Obispos argentinos recuerdan en Luján la mediación papal de 1978

LUJÁN, martes 23 de diciembre de 2008 (ZENIT.org-AICA).- «La paz entre ambos pueblos goza de buena salud. Ahora el desafío interno es construir una paz social más sólida sobre la base de la justicia y la solidaridad», pidió el presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, monseñor Jorge Casaretto, obispo de San Isidro, en la homilía que pronunció en la basílica de Nuestra Señora de Luján, durante la misa celebrada en conmemoración del inicio, hace 30 años, de la mediación papal en el diferendo por el canal Beagle, que evitó la guerra entre la Argentina y Chile.

A la celebración eucarística, presidida por el cardenal Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, asistió la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner; el vicepresidente, Julio Cobos; el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli; representantes de los tres poderes del Estado, sindicalistas, empresarios, productores rurales y miembros de otros credos.

     Monseñor Casaretto consideró que «los argentinos necesitamos privilegiar el bien común por sobre los intereses personales» y exhortó a «dejar de lado todo lo que nos distancia y enfrenta» para tratar de «encontrarnos en aquello que nos acerca», por lo que pidió «dialogar más». «Hoy somos partícipes de que María de Luján y Nuestra Señora del Carmen siguen velando por la paz de los dos pueblos», subrayó.

     Simultáneamente fue celebrada una Eucaristía en el santuario chileno de Maipú, al otro lado de la Cordillera de los Andes, a la que asistió la presidenta de Chile, Michelle Bachelet.

     Tras destacar que «hace 30 años pudimos haber elegido la guerra, pero optamos por la paz, y así se logró superar el error de enfrentar y dividir», el obispo insistió en resaltar el sentido de la celebración eucarística: «A Dios le elevamos nuestra gratitud», aseveró.

     Monseñor Casaretto exhortó a orientar la vida «hacia la solidaridad y la concordia» y, de cara al bicentenario de la patria, trabajar para «lograr juntos un país con plena inclusión social».

Una lucecita que se convirtió en luz
    

En otro momento de la homilía, el prelado se refirió a la «oportuna intervención» el 22 de diciembre de 1978, de «ese joven Papa, hombre de Dios, Karol Wojtyla, quien conocedor del horror de la guerra, asumió de modo valiente» la mediación y envió al cardenal Antonio Samoré como su representante.

Aquel purpurado vaticano dijo a su colaborador más inmediato, monseñor Faustino Sainz Muñoz, actual nuncio en Gran Bretaña: «Vamos a necesitar un océano de paciencia». Paciencia, acotó, para «vencer la violencia, diálogos difíciles para vencer la obstinación…», reveló monseñor Casaretto.

Tras valorar que «en medio de las tinieblas haya visto esa lucecita que se transformó en una gran luz, que gracias a la búsqueda del diálogo y el consenso, tiene la capacidad de iluminar nuestro actual camino», recordó la «humilde» actitud del fallecido cardenal Raúl Primatesta, para iniciar gestiones ante Juan Pablo II, y la participación en aquellos hechos de su «amigo» el entonces nuncio Pío Laghi.

La bendición final estuvo a cargo del cardenal Bergoglio, quien pidió para que la paz reine en el corazón de todos e instó a «trabajar por la paz, como sucedió hace 30 años». Fue entonces cuando la Presidenta, visiblemente emocionada, saludó al purpurado.

La Presidenta llegó instantes antes de las 19.30 y fue recibida en las escalinatas de la basílica por el arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Agustín Radrizzani, y el titular de la Comisión Nacional Justicia y Paz, Eduardo Serantes, a cargo de la organización del acto cívico-religioso.

Al finalizar la Eucaristía, las autoridades se trasladaron hasta un palco en la plaza Belgrano, frente a la basílica, donde la Presidenta pronunció un discurso. Luego, se entregó una imagen de la Virgen de Luján a una familia chilena que vive en la Argentina, gesto que se repitió en Chile con una familia argentina que reside allí.

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ZENIT Staff

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