Obispos argentinos piden la pronta beatificación del Cura Brochero

Modelo de sacerdote

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BUENOS AIRES, jueves, 24 agosto 2006 (ZENIT.orgAica).- La Comisión Permanente del Episcopado destacó, en una declaración, la figura pastoral de José Gabriel del Rosario Brochero, conocido popularmente como el Cura Brochero, al cumplirse el 140° aniversario de su ordenación sacerdotal.

Los obispos expresaron su anhelo de que «este gran sacerdote que tanto amó a su pueblo, sirva de modelo y estímulo para todos los sacerdotes del Pueblo de Dios, especialmente los de nuestra Patria, y que su figura aliente a todos los argentinos en la búsqueda fraterna, humilde y confiada del Reino de Dios».

También pidieron su pronta beatificación e invitaron a «todas nuestras comunidades a unirse en la oración mediante la novena que hemos dispuesto realizar en todo el país con ocasión de este aniversario rogando al ‘Dueño de la mies’ que regale a la Argentina pastores generosos y entregados como este fiel servidor de su pueblo».

Publicamos la declaración íntegra:

140º ANIVERSARIO DE LA ORDENACIÓN SACERDOTAL DE JOSÉ G. BROCHERO

Declaración de la 144ª Reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina (23 de agosto de 2006)

El próximo 4 de noviembre se cumplirán 140 años de la ordenación sacerdotal del Venerable José Gabriel del Rosario Brochero. Por este motivo los Obispos de Argentina queremos recordar y celebrar esta figura sacerdotal que refleja de modo particular el rostro de Cristo sacerdote, profeta y pastor de su Pueblo.

El Cura Brochero nació el 16 de Marzo de 1840 en un paraje llamado «Carreta Quemada» en las cercanías de Santa Rosa del Río Primero (Pcia. de Córdoba) siendo bautizado al día siguiente de su nacimiento en la Parroquia de Santa Rosa. A los 16 años entró al Seminario Mayor de Córdoba «Nuestra Señora de Loreto» en donde recibió su formación sacerdotal y en las aulas de la Universidad de Córdoba cursó sus estudios filosóficos y teológicos. Fue ordenado presbítero el 4 de noviembre de 1866 por el Obispo José Vicente Ramírez de Arellano y preside su Primera Misa en la Capilla del Seminario el 10 de diciembre, festividad de Nuestra Señora de Loreto. Fue nombrado Prefecto de Estudios del Seminario y se inició en la vida pastoral en la Catedral de Córdoba. En 1869 se recibió de Maestro en Filosofía por la Universidad y en noviembre de ese mismo año el Obispo lo destinó a Traslasierra a hacerse cargo del Curato de San Alberto y más tarde es nombrado Párroco de Villa del Tránsito (actualmente Villa Cura Brochero) desde donde desplegó su intenso ministerio pastoral. Murió leproso y ciego en esa Villa el 26 de enero 1914, a los 74 años de edad.

Un rasgo típico de su larga trayectoria como párroco fue la presentación del Evangelio mediante un lenguaje vívido y cercano a la comprensión de la gente sencilla. Su preocupación estuvo en iluminar la vida de sus fieles a partir de la Palabra de Dios atento siempre a las circunstancias concretas de la vida de los mismos. Durante sus cabalgatas y viajes se entregaba también a la oración silenciosa y continua de donde más tarde brotaría su predicación. Sus ratos largos orando delante de la Eucaristía como así también su amor y devoción a la Santísima Virgen María, le dieron esa profundidad que es propia de la palabra que brota de la contemplación y que luego se expande en la acción apostólica.

Convencido de que los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola eran un medio excelente para llevar a sus fieles a Dios, se convirtió en un gran propulsor de los mismos. A tal fin construyó con sus fieles una Casa de Ejercicios en donde llegaron a darse tandas hasta de 800 participantes cuyo fruto más notable e importante fue el cambio de vida de muchísimos hombres y mujeres. Estos «baños del alma» (1), como denominaba a los Ejercicios Espirituales ignacianos, lo llevó a predicarlos también en otras partes del país (Santiago del Estero, Tucumán) y a los presos de la Penitenciaría de Córdoba (2).

En cada una de las etapas de su vida sacerdotal, el Cura Brochero se interesó también por la promoción humana de sus fieles, la enseñanza, los caminos, el ferrocarril. Su corazón sacerdotal se volcó siempre en el servicio hacia los más necesitados. Por esta razón, estuvo dispuesto a golpear todas las puertas y a buscar a todos aquellos que puedan darle una mano a fin de conseguir los medios temporales necesarios para que sus feligreses alcanzaran una vida más digna y cristiana. Sus gestos sacerdotales procedían del amor de Cristo Pastor que busca al hombre necesitado de paz y de perdón, de justicia, de verdad. Todo aquel que reclamaba su presencia sacerdotal (particularmente los enfermos y moribundos cuya atención normalmente requería el recorrido de decenas de kilómetros a caballo) hallaron en él al ministro de Dios siempre dispuesto a servirles hasta el fin: «Yo me felicitaría si Dios me saca de este planeta sentado confesando y predicando el Evangelio.» (3). Brochero conoció también el dolor de las pruebas en su intensa vida apostólica: críticas e incomprensiones de algunos sacerdotes, religiosas y fieles; indolencia de algunos gobernantes ante sus pedidos de colaboración (particularmente su sueño irrealizado del ferrocarril) y finalmente su lepra y su soledad, en las que descubrió de manera impensada la fecundidad de su entrega como sacerdote.

Mirando su vida hallamos reflejado un ejemplo viviente para todo sacerdote y un ejemplo concreto y profético de lo que nuestro pueblo anhela ver realizado en sus pastores. Ya lo señalaba un periodista en un artículo escrito en un diario cordobés en 1887:

«Es un hombre de carne y huesos: dice misa, confiesa, ayuda a bien morir, bautiza, consagra la unión matrimonial, etc. Y sin embargo es una excepción: practica el Evangelio. ¿Falta un carpintero? Es carpintero. ¿Falta un peón? Es un peón. Se arremanga la sotana en donde quiera, toma la pala o la azada y abre un camino público en 15 días, ayudado por sus feligreses. ¿Falta todo? ¡Pues él es todo! y lo hace todo con la sonrisa en los labios y la satisfacción en el alma, para mayor gloria de Dios y beneficio de los hombres, y todo sale bien hecho porque es hecho a conciencia. Y no ha hecho solamente caminos públicos: Ha hecho también una buena Iglesia. Ha hecho, además, un gran colegio… ¡y todo sin subsidio de la Provincia, sin erogación por parte de los miembros de la localidad! Lo ha hecho todo con sus propias garras! ¿Milagro? No. La cosa es muy sencilla. Es cuestión de honradez y voluntad. En otros términos: es cuestión de haber tomado el apostolado en serio, como lo ha tomado el cura Brochero».(4)

Anhelamos vivamente que este gran sacerdote que tanto amó a su pueblo, sirva de modelo y estímulo para todos los sacerdotes del Pueblo de Dios, especialmente los de nuestra Patria, y que su figura aliente a todos los argentinos en la búsqueda fraterna, humilde y confiada del Reino de Dios. Pedimos al Señor por su pronta beatificación e invitamos a todas nuestras comunidades a unirse en la oración mediante la novena que hemos dispuesto realizar en todo el país con ocasión de este aniversario rogando al «Dueño de la mies» que regale a la Argentina pastores generosos y entregados como este fiel servidor de su Pueblo.

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Notas:
[1] Artículo periodístico: «El Cura Brochero» en Los Principios Córdoba 16 Octubre 1902, 1
[2] Artículos periodísticos: «En la cárcel penitenciaria. Ejercicios Espirituales» en Los Principios Córdoba 14 Noviembre 1900, 1; «Ceremonia interesante» en La Libertad Córdoba 20 Noviembre 1900, 1; «En la Penitenciaría» en La patria Córdoba 20 Noviembre 1900, 2
[3] Carta al Secretario del Obispado Pbro. Eduardo Ferreira (2 Febrero 1907)
[4] Artículos periodísticos: »El Cura de aldea. José Gabriel Brochero» en El Interior Córdoba 5 Noviembr
e 1887, 1 [Año VIII n1 2106].

Buenos Aires, miércoles 23 de agosto de 2006
144ª Reunión de la Comisión Permanente de la
Conferencia Episcopal Argentina

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ZENIT Staff

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