Narcisita, laica consagrada ecuatoriana, será santa

El 13 de octubre será canonizada por Benedicto XVI

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 29 julio 2008 (ZENIT.org).- Narcisita no dejó nada escrito. Siempre quiso permanecer oculta ante los ojos del mundo. Dedicaba ocho horas diarias a la oración. La acompañaban el silencio, la soledad, el trabajo y el sacrificio. El próximo 12 de octubre será canonizada esta laica consagrada ecuatoriana.

«No obstante la pobreza de las informaciones que todo biógrafo lamenta, la riqueza espiritual (…) es tan grande que resplandece a través de lo poco que sabemos de ella», asegura Pagoli G Papasgoli, en el libro «Riscatto di un popolo» (Rescate de un pueblo).

Como laica hizo sus votos de virginidad perpetua, pobreza y obediencia a la Iglesia. Se sentía llamada a permanecer en el mundo para ser fermento de bien. Dedicaba ocho horas diarias a la oración. También practicaba actos de penitencia para unirse más a la cruz del Señor.  

De Nobol a Lima

Narcisa de Jesús Martillo Morán nació en un pueblo llamado Nobol de la diócesis de Guayaquil, Ecuador. Sus padres eran agricultores y fue la sexta de nueve hijos. Su madre murió cuando era pequeña. Era de carácter dulce. Aficionada a la costura, al servicio doméstico, también al canto y la guitarra.

La búsqueda de una dirección espiritual la llevó a trasladarse a Guayaquil cuando tenía unos 20 años donde llevaba una vida pobre y se alojaba en lugares sencillos.

Quiso seguir el ejemplo de la vida de la santa también ecuatoriana Marianita de Jesús (1618 – 1645). Sus biógrafos las consideran como almas gemelas. «El punto de unión es la entrega total que ellas hacen a Cristo y al prójimo. Narcisa igualmente sigue el estado de vida laical como Mariana, además sigue la espiritualidad de oblación y sacrificio tomando por modelo a Mariana en reparación por los pecados de los compatriotas» explica a Zenit el sacerdote ecuatoriano Carlos Vinicio Urdiales, estudioso de la vida de la santa.

En Guayaquil conoció al sacerdote franciscano Fray Pedro Gual que residía en Lima. Narcisa se encontraba sin director y él comenzó a ayudarle espiritual y materialmente y por ello le pidió que se trasladara a Lima donde se estableció en el Beaterio del Patrocinio.

Por haberse santificado tanto en el campo como en la ciudad, y en su patria como fuera de ella, muchos emigrantes le tienen especial devoción.

Practicaba la caridad especialmente con los pobres y enfermos a quienes les preparaba infusiones de yerbas con las que mejoraban.

Anheló siempre reproducir la pasión de Cristo y realizaba sacrificios con azotes y coronas de espinas: «Estaba firmemente persuadida de que el camino de la santidad pasa por la humillación y la abnegación, es decir, por el sentirse crucificada con Cristo», dice el documento de la Congregación para la Causa de los Santos.

El Concilio Vaticano I se inauguró el 8 de diciembre de 1869. Ese día murió Narcisita quien ofreció sus últimos sufrimientos por este importante evento eclesial. 

Hacia la santidad

El milagro atribuido a su intercesión necesario para su canonización fue experimentado por Edelmira Arellano, una niña de siete años que había nacido sin órgano genital. Su madre fue al santuario a pedir por la salud de su pequeña. Ese mismo día el médico aseguró que su condición física era normal. La conclusión de quienes estudiaron el caso fue la restitución del defecto anatómico, congénito de manera imprevista, completa y duradera, científicamente inexplicable.

Hoy, en Nobol muchas personas se dedican a las labores del campo o a pequeños negocios como venta de comidas o acogida de miles de peregrinos que llegan de todos lados la hacienda San José donde vivió y el santuario donde reposan sus restos.

«En Narcisita brillan la humildad y la caridad, practicados en grado heroico así como la penitencia adecuada a la época, la expiación de los pecados de su pueblo, especialmente de los sacerdotes y el irradiar a Cristo en medio del pueblo», asegura a Zenit monseñor Roberto Pazmiño, vicepostulador para la causa de su canonización.  

Por Carmen Elena Villa Betancourt

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ZENIT Staff

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