''No hay ninguna motivación ni científica ni terapéutica que haga legítima la clonación humana''

Afirma Adriano Pessina, director del Centro de Bioética de la Universidad Católica de Milán

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El director del Centro de Bioética de la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Italia, Adriano Pessina, ha hecho público un comunicado en relación a las noticias recientemente aparecidas de la clonación de seres humanos en Oregón, Estados Unidos, manifestando su sorpresa por la falta de reacción de la comunidad científica ante este hecho de graves implicaciones éticas y afirmando que no hay ninguna motivación ni científica ni terapéutica que haga legítima la clonación humana. Ofrecemos el texto del comunicado.

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La revista Cell ha publicado un estudio en el que se describen los resultados de un procedimiento de clonación análogo al realizado para hacer nacer a la oveja Dolly. Lo que constituye la trágica diferencia, respecto al precedente experimento, es el uso de células humanas y la formación de un embrión humano para obtener células estaminales. El llamado fin terapéutico, por ahora solo en proyecto, respecto al precedente fin reproductivo usado en el caso de la oveja Dolly, prevé que el embrión humano sea luego destruído para poder disponer de las células estaminales mismas. El lenguaje científico hace difícil hacer percibir a todos en modo adecuado la trágica gravedad de este experimento que manifiesta una inaceptable indiferencia respecto al valor de la existencia humana en su fase inicial. La clonación de este embrión es la generación de un ser humano, de hecho hermano de la persona de la que se ha obtenido la célula que, oportunamente manipulada, ha sido introducida en el ovocito enucleado que ha permitido su desarrollo. No hay ninguna motivación, ni de orden científico, ni de hipótesis terapéutica, que haga legítima desde el punto de vista moral esta praxis. No hay que olvidar tampoco el hecho de que estos experimentos prevén la utilización de ovocitos humanos: ¿podemos ignorar que esto implica también una explotación real de las mujeres, utilizadas como productoras de material biológico?

Impresiona la ausencia de una adecuada reacción ética por parte de la entera comunidad científica internacional que finge no saber que lo que se ha generado y luego destruido es un ser humano. Ninguna futura perspectiva terapéutica hace legítima la generación y destrucción de un ser humano. En Europa, la Convención de Oviedo, artículo 18, prohíbe explícitamente toda constitución de un embrión humano con fines de investigación: semejantes experimentaciones en cambio escapan a los anchos filtros de la legislación estadounidense.

La defensa del hombre desde sus fases embrionales y la prohibición de la manipulación del origen de la vida humana para cualquier fin deberían ser un imperativo de entera humanidad, un resultado compartido por todos aquellos que en la declaración universal de los derechos del hombre saludaron el surgimiento de una nueva conciencia respecto a los principios de igualdad y no discriminación que deberían regular toda actividad, en primer lugar la científica.

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ZENIT Staff

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