Myanmar: Persiste la necesidad de ayuda urgente, alerta el arzobispo de Yangon

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YANGON, lunes, 26 mayo 2008 (ZENIT.org).- A las tres semanas del devastador ciclón Nargis, sigue en pié la necesidad de ayuda urgente para la población de Myanmar (Birmania), advierte el arzobispo de Yangon, monseñor Charles Bo.

El prelado difundió una declaración el domingo -que ha recibido Zenit– en la que se hace portavoz de cientos de miles de personas que continúan sufriendo carencias básicas tras el fenómeno natural que el 2 y 3 de mayo sembró muerte y destrucción.

Los supervivientes de las regiones afectadas del delta del río Irrawaddy y de Yangon (ex Rangún) afrontan una «lucha diaria» para lograr agua potable, alimento, refugio y atención médica, medios todos muy limitados.

Además, como describe el arzobispo de Yangon en su misiva, los daños sufridos en los arrozales, la pérdida de las herramientas de trabajo, semillas y animales, tendrán un fuerte impacto negativo en la producción de arroz y, por lo tanto, en la garantía de nutrición para la población más vulnerable.

Apunta que la respuesta local a esta tragedia ha sido significativa; en cualquier caso aplaude «el reciente anuncio de que el gobierno permitirá a los equipos de socorro entrar en el país».

«Confío en que este anuncio se cumpla y en que el apoyo internacional se sume a las estructuras locales y esfuerzos ya en marcha», añade.

«Queda mucho que hacer para aliviar el sufrimiento de la gente. Al contrario de lo que los informes del gobierno parecen estar diciendo, la fase de ayuda de emergencia no ha concluido. Las necesidades básicas de cientos de miles de personas aún esperan respuesta», confirma.

En un país 50 millones de personas -de mayoría budista–, 635 mil católicos viven su fe en una libertad relativa.

De todas formas, la Iglesia local ya ha conseguido llegar a unas 25 mil personas en su esfuerzo de ayuda, brindándoles comida, alojamiento y agua potable; igualmente se emplea en el apoyo psicológico y espiritual para los golpeados por estos traumáticos sucesos.

«Los niños son especialmente vulnerables en este momento. Muchos han perdido a sus padres y necesitan respaldo y protección para salir adelante», recalca monseñor Bo.

El empeño eclesial se centra en conseguir ayudar a otras 40 mil personas, además de apoyar a los distintas comunidades para que reconstruyan sus vidas y medios de subsistencia para los próximos meses y años.

Entre tanta tragedia, se perciben rasgos de esperanza. «El pueblo de Myanmar se ha unido en solidaridad por los damnificados por el ciclón -subraya el prelado católico–. Fieles y líderes de todos los credos han estado trabajando juntos para llegar a los lugares afectados y pedir al gobierno que haga cuanto pueda por los necesitados».

«Los relatos que he oído de gente que enfrentó y sobrevivió a toda la fuerza del ciclón, y que siguen viviendo con dignidad y esperanza, son un homenaje a la naturaleza inquebrantable del espíritu humano», admite el arzobispo Bo.

Igualmente el aliento y bondad de los voluntarios «y el apoyo y solidaridad internacional que ha recibido la Iglesia en Myanmar muestra la generosidad de la humanidad», concluye.

Frente a las pretensiones del gobierno de Myanmar, se ha oído el domingo un «mensaje claro» del secretario general de la ONU Ban Ki-moon: «Debemos concentrarnos en el objetivo inmediato, el de salvar vidas humanas. Nuestra meta inmediata es humanitaria; después vendrá la reconstrucción».

En su edición diaria en italiano -de fecha 26-27 mayo 2008–, «L’Osservatore Romano» se hace eco así de la apertura, en Yangon, de la Conferencia mundial de donantes para Myanmar, cuya Junta Militar -escribe el periódico- «insiste sobre todo en pedir asistencia para la reconstrucción, esperando recibir para ello unos 10,7 mil millones de dólares».

Por Marta Lago

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ZENIT Staff

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