Obispo de Richmond: «Es absurdo matar para enseñar a no matar»

Comenta el caso de Rocco Barnabei, condenado a muerte

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NUEVA YORK, 13 sep (ZENIT.org-AVVENIRE).- «Mandan a la gente a la muerte porque es como un trofeo a exhibir: cuantas más ajusticias, mejor es. En los Estados Unidos se ganan las elecciones así». Monseñor Walter Sullivan obispo de Richmond, capital de Virginia, en donde dentro de unas horas podría morir Derek Rocco Barnabei, es muy duro en relación al uso político que se hace de la pena de muerte en su país. «Tenemos el triste privilegio –indica– de vivir en el Estado que tiene la primacía nacional en cuanto ejecuciones, después de Texas».

Monseñor Sullivan comenta de este modo el caso de Barnabei, de 33 años, acusado de haber asesinado a una estudiante de 17 años en 1993.

–¿Se ha movilizado en el caso de Rocco Barnabei?

–Ciertamente, como en todos los otros casos. El Papa ha pedido un acto de clemencia y también la diócesis ha contactado al gobernador de Virginia, Jim Gilmore. Un sacerdote ha seguido a Rocco durante todo este asunto, llevándole los sacramentos y el consuelo de la fe.

–El examen del ADN, sin embargo, ha confirmado la culpabilidad de Barnabei.

–Hemos rezado mucho por un resultado diverso, que no ha llegado. Con toda honestidad, sin embargo, parece que el Estado haya hecho un esfuerzo predeterminado para esconder las pruebas y quizá contaminarlas. Este asunto de las muestras misteriosamente desaparecidas y aparecidas de nuevo es cuando menos sospechoso. Aunque no queramos poner en discusión la honestidad de quien ha realizado la prueba. Está claro que no se puede actuar de este modo, sobre todo en casos en los que está en juego la vida de una persona.

–La campaña para salvar a Barnabei se ha basado en la presunta inocencia y cuando ha llegado el resultado negativo, Gilmore ha emitido un comunicado con el que pretendía dar una «lección de civilidad» al mundo. Siguiendo esta línea, ¿no se corre el riesgo de dar un mensaje implícito, según el cual la pena capital es justificable para los culpables?

–Aquí hay que hacer una distinción muy delicada. Es claro que el riesgo de matar a un inocente representa un elemento disuasivo muy importante para quien se opone a las ejecuciones. La opinión pública responde a dramas de este tipo que reciben mucha atención por parte de los medios y por tanto son utilizados para espolear la reflexión. Al mismo tiempo, sin embargo, debe ser muy claro que la oposición a la pena de muerte se basa sobre un principio general, que comprende incluso a los culpables. Si no, acabamos por hacer distinciones que ayudan sólo a quien quiere continuar las ejecuciones.

–¿Por qué los estadounidenses, y en especial los habitantes de Virginia siguen siendo tan favorables a la pena capital?

–Por un problema cultural y un malentendido sentido de justicia. En la historia de Estados Unidos la ley ha sido a menudo administrada de modo un poco sumario, también a causa de lecturas distorsionadas de la tradición religiosa. Estos son errores que requieren tiempo para ser corregidos.

–¿Y cuáles son los argumentos a usar para apoyar la campaña general contra las ejecuciones?

–Ante todo, quien cree en Dios, debe creer también en el carácter sagrado de la vida y, por tanto, en el hecho de que no corresponde a los hombres darla o tomarla. A nivel civil, en cambio, hay que subrayar la contradicción del Estado que mata para enseñar a los ciudadanos que no hay que matar. De este modo, la justicia se transforma en la administración de la venganza colectiva. A nivel práctico, por último, hay que subrayar la total inutilidad de la pena de muerte. La gente cree que las ejecuciones sirven para combatir la criminalidad, pero todos los estudios sociológicos prueban exactamente lo contrario: los homicidios, en general, son más numerosos en los estados en los que está en vigor la pena de muerte. La mayor parte de los condenados son pobres o miembros de las minorías, porque quien puede pagar un buen abogado casi siempre se libra. Además, paradójicamente, ajusticiar a un detenido cuesta mucho más que tenerlo en prisión durante el resto de la vida.

–¿Cuanto tiempo hará falta antes de que una estrategia de este tipo logre hacer mella en la sociedad norteamericana para que se oponga a la pena de muerte?

–Hacer previsiones de este tipo es imposible. Pero en Estados Unidos el movimiento contra las ejecuciones está tomando fuerza. Es un crecimiento todavía muy lento pero se está dando. En Virginia, por ejemplo, hemos constituido un grupo ecuménico contra la pena de muerte y justamente por las tradiciones culturales norteamericanas es importante que todas las confesiones religiosas se unan en este sentido. El objetivo por el momento es aprovechar todos los defectos del sistema para apuntar a una moratoria general.

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ZENIT Staff

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