Novecientos cincuenta años del cisma de oriente

Entrevista con el padre Rupnik, autor de los mosaicos de la capilla del Papa

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ROMA, viernes, 16 julio 2004 (ZENIT.org).- Este viernes se celebró un día triste para la historia de la Iglesia: el 16 de julio de 1054, exactamente hace 950 años, tenía lugar el gran cisma de oriente.

Los legados papales colocaron sobre el altar de Santa Sofía en Bizancio la excomunión contra el patriarca de Constantinopla, Miguel Cerulario, quien a su vez, cuatro días después, excomulgaba a los enviados pontificios.

¿Por qué se llegó a esta situación? El padre Marko Ivan Rupnik SI, director del Centro de Estudios «Aletti» en Roma para el diálogo entre oriente y occidente, responde a la pregunta en esta entrevista concedida a «Radio Vaticano».

El padre Rupnik es el autor de los mosaicos de inspiración bizantina que decoran la capilla «Redemptoris Mater» de Juan Pablo II en el Vaticano.

–¿Qué paso el 16 de julio de 1054?

–Padre Rupnik: Espiritualmente hablando, podemos decir que se cometió un «pecado», como sucede en toda separación, en todo cisma. No ha sido el único cisma, hubo otros muchos antes. La cuestión era la jurisdicción sobre algunas zonas en contienda, pero se encontraron razones dogmáticas, teológicas. Se trataba de cuestiones que afectaban a la disciplina de la Iglesia, una cuestión sobre la Eucaristía, el tema del «Filioque», etc. Después de 950 años, ¡ninguno de aquellos argumentos queda en pie!

–Entonces, ¿qué sucedió con aquellos argumentos de disputa? Por ejemplo, el más famoso, el «Filioque».

–Padre Rupnik: De la cuestión del «Filioque», es decir, el hecho de que el Espíritu Santo no procede sólo del Padre, sino también del Hijo, ya no queda nada, pues la Iglesia católica, con una declaración de hace unos años, ha resuelto totalmente la cuestión, que hoy no representa ninguna dificultad con Oriente.

–¿De modo que se da unidad de puntos de vista sobre la cuestión del Espíritu Santo?

–Padre Rupnik: Desde un punto de vista dogmático, hay una unidad de puntos de vista, como dice el Santo Padre. Es decir, no hay cosas que nos separan irremediablemente. Hoy incluso, ante los hechos que tienen lugar en el mundo, ante la rapidísima evolución de la cultura, creo que es verdaderamente difícil y encontrar motivos que nos mantengan todavía divididos.

Nos encontramos, como decía el Papa en la «Orientale Lumen», bajo la presión de la caridad de Dios para que demos pasos para encontrarnos, pues sólo juntos podemos indicar a Cristo, Salvador de los hombres y de las mujeres de hoy. Esta es una presión ante la que no puede haber excusas. Tenemos que hacer todo lo posible para encontrar los puntos en común. Hoy se trata de llegar, como anunció el Concilio Vaticano II, al pleno reconocimiento del uno y del otro. Se trata de dos grandes tradiciones apostólicas.

–De hecho, el Papa dice también en la «Orientale Lumen» que las palabras de occidente tienen necesidad de las palabras de oriente para que la Palabra de Dios manifieste mejor sus insondables riquezas…

–Padre Rupnik: Exactamente. Hoy sentimos la necesidad el uno del otro y esto es signo de un nuevo Pentecostés. Hoy sabemos que tenemos que llegar a un intercambio de dones para poder ser reconocidos como discípulos de Cristo.

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ZENIT Staff

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