Nadie puede utilizar la religión como instrumento de intolerancia, afirma el Papa

Al reunirse con musulmanes, ortodoxos y judíos de Azerbaiyán

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 18 noviembre 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II advirtió este jueves que nadie tiene derecho a utilizar la religión como instrumento de intolerancia o violencia al recibir en el Vaticano a los representantes religiosos islámicos, ortodoxos y judíos de Azerbaiyán.

La delegación se encontraba en Roma para intercambiar la visita que el Papa realizó en mayo de 2002 a ese país caucásico, que sólo cuenta con unos trescientos católicos.

Entre los huéspedes del pontífice se encontraban Allahshyukyur Pashazade, jefe de la dirección de los Musulmanes del Caúcaso (Sheikh ul-Islam); el obispo ortodoxo Aleksandr de Baku y de la Región del Caspio, perteneciente a la Iglesia ortodoxa rusa; y el jefe de la Comunidad de los Judíos de la Montaña.

«Que vuestra visita al Papa de Roma sea como un símbolo para el mundo –dijo el Papa en su saludo–: es decir, muestre que la tolerancia es posible, y constituye un valor de civilización, que sienta las premisas para un desarrollo humano, civil y social más amplio y solidario».

«Nadie tiene el derecho de presentar o utilizar las religiones como instrumento de intolerancia, como medio de agresión, de violencia o de muerte», afirmó en el discurso que dirigió en ruso.

«Por el contrario –subrayó–, su amistad y estima recíprocas, si es apoyada también por el compromiso de tolerancia de los gobernantes, constituye un rico recurso de auténtico progreso y de paz», subrayó.

«Juntos –musulmanes, judíos, cristianos– queremos dirigir en nombre de Dios y de la civilización un llamamiento a la humanidad para que cese la violencia homicida y se emprenda el camino del amor y de la justicia para todos», afirmó el obispo de Roma.

El Papa aclaró que «esta es la senda de las religiones» y confesó su deseo de: «que Dios nos ayude a recorrer esta senda con perseverancia y paciencia».

En su intervención también referencia al conflicto en Nagorno-Karabaj, enclave armenio en territorio azerí, que dio lugar en 1991 a una guerra entre ambos Estados que terminó con el alto al fuego en 1994 y con la anexión de hecho por Armenia no sólo del territorio en disputa, sino también de otras tierras azeríes.

Deseó «de corazón que en Azerbaiyán vuelva en plenitud la paz» y explicó que «ésta, al igual que otras disputas, debe ser afrontada con buena voluntad, en la mutua búsqueda de aperturas recíprocas de comprensión y con espíritu de auténtica reconciliación».

En un comunicado publicado tras el encuentro, Joaquín Navarro-Valls, portavoz de la Santa Sede, reveló que «durante la audiencia, los jefes religiosos confirmaron al Papa su constante compromiso para colaborar con la paz y promover la convivencia pacífica entre las diferentes religiones».

La República de Azerbaiyán, que se independizó tras la caída de la Unión Soviética en 1991, cuenta con algo menos de ocho millones de habitantes de los cuales la gran mayoría son musulmanes, aunque existen importantes minorías de ortodoxos rusos y de ortodoxos armenios.

La comunidad católica en Azerbaiyán prácticamente desapareció con las persecuciones de Stalin y la iglesia católica de Bakú fue destruida. Con motivo de la visita del Papa el fallecido presidente, Heider Aliev, ex comunista, puso a disposición un terreno en el centro de Bakú para la construcción de una iglesia católica.

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ZENIT Staff

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