Navidad en Chiapas: «Expresión de amor»

SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 23 diciembre 2006 (ZENIT.org). Publicamos el mensaje de Navidad que han escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, y su obispo auxiliar, monseñor Enrique Díaz Díaz.

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NAVIDAD, EXPRESION DE AMOR
Mensaje de Navidad 2006

Al llegar estos días, todo cambia: luces, colores, adornos, regalos, vacaciones, buenos deseos, promesas, reuniones, fiestas, etc. ¿Cuál es el origen y la razón de todo ello? ¿Para qué sirven estas fechas? ¿Qué queda después?

Es obvio que, para algunos, son sólo ocasión para divertirse, descansar, relacionarse, gastar, presumir y, quizá, para encadenarse más a vicios y pasiones totalmente contrarios al espíritu de Jesús. Para muchos otros, ojalá fueran la mayoría, es tiempo de acercarse más a Dios, de convivir pacíficamente en familia, de enmendar lo torcido, de llenarse de nuevos ánimos para seguir adelante.

Ofrecemos estas sencillas reflexiones, con la intención de colaborar en el esfuerzo por dar a estas fechas el sentido que Dios quiere, y no sean paja que se lleva el viento, ni sólo quede basura, como cuando se rompe una esferita, bella por fuera, hueca por dentro.

Navidad, amor de Dios
El evangelista Juan sintetiza el misterio de Cristo, su encarnación y su pascua, en el amor: “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16).

En efecto, ¿por qué Dios Padre nos envió a su Hijo, Jesucristo? Porque nos ama. ¿Por qué éste se hizo uno de nosotros? Por amor. ¿Por qué nació pobre, vivió en familia e hizo suyas nuestras dolencias, hasta morir en la cruz? Sólo para demostrarnos, con hechos, que nos ama, que no nos deja solos, que nos comprende. ¿Por qué quiso quedarse permanentemente en medio de nosotros, en la Eucaristía? Para estar siempre cerca, al alcance de nuestro corazón; para ser hermano, compañero, amigo y salvador.

En estos días de Navidad, te invitamos a permitirte experimentar el amor de Dios. El, en verdad, te ama. El está cerca de ti, en tus alegrías y en tus tristezas; cuando te rodean de cariño familiares y amigos, y cuando te hundes en una terrible soledad, sin comprensión ni amistad. El te comprende, aunque tu pasado sea triste y vergonzoso. El confía en ti y espera mucho de ti, aunque los demás te desprecien, te ofendan y te olviden. El te acompaña y fortalece, te levanta y sostiene, cuando todo se te viene abajo, cuando parece que el tunel no tiene salida, cuando la deseperación te ahoga.

¡Animo! Acércate a El, con sencillez y humildad, como los pastores; con esfuerzo y valentía, como los reyes magos. No habrá frustración, sino una alegría honda y profunda, que perdurará en tu corazón, aún después de que pasen estos días.

Navidad, amor en familia
Dios quiso nacer y crecer en un hogar. Podría haber procedido de otra manera. Sin embargo, “nació de una mujer” (Gál 4,4) y “vivió sujeto” a María y a José (Lc 2,51), conviviendo con sus parientes y con sus paisanos de Nazaret (cf Mc 6,1-3).

¿Por qué decidió ser parte de una familia y de un pueblo? ¿Por qué escogió ese lugar y ese tiempo? ¿Por qué asumió una cultura concreta e histórica? Sólo por amor. No fue por accidente, ni por casualidad. Fue una decisión de amor. Fue para demostrarnos cuán cerca está de nosotros y que, por tanto, nos comprende. Fue para ratificarnos que, para Dios, lo más valioso es la familia. Fue para enseñarnos a vivir el amor en nuestra familia.

En estos días de Navidad, te invitamos hacer todo lo posible por convivir en paz en tu hogar. Es lo más valioso que tienes: tu familia. Aunque haya cosas que no te gusten en la forma de ser de alguien de sus integrantes, son los tuyos, los que Dios te dio. Manifiéstales tu amor, tu cariño, tu atención, tu gratitud. Perdónense con generosidad unos a otros. Si pareciera que ya todo se acabó, hay que resembrar la esperanza de que todo puede cambiar. Que cada quien haga su esfuerzo, y la Navidad será no sólo hermosa y pacífica, sino permanente y duradera.

Navidad, amor sin fronteras
En el Credo, que es el resumen de nuestra fe, proclamamos: “Por nosotros los seres humanos, y por nuestra salvación, bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre”. Nació y convivió en nuestro suelo, por nosotros; es decir, por amor. Así resume también San Pedro toda la vida de Jesús: “Pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo” (Hech 10,38). En efecto, en El se encarna todo lo que expresa la parábola del buen samaritano: se conduele de tantos heridos al borde del camino y les procura su salud integral (cf Lc 10,25-37).

La Navidad, por tanto, no puede reducirse a una fiesta individualista, ni siquiera exclusivamente familiar. Jesús nos enseña a compartir con todos, en especial con los más pobres y excluidos, con los indígenas y migrantes, para que se levanten, sean respetados sus derechos y logren una vida plena, en lo material, en lo cultural, en lo espiritual, y obtengan la salvación eterna.

¿Quieres que tu Navidad sea profunda y duradera? Fíjate en quienes viven cerca de ti y carecen de cariño, de alimento, de casa, de ropa, de salud, de compañía. ¿Qué puedes hacer por ellos? Compárteles lo que puedas, aunque sea un vaso de agua (cf Mc 9,41). Pero, si te es posible, no te conformes con ello. Aliéntales con programas de promoción humana, para que lleguen a valerse por sí mismos, y no sean eternos dependientes. Y lucha por la transformación del sistema económico, político y social en que vivimos, plagado de injusticia y corrupción. Empieza por cambiar lo malo que haya en tu paraje o comunidad, en tu municipio, tu Estado y tu País.

Que el Espíritu Santo, que fecundó el seno de María y colmó a Jesús para que transformara este mundo (cf Lc 4,16-19), nos asista, para que nuestra Navidad sea plena. Así lo deseamos y lo pedimos en nuestra oración por ustedes.

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas

+ Enrique Díaz Díaz
Obispo Auxiliar de San Cristóbal

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ZENIT Staff

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