Obispo entre los «cortadores de cabezas» de Borneo

Habla el nuevo guía católico de la isla indonesia

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CIUDAD DEL VATICANO, 7 mar 2001 (ZENIT.orgFIDES).- En medio de la masacre que han desatado los «cortadores de cabezas» de Borneo (Indonesia), las noticias son pocas y confusas. Sólo los misioneros han aportado datos comprobables: al menos tres mil muertos en una matanza de connotaciones claramente étnicas (no religiosas insisten).

En medio de este baño de sangre, la pequeña comunidad católica ha recibido la noticia del nombramiento del nuevo obispo Palangkaraya, el padre Aloysius Sustrisnaatmaka, un misionero de 47 años, nacido en Java.

El nuevo obispo, que será consagrado en abril del 2001, guiará una comunidad diocesana de 52.000 católicos.

En esta entrevista concedida a la agencia misionera de la Santa Sede, Fides, explica cuál será su estrategia para promover la restauración de la paz: reunir a los líderes de ambas etnias (madureses y dayak) en encuentros oficiosos; separar a los gente de ambos lados si es necesario; y promover la integración de los dayak en el tejido socioeconómico de la isla; compartir con los indígenas la administración local de las provincias.

Muchos habitantes de esta isla, una de las más grandes del mundo (550.000 km2 y tan sólo 10,5 millones de habitantes), proceden de Madura, al norte de Java. Han sido atacados por la población aborigen, los dayak, enfurecidos tras haber sufrido a su vez un ataque el pasado mes de diciembre. Ahora, han reunido fuerzas entre todos los habitantes de la isla de su etnia y han lanzado un ataque tremendo, resucitando la práctica ancestral de cortar la cabeza a los inmigrantes «indignos» de la isla de Borneo.

–¿Cuáles serán sus prioridades como nuevo obispo en esa isla ensangrentada?

–Aloysius Sustrisnaatmaka: La urgencia es trabajar por el diálogo y la reconciliación entre los madureses y los dayak, que constituyen la mayoría de la población. Esta violencia es trágica y sorprendente. El administrador diocesano de Palangkaraya me ha comunicado que los muertos podrían ser unos tres mil. La Iglesia pondrá a disposición todos sus recursos para el diálogo. Hablaré con los líderes de las facciones. Otros aspectos de la pastoral son la mejora de las condiciones económicas de las tribus indígenas, y la obra social y educativa.

–¿Cuáles son los pasos necesarios para restaurar la paz?

–Aloysius Sustrisnaatmaka: Hay que reunir a los líderes de ambas facciones en encuentros oficiosos, encontrando soluciones provisionales. Además, habrá que separar a la gente por etnias, para que retorne la calma. El segundo paso es promover el empleo de los dayak y la integración de los indígenas en el tejido socioeconómico. En tercer lugar, es necesario compartir la administración local de las provincias, propiedad de los javaneses y madureses. La Iglesia, aunque es minoría, debe aportar un esfuerzo de mediación para incentivar el diálogo y la reconciliación. La tarea es difícil, pero, como hombre de fe, confío en la paz y soy optimista.

–¿No teme ser rechazado por su etnia javanesa?

–Aloysius Sustrisnaatmaka: No tengo miedo: la comunidad católica dayak es muy tranquila, los indígenas son de corazón tierna y aceptan a los inmigrantes. Trataré de ayudar al clero local y a los catequistas teológica y pastoralmente, y de buscar ayudas económicas en el extranjero. Con los demás obispos de Borneo (dos pertenecen a mi congregación religiosa, los Misioneros de la Sagrada Familia) trabajaremos juntos por la paz en el Kalimantan.

–¿Cuáles son los auténticos motivos del conflicto?

–Aloysius Sustrisnaatmaka: La raíz principal es el contraste entre las riquezas de los madureses y la pobreza de los dayak. Los primeros son grandes trabajadores y buenos comerciantes; los recursos de los indígenas son la naturaleza y la tierra. A veces, los inmigrantes madureses no respetan la cultura de las tribus indígenas. Esto ha suscitado un odio que el gobierno no ha conseguido controlar.

–¿Cómo procede la evangelización en Borneo?

–Aloysius Sustrisnaatmaka: Los transportes son fluviales, en las aldeas no hay teléfonos ni electricidad. La evangelización es dificilísima. Se hace a través del contacto humano. Catequistas y misioneros visitan las aldeas y hablan con los jefes de las tribus. Su papel es muy importante: la gente los escucha. En los cuatro últimos años, en la diócesis de Palangkaraya, hemos tenido más de 10.000 bautismos.

–¿Qué piensa de la situación política en Indonesia?

–Aloysius Sustrisnaatmaka: Indonesia experimenta luchas políticas que generan inseguridad y temor de fragmentación del país. Sin embargo, la unidad es un bien decisivo: en el país hay más de 300 tribus que pueden vivir juntas en libertad y democracia, y no ciertamente con la opresión del pasado.

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ZENIT Staff

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