Nigeria: La tragedia del oleoducto obedece a la desidia

Afirma arzobispo nigeriano ante los 125 fallecidos por una explosión

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ABUJA, 27 junio 2003 (ZENIT.orgFides).- La explosión de un tramo de oleoducto que hace una semana acabó con la vida de más de cien personas es fruto de la desidia de quien debería controlar una de las instalaciones más importantes de Nigeria, denunció el presidente del episcopado del país.

La tragedia ocurrió cerca del pueblo de Amaokwe Oghughe, a 50 kilómetros al norte de Umuahia, capital del Estado de Abia –sudeste nigeriano–. Una chispa de una motocicleta provocó un incendio cerca de un punto del oleoducto del que hacía tiempo salía petróleo.

Las autoridades no dieron noticia del suceso hasta el fin de semana. Según la cifra proporcionada el martes por Cruz Roja nigeriana, el número de fallecidos se había elevado a 125. Desde 1998 hasta la actualidad, es el noveno desastre ocurrido en el oleoducto en Nigeria con cientos de víctimas mortales.

«La indiferencia de los responsables de la industria petrolífera, la ignorancia y la pobreza de quien busca las conducciones para robar el carburante están en la base de estas tragedias», afirmó monseñor John Olorunfemi Onaiyekan, arzobispo de Abuja.

El prelado describió la red de los oleoductos nigerianos, que pasa por zonas habitadas, poblados y campos cultivados y que no está enterrada, luego es fácilmente accesible para los ladrones.

«Roban un poco todos: desde los campesinos que hacen un agujero en los conductos sobre sus campos y sacan el petróleo con cubos hasta las organizaciones criminales, que llenan cisternas completas», confirmó.

«En este último caso es imposible que las autoridades no se den cuenta –denunció–. No es un misterio, desgraciadamente, que nuestro país está afectado por la plaga de la corrupción».

Es un contexto en el que la Iglesia lleva a cabo un trabajo de prevención «intentando convencer a la gente de que no se puede arriesgar la vida por un poco de dinero y de que robar es un acto contrario a los principios cristianos».

Igualmente se hace presión «sobre los administradores públicos para que hagan respetar las leyes y combatan la corrupción», concluyó monseñor Onaiyekan.

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ZENIT Staff

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