Nuevo prepósito general de los jesuitas: Llamados por Dios a servir

El padre Adolfo Nicolás preside la Misa de acción de gracias tras su elección

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ROMA, lunes, 21 enero 2008 (ZENIT.org).- «Como jesuitas, como cristianos, como pueblo de Dios», estamos llamados por el Señor a servir a la Iglesia, al mundo, a los hombres, al Evangelio, subrayó el nuevo prepósito general de la Compañía de Jesús el domingo, en la misa de acción de gracias por su elección la víspera.

El padre Adolfo Nicolás presidió la Eucaristía, concelebrada por 225 delegados de todo el mundo reunidos, estos días en Roma, en su 35ª Congregación General. En la procesión de entrada, en la iglesia jesuita del Gesù, el nuevo General fue recibido con aplausos por numerosísimos fieles que participaron en la celebración.

Inmediatamente antes de la Liturgia de la Palabra, el celebrante oró: «Oh Dios, Eterno Rey de todas las cosas, que has instituida una Compañía ardiente de amor por Cristo y la Iglesia su Esposa, mírame con bondad a mí, tu siervo, que has dispuesto como sucesor de san Ignacio, para regir y velar este cuerpo apostólico».

«Concédeme conservarlo y desarrollarlo en la unidad y en la caridad, a través de la oración, la palabra y el ejemplo –prosiguió– para que, agradándote en todo, pueda alcanzar el fin para el que Tú lo has querido».

En su primeras palabras en público, el padre Nicolás centró su homilía -pronunciada en italiano– en las lecturas dominicales, de las que se desprende la misión de los cristianos en el mundo. «Estamos aquí para servir»; «como jesuitas, como cristianos, como pueblo de Dios», «Dios nos hace servidores -subrayó el nuevo prepósito general–. En esto el Señor se complace».

«Servir es lo que cuenta –insistió–: servir a la Iglesia, servir al mundo, servir a los hombres, servir al Evangelio», igual que san Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, recalcaba: «En todo amar y servir», «y nuestro Papa» «nos ha dicho que Dios es amor», recordando «la esencia del Evangelio».

Pues la «única fuerza del servidor» es Dios. «Para los pobres –ejemplificó–, solamente Dios es la fuerza. Para nosotros sólo Dios es la fuerza».

«Nuestro Dios, nuestra fe, nuestro mensaje» es universal: es noticia «de salvación para todas las naciones», si bien éstas no se deben considerar sólo geográficamente porque –precisó el padre Nicolás– existen otras «comunidades humanas que reclaman nuestra asistencia: los pobres, los marginados, los excluidos», «los discapacitados», «los que son manipulados».

«Queremos que esta salvación» «se extienda, como una explosión de salvación» «según el corazón de Dios, de su voluntad, de su Espíritu», animó.

«El Cordero de Dios se presentó a sí mismo como Servidor», una identidad que será «nuestra propia misión», indicó ante los delegados de la 35ª Congregación General.

En el rito de conclusión de la misa de acción de gracias, el prepósito general se acercó –junto a los concelebrantes principales– al altar de san Ignacio para venerar las reliquias del fundador. Allí oró a la Santísima Trinidad y todos los sacerdotes se unieron en una plegaria común de ofrecimiento.

Tras el canto de la Salve en honor de la Virgen María, el padre general y los concelebrantes se retiraron a la sacristía. Nuevamente fuertes aplausos, de los fieles y de los sacerdotes presentes, acompañaron al padre Alfonso, y también, como una calurosa despedida, al padre Peter-Hans Kolvenbach, quien ha guiado a los jesuitas los últimos veinticuatro años.

Por Marta Lago

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ZENIT Staff

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