Movilización de la Santa Sede para prohibir las bombas-racimo

Argumentos del representante vaticano en la Conferencia de Dublín

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DUBLÍN, jueves, 22 mayo 2008 (ZENIT.org).- La Santa Sede está movilizando sus energías para tratar de acabar con los horrores provocados por las bombas de racimo en la conferencia que tiene lugar en esta ciudad hasta el 30 de mayo.

Unos cien países participan en el encuentro, que aspira a sellar un histórico compromiso para acabar con las bombas racimo y la munición fragmentaria explosiva.

En el debate ha intervenido el arzobispo Silvano Maria Tomasi, observador permanente de la Santa Sede ante las oficinas de las Naciones Unidas en Ginebra, para subrayar la urgencia de alcanzar una Convención internacional que prohíba estos artefactos letales.

El prelado recordó el llamamiento lanzado el domingo por el Papa, en el que deseó que, «con la responsabilidad de todos los participantes, se pueda alcanzar un instrumento internacional fuerte y creíble: es necesario, de hecho, poner remedio a los errores del pasado y evitar que se repitan en el futuro».

Monseñor Tomasi ha revelado que «en esta Conferencia, la delegación de la Santa Sede está trabajando intensamente para poder aprobar, junto a otros países, este nuevo instrumento jurídico que esperamos sea verdaderamente eficaz, operativo, y que de manera decisiva prohíba y elimine el uso el transporte, el almacenamiento de estas bombas de racimo».

En declaraciones a «Radio Vaticano», el prelado ha aclarado que el motivo de esta acción se basa en «el deseo de evitar que se den víctimas entre la población civil, en particular, que paguen el precio demasiado elevado a causa de estas actividades de carácter militar».

«La Santa Sede forma parte de un pequeño grupo de Estados que, desde hace unos años, está creando opinión pública y está trabajando a través de instrumentos operativos, incluidos los jurídicos, para llegar a conclusiones prácticas, que puedan limitar los daños provocados por estas armas».

«Por ejemplo –ilustra Tomasi–, después de 40 años de uso de estas bombas en el sudeste asiático, todavía hoy sigue habiendo muertos y heridos. Por tanto, no hablamos de una realidad abstracta o histórica, sino de algo que sigue produciendo víctimas».

«Por tanto, nosotros, como Iglesia, como cristianos, que queremos ser sensibles a la protección de las personas más vulnerables, tratamos de hacer algo para limitar el impacto de estos artefactos en las personas, que después pagan las consecuencias durante toda la vida, a no ser que la pierdan», concluye.

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ZENIT Staff

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