzoso está estrechamente vinculado a patrones de desigualdad y discriminación, particularmente en contra de los pueblos indígenas».22

Las medidas preventivas son complementarias a la implementación de leyes contra la trata, a la adopción de leyes laborales y a la regulación de las condiciones de empleo, y consecuentemente a su ejecución. Por otra parte, los gobiernos deben desarrollar programas para afrontar los “sin tierra” y la dependencia extrema, mientras que los sindicatos y las organizaciones no gubernamentales deben colaborar para garantizar los derechos y normas laborales, y para obtener el apoyo de la opinión pública.

Una responsabilidad particular recae en el consumidor. Debe ser consciente de las condiciones bajo las cuales se cultivan o se fabrican los productos. La introducción de las etiquetas comerciales y de los códigos de conducta podría fortalecer las condiciones de trabajo dignas. En este sentido, no se debe olvidar la responsabilidad de las cadenas de supermercados. Como resultado, esto supondrá que algunos productos sean más caros.

Reconozco lo que ya se ha hecho por organizaciones eclesiales. Iniciativas como la Catholic Coalition against human trafficking en los EE.UU., la Red Internacional de Religiosas contra la trata de personas, la red brasileña de congregaciones religiosas femeninas «Un grido por la Vida», la Carta Pastoral de los Obispos de Canadá,23 y probablemente muchas otras iniciativas que desconozco. Debemos darnos cuenta de que el trabajo ya realizado tiene que ser integrado en las actividades de la diócesis y que cada Iglesia local debe asumir la responsabilidad de implicarse.

6. El desplazamiento inducido por el cambio climático

Un golpe en la puerta y… gente está pidiendo un lugar de protección.

Una nueva forma de desplazamiento está en camino, de hecho ya está sucediendo a nuestro alrededor.

Las personas se están marchando, pues no pueden ganarse ya la vida por culpa de la desertificación y de la creciente escasez de agua, aumentando el nivel del mar y la salinización de las tierras agrícolas. El cambio climático está también provocando cada vez más desastres naturales, como inundaciones y tormentas. Como resultado aumentan los conflictos a causa de los recursos.

Esta nueva forma de desplazamiento tendrá enormes consecuencias en las próximas décadas. Las estimaciones frecuentemente mencionadas y aceptadas de 200 millones24 de personas desplazadas en el año 2050 por efecto del cambio climático indican la gigantesca dimensión del problema. La migración humana, sin duda, será una de las consecuencias más significativas del cambio climático.

En la actualidad, el mundo apenas está preparado para lo que esto significará para quienes se vean forzados a moverse, ni dónde están las responsabilidades. Algunos serán amparados por la Convención sobre los Refugiados, otros podrían ser tratados en el marco de los convenios sobre apátridas, mientras que para otros se podría aplicar los Principios Rectores de los Desplazamientos Internos. Sin embargo, actualmente no existe ninguna disposición legal que aborde este nuevo reto.

Como declaró la Santa Sede en la reunión del Comité Ejecutivo del ACNUR en el año 2008: «Muchos de ellos no se ajustan a la tipología de refugiados o de trabajadores migrantes, pero la comunidad internacional no puede ignorar su situación ni tampoco puede negar la obligación ética de extender a ellos la protección […]. Es necesario afrontar el problema de cómo iniciar el proceso para formalizar los modos y los medios para proteger los millones de personas en el centro del continuo: la responsabilidad de protegerlos; ofrecer una ayuda para la supervivencia inmediata; criterios para su acogida en otros lugares; estructuras de coordinación».25

Mientras tanto el Secretario General ha hecho del cambio climático y de sus consecuencias una prioridad de todo el sistema, ya que es evidente que las Naciones Unidas tienen ciertamente un papel que desempeñar.

7. La Iglesia y las organizaciones eclesiales

Un golpe en mi puerta y… están esperando mi respuesta.

Todos nosotros ya estamos comprometidos. Como Iglesia y como diócesis promovemos programas de apoyo a la integración y al pleno acceso a la igualdad de derechos en la vida civil, dirigimos programas de viviendas, de educación, de acceso al mercado de trabajo, hemos puesto en marcha servicios de asesoramiento, programas de asistencia jurídica, adaptado estructuras pastorales, apoyamos la formación de liderazgo leadership training y a asociaciones de inmigrantes. Existen intercambios entre los países de origen y de destino, como esta misma conferencia. ¿Aún tenemos que hacer más?

Existe el riesgo de que tengamos tan asumida nuestra participación que acabemos percibiendo a quienes están implicados en la inmigración como un trabajo, un
caso o una ocupación.

La hospitalidad puede protegernos de esa actitud. La hospitalidad no es tanto una tarea cuanto una manera de vivir nuestras vidas y de compartir. Ofrecer hospitalidad brota de nuestro esfuerzo por ser fieles a Dios, al escuchar la voz de Dios en las Escrituras y en la gente que nos rodea. Es uno de los temas centrales en el cristianismo desde los tiempos de la Iglesia primitiva. La acogida, la compasión y la igualdad de trato son parte de una respuesta cristiana apropiada, que rompe las barreras sociales. Es una respuesta a las necesidades de las personas, pero también un reconocimiento de su valor y de la humanidad compartida.

En la hospitalidad, el extranjero es acogido en un lugar seguro, personal y confortable, un lugar de respeto, aceptación y amistad. Incluso aunque sea brevemente, el desconocido es incorporado en una red de relaciones en la que se da y se apoya la vida. Se requiere una apertura de corazón, la voluntad de hacer la propia vida visible para los demás, y una generosidad de tiempo y recursos. La cercanía forjada en la hospitalidad contradice mensajes contemporáneos referidos a quién es valioso y «bueno para estar con», quién puede «dar vida a otros». Esto hará de ambos, huésped y anfitrión, personas más ricas, más humanas. No estoy diciendo que acoger sea fácil, de hecho es difícil y exigente, y a veces incluso incómodo.

Sin embargo, nos mantendrá conectados al individuo, y con mente abierta para los nuevos retos que siempre aparecerán en nuestro camino. Quiero hacer hincapié en uno de ellos: políticas coherentes.

Las distintas formas de migración y sus aspectos multidimensionales están directamente relacionadas con otras políticas e influenciadas por ellas, como las de comercio y finanzas, de seguridad, de relaciones exteriores y de agricultura. Sin embargo, sus efectos y consecuencias a menudo no se tuvieron suficientemente en cuenta al formular dichas políticas. Es evidente que estas políticas se contradicen entre sí, y contribuyen al desarraigo de la gente. A las políticas de migración, a los individuos involucrados y a los países del Sur les gustaría ver políticas coherentes, que analizase las propuestas políticas junto con sus efectos sobre los pastores que empujan y atraen la migración. Se deben reconciliar los objetivos de la migración con estos otros objetivos, mediante los cuales se promuevan políticas centradas en la persona.

Puntos similares han sido subrayados por el Papa Benedicto XVI en una carta a la Canciller Merkel, en la que pedía «condiciones comerciales favorables a los países pobres», la «cancelación completa e incondicional de la deuda externa de los países pobres fuertemente endeudados y de los países menos desarrollados», que «además, los países industrializados deben ser conscientes de los compromisos que han asumido con respecto a las ayudas al desarrollo y cumplirlos plenamente», y «seguir esforzándose por lograr una reducción significativa del comercio de armas, tanto legal como ilegal, del tráfico ilegal de materias primas preciosas y de la fuga de capitales de los países pobres».26 Aunque está escrita hace tres años, son meritorias de una reflexión más profunda. Nos presenta un pensamiento serio y una agenda sobre la que trabajar. En un discurso hace unas semanas, afirmó: «Más que una espiral de producción y consumo en función de unas necesidades humanas definidas de un modo limitado, la vida económica debería ser un ejercicio de responsabilidad humana, intrínsecamente orientada hacia la promoción de la dignidad de la persona, la búsqueda del bien común y el desarrollo integral – político, cultural y espiritual – de individuos, familias y sociedades».27

8. Concluyendo

Lo más importante es el coraje de mirar a los pobres a la cara, para permitirles que nos toquen el corazón y cuestionen nuestro mundo. Dejarles compartir con nosotros el miedo y el sufrimiento que sus hijos experimentan por los actos de violencia, lo que se siente al vivir durante años en un campo de refugiados saturado, bajo una tienda de plástico, sin esperanza alguna de una vida digna, y cuánto se sufre por esta deshumanización y por no ser considerado un ser humano, sino un número o un ser vulnerable. ¿Qué es necesario para ofrecerles una perspectiva de futuro? De modo concreto la Iglesia en muchos países está tratando de responderla. Los esfuerzos y actividades que ustedes desarrollan son ejemplo de ello. El Papa Benedicto XVI nos inspira, motiva e interpela cuando dijo: «Quien con fe se alimenta de Cristo en la mesa eucarística asimila su mismo estilo de vida, que es el estilo del servicio atento especialmente a las personas más débiles y menos favorecidas. En efecto, la caridad operante es un criterio que comprueba la autenticidad de nuestras celebraciones litúrgicas».28

1 Erich Maria Remarque, Flotsam, Little, Brown and Co, Boston 1941, reeditado por Simon Publications, Safety Harbor, 2001, p. 282-284 [traducido al español con el título Náufragos].

2 Pontificio Consejo “Justicia y Paz”, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 160; cfr. Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, Instrucción Erga migrantes caritas Christi (EMCC), 3 mayo 2004, 28-30 y nota 7; Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo actual, 7 diciembre 1965, Proemio, 22, 30-32; Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium sobre la Iglesia, 21 noviembre 1964, 1, 7 y 13; Concilio Vaticano II, Decreto Apostolicam actuositatem sobre el apostolado de los laicos, 18 noviembre 1965, 14; Juan XXIII, Encíclica Pacem in terris, 11 abril 1963, Parte I; Pontificio Consejo “Cor Unum” y Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, Los refugiados: un desafío a la solidaridad, 1992.

3 Juan Pablo II, Discurso al primer grupo de Obispos de Brasil en visita «ad Limina», 31 agosto 2002; cfr. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica postsinodal Ecclesia in America, 22 enero 1999, 73; EMCC, 39 y 100.

4 Cfr. Ruth Ellen Wasem, Immigration Reform Issues in the 111th Congress: Congressional Research Service, 2010/2, p. 3: http://assets.opencrs.com/rpts/R40501_20100202.pdf

5 Douglas Massey and Magaly Sánchez R., Restrictive Immigration Policies and Latino Immigrant Identity in the United States: PNUD, Human Development Reports, Research Paper 2009/43, p. 15.

6 Ibid., p. 16.

7 Cfr. OIT, International labour migration. A rights-based approach, International Labour Office, Ginebra 2010, p. 41-43.

8 Se ha estimado que los trabajadores en situación irregular en los EE.UU. contribuyen con cerca de 6-7 billones de dólares al sistema de seguridad social, sin recibir beneficio alguno. Una estimación indica que alrededor de 3,8 millones de hogares cuyo cabeza de familia es un trabajador en situación irregular generaron 6,4 billones de dólares en impuestos de seguridad social en el año 2002 (cfr. Ibid., p. 110).

9 Cfr. PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano 2009. Superando barreras: Movilidad y desarrollo humanos, Mundi-Prensa Libros, Madrid 2009, p. 111.

10 Cfr. Ibid., p. 89.

11 Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante 1996, 25 julio 1995, n. 2.

12 “El reasentamiento impl
ica la selección y transferencia de refugiados desde un Estado en el cual ellos han buscado protección a un tercer Estado que ha aceptado admitirles -como refugiados- con estatuto de residencia permanente. Este estatuto deberá garantizar su protección contra el refoulement y ofrecer al refugiado reasentado y su familia o dependientes el acceso a los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales similares a aquellos disfrutados por los nacionales. También deberá ofrecer la oportunidad de convertirse eventualmente en un ciudadano naturalizado del país de reasentamiento” (ACNUR, Departamento de Protección Internacional, Manual de Reasentamiento, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Ginebra 2004, p. 10).

13 Cfr. U.S. Deparment of Homeland Security, Office of Immigration Statistics, Annual Flow Report. Refugees and Asylees 2009, 2010: www.dhs.gov/xlibrary/assets/statistics/publications/ois_rfa_fr_2009.pdf

14 “La autosuficiencia es la capacidad social y económica de un individuo, un hogar o una comunidad para satisfacer las necesidades esenciales (incluida la protección, alimentos, agua, vivienda, seguridad personal, salud y educación) de una manera sostenible y con dignidad. La autosuficiencia, como enfoque programático, se refiere al desarrollo y fortalecimiento de medios de vida de las personas atendidas, y a la reducción de su vulnerabilidad y su dependencia a largo plazo de la asistencia humanitaria/exterior” (ACNUR, Reintegration and Local Settlement Section, Division of Operational Support, Handbook for self-reliance, UNHCR Ginebra 2005, p. 1).

15 “Se debe recordar que el ACNUR promueve la autosuficiencia en todo momento, pues representa la base para cualquiera de las tres soluciones duraderas” (ACNUR, Departamento de Protección Internacional, Manual de Reasentamiento, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Ginebra 2004, p. 111).

16 Para profundizar: Shani Adess and others, Refugee crisis in America: Iraqis and their resettlement experience, Human Rights Institute, Georgetown University Law Center, 2009.

17 Cfr. U.S. Department of State, Trafficking in Persons Report, 2009.

18 Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, Orientaciones para la pastoral de la carretera-calle, 24 mayo 2007, 102.

19 Intervención de la Santa Sede en el XV Consejo Ministerial de la OSCE, 29 noviembre 2007: L’Osservatore Romano, n. 278 (44.721), 5 diciembre 2007, p. 1.

20 «Una empresa que regularmente viola tanto los salarios o el trabajo infantil y las leyes de seguridad o de salud». «A escala mundial, en lo que respecta a las remuneraciones, un sweatshop es un lugar donde los trabajadores se les paga por debajo del salario mínimo local, o cuando, con ese salario, no son capaces de satisfacer sus necesidades básicas» (Robert J.S. Ross, Slaves to fashion. Poverty and abuse in the new sweatshops, The University of Michigan Press, Ann Arbor, 2004, p. 26 y 41).

21 OIT, International labour migration. A rights-based approach, International Labour Office, Ginebra 2010, p. 90-91.

22 OIT, El costo de la coacción. Informe global con arreglo al seguimiento de la Declaración de la OIT relativa a los principios y derechos fundamentales en el trabajo, Conferencia Internacional del Trabajo, 98ª Reunión, 2009, Informe I(B), Oficina Internacional del Trabajo, Ginebra 2009, p. 22.

23 Cfr. Comisión Episcopal de Justicia y Paz. Conferencia de Obispos Católicos de Canadá, Pastoral Letter on Human Trafficking, 27 enero 2010: www.cccb.ca/site/content/view/2752/lang,eng/

24 Cfr. Norman Myers, ‘Environmental Refugees: An emergent security issue’, 13th Economic Forum, Praga, 23-27 mayo 2005: www.osce.org/documents/eea/2005/05/14488_en.pdf

www.vatican.va/roman_curia/secretariat_state/2008/documents/rc_seg-st_20081007_unhcr_en.html

26 Benedicto XVI, Carta a la Señora Angela Merkel, Canciller de la República Federal de Alemania, con ocasión del inicio de la presidencia alemana de la Unión Europea y del G-8, 16 diciembre 2006.

«La Santa Sede ha puesto de relieve en repetidas ocasiones que, a la vez que los Gobiernos de los países más pobres tienen la responsabilidad de gobernar bien y de eliminar la pobreza, es indispensable una activa colaboración internacional. Aquí no se trata de una tarea extraordinaria o de concesiones que podrían posponerse a causa de urgentes intereses nacionales. Más bien, se trata de un deber moral grave e incondicional, basado en la pertenencia común a la familia humana, así como en la dignidad y el destino comunes de los países pobres y de los países ricos que, por el proceso de globalización, se desarrollan cada vez con mayor interdependencia.

Para los países pobres sería preciso crear y garantizar, de modo seguro y duradero, condiciones comerciales favorables que incluyan sobre todo un acceso amplio y sin reservas a los mercados.

También resulta necesario hacer todo lo posible para proveer a una rápida cancelación completa e incondicional de la deuda externa de los países pobres fuertemente endeudados y de los países menos desarrollados. Asimismo, hay que tomar medidas para que estos países no acaben de nuevo en una situación de deuda insostenible.

Además, los países industrializados deben ser conscientes de los compromisos que han asumido con respecto a las ayudas al desarrollo y cumplirlos plenamente.

Hacen falta también amplias inversiones en el campo de la investigación y del desarrollo de medicinas para el tratamiento del sida, la tuberculosis, la malaria y otras enfermedades tropicales. A este respecto, los países industrializados deben afrontar la urgente tarea científica de crear por fin una vacuna contra la malaria. Del mismo modo, es necesario poner a disposición tecnologías médicas y farmacéuticas, así como conocimientos derivados de la experiencia en el campo de la salud, sin imponer en cambio exigencias jurídicas o económicas.

Por último, la comunidad internacional debe seguir esforzándose por lograr una reducción significativa del comercio de armas, tanto legal como ilegal, del tráfico ilegal de materias primas preciosas y de la fuga de capitales de los países pobres, y por eliminar las prácticas de lavado de dinero sucio y la corrupción de los funcionarios en los países pobres».

27 Benedicto XVI, Discurso a los participantes en la XVI Sesión Plenaria de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, 30 abril 2010.

28 Benedicto XVI, Ángelus, 19 junio 2005.

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ZENIT Staff

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