Obispo de Siberia expulsado: Putin no responde a la carta del Papa

Habla el hombre de Juan Pablo II para las relaciones con los Estados

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CIUDAD DEL VATICANO, 23 junio 2002 (ZENIT.org).- El presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, no ha respondido por el momento a la carta personal que le envió Juan Pablo II el 8 de mayo, tras la expulsión del obispo católico de Siberia oriental, revela el encargado de la Santa Sede para las Relaciones con los Estados.

El arzobispo Jean-Louis Tauran, en una entrevista concedida a «Radio Vaticano», explica que el presidente ruso no ofreció ninguna explicación sobre la sorprendente expulsión del obispo de San José en Irkustsk, monseñor Jerzy Mazur (19 de abril), ni siquiera cuando vino a Roma para participar el 28 de mayo en la reunión de la OTAN con Rusia.

Monseñor Tauran subraya la «gravedad» de la situación y recuerda los compromisos asumidos por Rusia ante la comunidad internacional en la conferencia de Viena en 1989.

–¿Puede comentar la expulsión de monseñor Mazur? ¿Cuáles han sido los motivos?

–Monseñor Tauran: Se puede hablar técnicamente de una especie de expulsión. Precisamente la cuestión consiste en saber cuáles son los motivos que han llevado a las autoridades de inmigración del aeropuerto de Moscú a prohibir el regreso de monseñor Mazur a su diócesis. Por el momento, nadie ha sido capaz de decirnos cuáles han sido las razones por las que se ha tomado una medida así. Evidentemente es una decisión particularmente grave.

–¿Cuál ha sido la reacción de la Santa Sede?

–Monseñor Tauran: Ante esta situación, tengo que decir que la Santa Sede ha tomado dos iniciativas. Ante todo, el 20 de abril, es decir, prácticamente al día siguiente de lo sucedido, yo escribí una carta al señor Igor Ivanov, ministro de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa [homólogo ruso de monseñor Tauran], para comunicarle nuestra gran sorpresa por esta decisión y para pedirle que nos explicara los motivos que han llevado a las autoridades de inmigración a tomar una medida así.

–¿Cuál fue la respuesta de las autoridades rusas?

–Monseñor Tauran: Dado que hasta hoy no he recibido una respuesta del señor Ivanov, el Papa quiso escribir una carta personal al presidente Putin para solicitar prácticamente lo mismo: pedir su intervención personal para que se restituya a la comunidad católica de ese vasto territorio de la Federación rusa un pastor que, desde nuestro punto de vista, siempre se ha mostrado generoso y leal. El presidente Putin no ha respondido todavía al Papa. La carta llevaba por fecha el 8 de mayo.

–Dado que no se ha respondido a las dos cartas oficiales, ¿nos encontramos ante un accidente diplomático?

–Monseñor Tauran: No me gusta utilizar la expresión «accidente diplomático». Yo creo en lo que le decía en mi carta al ministro Ivanov: la Federación Rusa ha adherido al documento final de la Conferencia de Viena sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa –documento que lleva por fecha el mes de enero de 1989–. En la primera parte del documento, el párrafo 7, dice que los Estados participantes, y por tanto Rusia, «respetarán el derecho de las comunidades de creyentes y de los Estados participantes –por tanto de los creyentes de la Federación Rusa– a establecer y mantener lugares de culto o de reunión accesibles libremente, a organizarse según sus particularidades institucionales, a escoger, nombrar y sustituir su personal según las necesidades y reglas propias, así como a respetar todo acuerdo libremente establecido entre ellas y el Estado». Por tanto, creo que la Federación Rusa será fiel a los compromisos que ha asumido ante la comunidad internacional.

–¿En qué situación se encuentran los católicos de Irkutsk sin obispo?

–Monseñor Tauran: Evidentemente no se puede minusvalorar la desesperanza en la que se encuentran los católicos de esa diócesis, y ya se puede constatar que la ausencia del obispo tiene repercusiones muy concretas sobre la vida de la comunidad católica. Por tanto, creo que es importante que las autoridades rusas se den cuenta de la gravedad de esta situación. En todo caso, no perdemos una sola ocasión para hacérselo saber, ya sea por mediación del nuncio apostólico en Moscú, ya sea por mediación del embajador acreditado ante la Santa Sede.

–El caso de monseñor Mazur, ¿es aislado?

–Monseñor Tauran: Es el segundo caso, pues a inicio de año también se la ha impedido regresar a su parroquia de Moscú al padre Stafno Caprio. Hasta hoy no hemos recibido una sola explicación sobre la decisión que se tomó en su contra.

–¿Qué quiere añadir para concluir esta entrevista?

–Monseñor Tauran: Diría que todo el mundo en Rusia tiene necesidad de un testimonio de vida cristiana y no éste se puede ofrecer encerrando de esta manera las actividades de una comunidad, que, lo recuerdo, es una comunidad histórica: la Iglesia católica no acaba de llegar a Rusia. Desde hace siglos, hemos tenido parroquias y diócesis: lo único que pedimos es servir a nuestros católicos. Nuestra única ambición es estar al servicio de esos católicos, que son católicos rusos, y que quieren ser católicos al servicio de su país y de todas las poblaciones que en él residen.

Recordamos que, según una declaración del portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro-Valls, del 20 de abril (Cf. Zenit, 21 de abril de 2002), monseñor Mazur fue «expulsado» del territorio de la Federación Rusa el 19 de abril en el aeropuerto de Sheremetievo-2 (Moscú), en donde fue embarcado a la fuerza en un vuelo con destino Varsovia, sin ninguna explicación. La Secretaría de Estado del Vaticano pidió explicaciones y exigió que monseñor Mazur recuperara su visa, que no había expirado (tiene pasaporte polaco).

Un sacerdote italiano, el padre Stefano Caprio, párroco del Santo Rosario en Vladimir e Ivanovo (diócesis católica de la Madre de Dios de Moscú), había sufrido una medida análoga a inicios de año. Navarro-Valls indicó entonces que se trataba de una violación de los acuerdos firmados entre la Santa Sede y el Gobierno Ruso (Sección «Principios», artículo 16) (Cf. Zenit, 7 de mayo de 2002).

Monseñor Mazur fue recibido por Juan Pablo II el 15 de junio pasado (Cf. Zenit, 16 de junio de 2002).

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ZENIT Staff

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