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Navidad a pesar de todo

Reflexiones del obispo de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi

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VER
Después de haber acompañado a los artesanos de Chiapas que expusieron sus obras de arte en la Navidad Mexicana en El Vaticano, participé el domingo pasado en el Angelus, en la Plaza San Pedro, para escuchar el acostumbrado mensaje del Papa. Me llamaron la atención las múltiples medidas de seguridad para ingresar: revisiones y policías por todas partes, cortes continuos a la circulación, temores por posibles atentados del extremista ejército Islámico. A pesar de todo, éramos como treinta mil personas quienes espontáneamente acudimos. Es un breve momento, pero que atrae a miles de personas de todo el mundo, deseosas de escuchar un mensaje inspirado en el Evangelio.
En varios países europeos se están sufriendo graves problemas económicos por falta de trabajo. Hay países donde hasta el 50 por ciento de los jóvenes no lo encuentra. A pesar de ello, las tiendas comerciales están llenas y los aeropuertos saturados.
La migración que llega de Siria, Irak y norte de Africa, por las guerras y la falta de seguridad, no se detiene. Muchos cristianos son perseguidos allá y aumentan los mártires, católicos y protestantes. Sin embargo, encuentran la forma de celebrar la Navidad, aunque sea fuera de su patria y en forma muy sencilla.
Entre nosotros, los pobres también celebran, a su manera, la Navidad, no con derroches y regalos costosos, sino con una sencilla cena o comida, y sobre todo participando en las celebraciones religiosas, que les llenan no sólo de consuelo, sino de firme esperanza para seguir luchando por una vida más digna. Jesús niño, pobre, perseguido, exiliado, les significa que no están solos, que Dios les ama, les comprende y les acompaña, no con un espiritualismo alienante, sino como una certeza de que, con la fuerza de la Palabra de Dios y con el alimento de la Eucaristía, saldrán adelante.
Sin embargo, muchísimos no tienen oportunidad de celebrar, pues deben trabajar para lograr el pan de cada día; sus patrones no les dan unos días de descanso; andan corriendo de una parte a otra ofreciendo sus artesanías a los turistas; sufren las inclemencias del tiempo en las esquinas, vendiendo todo tipo de cosas, haciendo alguna actividad remunerada, o esperando una moneda para calmar sus males.
PENSAR
El Papa Francisco, en la Navidad del año pasado, dijo: “La liturgia de la santa noche de Navidad nos presenta el nacimiento del Salvador como luz que irrumpe y disipa la más densa oscuridad. La presencia del Señor en medio de su pueblo libera del peso de la derrota y de la tristeza de la esclavitud, e instaura el gozo y la alegría. A lo largo del camino de la historia, la luz que disipa la oscuridad nos revela que Dios es Padre y que su paciente fidelidad es más fuerte que las tinieblas y que la corrupción.
Jesús es la salvación para todas las personas y todos los pueblos. Mi pensamiento va a todos los niños hoy asesinados y maltratados. Tanto a los que, antes de ver la luz, son privados del amor generoso de sus padres y enterrados en el egoísmo de una cultura que no ama la vida, como los niños desplazados por causa de la guerra y las persecuciones, abusados y explotados bajo nuestros ojos y nuestro silencio cómplice. Y a los niños masacrados bajo los bombardeos, también allí donde el Hijo de Dios ha nacido. Aún hoy su silencio impotente grita bajo la espada de tantos Herodes. Hay verdaderamente muchas lágrimas en esta Navidad junto con las lágrimas del Niño Jesús.
Que el poder de Cristo, que es liberación y servicio, se haga oír en tantos corazones que sufren la guerra, la persecución, la esclavitud. Que este poder divino, con su mansedumbre, extirpe la dureza de corazón de muchos hombres y mujeres sumidos en lo mundano y la indiferencia. Que su fuerza redentora transforme las armas en arados, la destrucción en creatividad, el odio en amor y ternura”.
 
ACTUAR
¿Qué puedes hacer para que la Navidad sea alegría y esperanza para tu familia y para los que sufren? Di al Señor: “Ayúdame a ser como tú, danos la gracia de la ternura en las circunstancias más duras de la vida, concédeme la gracia de la cercanía en las necesidades de los demás, de la mansedumbre en cualquier conflicto”.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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