No excluir a los inmigrantes ni absorber su identidad, pide monseñor Vegliò

En el VIII Congreso sobre migraciones de los episcopados europeos

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MÁLAGA, miércoles 28 de abril de 2010 (ZENIT.org).- El presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Migrantes y los Itinerantes, monseñor Antonio Maria Vegliò, destacó la importancia de no excluir a los inmigrantes de la sociedad ni absorber su identidad.

El prelado intervino este miércoles en el VIII Congreso sobre migraciones organizado por el Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), que se está celebrando en la ciudad española de Málaga del 27 de abril al 1 de mayo.

“Dos son los extremos que deben evitarse: el de la absorción -la completa asimilación en la sociedad dominante, en detrimento de la identidad de los migrantes- y el de la exclusión, que implica el peligro de marginación”, declaró.

Monseñor Vegliò constató que las migraciones “han alcanzado en la actualidad dimensiones considerables y, aunque sólo sea por tal peso cuantitativo, no pueden ser desatendidas”.

Al mismo tiempo, denunció que “es cada vez más evidente el rostro herido de los migrantes”, en su ponencia, en la que ofreció un resumido análisis e interpretación de la Iglesia sobre los cambios derivados de la migración y la movilidad.

El representante del Papa para la atención a los emigrantes explicó que en los 27 países de la Unión Europea se calcula que hay hoy 24 millones de inmigrantes, en su mayoría provenientes de países de la misma Unión.

También destacó la dificultad de contar con cifras precisas de los inmigrantes ilegales “pero según recientes estimaciones oscilarían entre los 4,5 y los 8 millones, con un aumento estimado entre 350.000 y 500.000 al año”, dijo.

A la defensiva

Constató que “en Europa los flujos de la movilidad humana son percibidos negativamente por la población” y se “afronta a la defensiva el fenómeno de la movilidad”.

Destacó que “se está extendiendo una actitud política de rechazo de los inmigrantes, mientras que las economías sigue solicitando su contrato”.

Al mismo tiempo denunció la “tendencia de muchos países a refugiarse, a cerrarse, a garantizar el nivel de bienestar alcanzado dentro de sus fronteras, sin prestar suficiente atención a las necesidades de aquellos que están fuera de las mismas con grave omisión del principio de solidaridad”.

El presidente del dicasterio para la pastoral de los emigrantes y los itinerantes afirmó que “estamos frente a una especie de “deriva étnica” institucionalizada, que ciertamente no promueve ni el acercamiento sereno de los autóctonos hacia los inmigrantes ni tampoco el proceso de integración de los inmigrantes en el tejido de las sociedades de acogida”.

“Se propone seleccionar los flujos migratorios para que no sean peligrosos y obligar a los inmigrantes a no integrarse en nuestra sociedad, a fin de no producir contaminaciones culturales y enturbiar la identidad europea, o la de los distintos países de la Unión”, lamentó.

“En los últimos tiempos han aumentado las llamadas “comunidades blindadas” y, quizá, estamos incluso asistiendo al nacimiento de “continentes blindados”, con Europa y Norteamérica a la cabeza”, dijo.

Y fue más allá al elucubrar que “tal vez pronto veremos aparecer nuevos telones de acero, con patrullas fronterizas más estrictas y nuevas medidas para la defensa costera”.

Error de análisis

Monseñor Vegliò criticó la “inaceptable trilogía inmigración-criminalidad y terrorismo-inseguridad”, y se refirió a otros factores como causa de los problemas de inseguridad.

“La sensación de inseguridad que actualmente experimentan los ciudadanos europeos es causada, por una parte, por los inevitables cambios generacionales y, por otra, por una globalización económica sin reglas”, declaró.

Y añadió: “Por lo tanto, descargar la causa de la inestabilidad sobre los migrantes, más que afrontar de modo realista las problemáticas que tienen sus raíces en otros motivos, parece dirigido a crear en la opinión pública la imagen de un Estado atento y preocupado por la seguridad de sus ciudadanos, alimentando los miedos hacia lo otro y, especialmente, hacia los migrantes”.

“Se pretende ofrecer seguridad consolidando el sentido de identidad nacional, sin valorar suficientemente que las sociedades europeas se han convertido en un hecho multicultural, multiétnico y plurirreligioso y que se necesita, con coraje y clarividencia, afrontar políticas de integración social, cultural y política del componente migratorio, presente de modo estructural en nuestras sociedades”, denunció.

Alternativas

Como alternativa a esa visión, el obispo invitó a “concebir, sin embargo, la diversidad como un valor significa desarrollar una visión pluralista de la realidad, donde es posible y deseable el reconocimiento, el respeto y la promoción de la diversidad”.

Respecto a las políticas que se llevan a cabo, monseñor Vegliò afirmó que “las medidas punitivas no son suficientes, y a menudo ni tan siquiera desaniman nuevas salidas, sino que sólo las hacen más peligrosas o costosas”.

También señaló que “aún más perjudicial es llevar a cabo una instrumentalización política de las migraciones sin adoptar realmente las medidas necesarias, y desencadenando resentimientos xenófobos entre la población local y, en consecuencia, incluso reacciones violentas”.

El prelado destacó que las migraciones son una realidad estructural de nuestro tiempo y que “es deber de todos gobernarla por el bien común, incluso subrayando el respeto de las normas, de las tradiciones y de las costumbres de los países que acogen a los migrantes”.

“Si, sin embargo, las cuestiones problemáticas saltan al primer plano con relativa facilidad, no se deben subestimar los elementos positivos, aunque sólo sea desde el punto de vista de la economía unida al desarrollo”, dijo.

Lectura de fe y esperanza

En su intervención, resumió el magisterio de la Iglesia sobre la migración, deteniéndose especialmente en la encíclica de Benedicto XVI Caritas in veritate.

Señaló que la Iglesia propone “una lectura llena de fe y de esperanza porque, más allá de las consecuencias dramáticas que a menudo acompañan la historia de los migrantes, sus rostros y sus historias llevan el sello de la historia de la salvación y de la teología de los “signos de los tiempos”.

Y destacó que “también los migrantes son un recurso providencial a descubrir y a valorar en la construcción de una nueva humanidad y en el anuncio del Evangelio”.

Monseñor Vegliò se refirió por otra parte a la “solicitud pastoral de la Iglesia” en este ámbito, que se basa en “la igual dignidad de las personas humanas” y se extiende en la promoción del “principio de solidaridad entre los pueblos y el de la subsidiariedad”.

“Las bases del respeto y de la acogida de los migrantes se encuentran, para nosotros creyentes, en la Palabra de Dios”, afirmó.

En este sentido, recordó la invitación de Dios a amar al extranjero -presente por ejemplo en el Levítico- y las recomendaciones -en el Nuevo Testamento- a “la hospitalidad, la acogida y el respeto a la igual dignidad de todos los seres humanos”.

“Por desgracia, no siempre los mensajes bíblicos en favor de los extranjeros han tenido una adecuada aplicación en la catequesis y en la praxis”, lamentó.

“Es más, quizás la poca atención prestada al texto bíblico es una de las razones por las que Europa ha sido y es tan permisible a los nacionalismos y a las cerrazones xenófobas”, dijo.

Y añadió: “La presencia de migrantes entre nosotros nos recuerda que, desde el punto de vista bíblico, libertad y prosperidad son dones y como tal pueden ser mantenidos sólo si se compa
rten con quien no los tiene”.

Cultura de la acogida

Monseñor Vegliò destacó la importancia del diálogo entre culturas y religiones, una “prioridad” para Europa, según Benedicto XVI.

Y pidió el “desarrollo de una “cultura” y de una “ética de la acogida” en las actuales condiciones de vida”.

En este sentido, citó al cardenal Renato Raffaele Martino, quien en 2008 afirmó que “la acogida al extranjero es el corazón de la identidad europea”.

“La Iglesia busca afirmar la cultura del respeto, de la igualdad y de la valoración positiva de la diversidad, capaz de ver a los migrantes como portadores de valores y de recursos”, resumió monseñor Vegliò.

“Por estas razones, invita a revisar las políticas y las normas que comprometen la protección de los derechos fundamentales, como el de la reunificación familiar, el acceso a la nacionalidad, la estabilidad del propio proyecto migratorio”, destacó.

Y concluyó: “También manifiesta su fuerte disenso con la práctica cada vez más restrictiva en relación a la concesión del estatus de refugiado y al recurso cada vez más frecuente a la detención y a la expulsión de los migrantes”.

[Por Patricia Navas]

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ZENIT Staff

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