Muere en Roma Ignacio Calabuig, uno de los máximos expertos en mariología

Era revisor de los Vía Crucis del Viernes Santo en el Coliseo

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 10 marzo 2005 (ZENIT.org).- El mariólogo Ignacio M. Calabuig, Siervo de María, murió en Roma el pasado 6 de febrero a causa de una enfermedad y fue recordado ayer en una misa a los treinta días de su muerte en el Marianum, facultad pontificia romana en la que enseñaba y vivía.

El padre Ignacio era uno de los revisores y transcriptores de los textos del «Vía Crucis» que cada año se preparan en estas fechas y que se recitan con el Papa en el Coliseo la noche del Viernes Santo.

Consultor de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, así como miembro del consejo académico de la Academia Pontificia de la Inmaculada, este profesor fue ante todo «un fraile fiel a la oración comunitaria y un estudioso», según dijo este martes en la homilía de su funeral el padre Bernardo Antonini, vicerrector de la Facultad Pontificia «Marianum».

Ignacio M. Calabuig Adán (Denia, 1931 – Roma, 2005) había nacido en España pero pasó casi toda su vida en Roma, ciudad en la que fue ordenado sacerdote en 1955.

Consultor de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontifice, era el coordinador de Mariología en el «Marianum», director de la Revista «Marianum» y uno de los impulsores de la Cátedra «Mujer y cristianismo», curso anual que se está realizando esta semana en la sede de la facultad.

El religioso de la Orden de los Siervos de Santa María había participado en la redacción de documentos como la exhortación apostólica del Papa Pablo VI «Marialis Cultus» de 1974 y en varios libros litúrgicos.

Bernardo M. Antonini, también Siervo de María, destacó que «el padre Ignacio amaba la Sagrada Escritura y su escritura», pues «era un gran escritor» y recordó que «a veces desaparecía por la casa y lo encontrabas siempre en alguno de sus múltiples despachos estudiando».

El recordatorio de la muerte del padre Calabuig recoge unas líneas de una carta que escribió cuando dejó de ser decano: «Me siento sereno, alegre por la experiencia realizada. Es más, en estas últimas semanas he tenido un momento de profunda alegría y he experimentado una viva gratitud hacia el Señor por el don de la vida, y por la manera en que se ha desarrollado mi existencia de fraile Siervo de Santa María, presbítero y profesor en el Marianum».

En el funeral, además de la comunidad de los Siervos de María y de miembros de la facultad, asistieron numerosas superioras generales y laicos que habían conocido y admirado a este mariólogo de fama internacional. Sus restos descansan en la capilla que la orden tiene en el Cementerio romano del Verano.

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ZENIT Staff

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