Obispos bolivianos: «Para que el pueblo tenga vida»

Orientaciones Pastorales sobre el proyecto de Constitución

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LA PAZ, viernes, 14 marzo 2008 (ZENIT.org).- La Conferencia Episcopal de Bolivia, con fecha 13 de marzo, ha presentado el documento «Para que el pueblo tenga vida», un conjunto de orientaciones pastorales sobre el proyecto de Constitución Política del Estado (CPE).

Los obispos afirman que lo hacen «fieles a nuestro mandato pastoral y luego de una atenta reflexión sobre el proceso constituyente que está viviendo nuestra patria».

Estas orientaciones, añaden, «están en continuidad con todo el camino que, como Pastores, hemos realizado durante este tiempo y que nos ha animado a acompañar el proceso constituyente en diálogo permanente con los actores sociales y políticos y con  mensajes concretos a la opinión pública».

«Tenemos la responsabilidad -subrayan los prelados bolivianos- de expresar nuestra voz sobre asuntos fundamentales que afectan a las personas y al bien común de nuestra sociedad, con la finalidad de promover la formación de la conciencia y dar criterios de discernimiento en el momento de definir las bases de la convivencia social y política del futuro del país».

Recuerdan que, en su anterior mensaje «Construyamos una Bolivia digna para todos», reconocieron en la Asamblea Constituyente una «gran oportunidad de apertura a la  esperanza, sin duda un ‘signo de los tiempos’ que nos mueve a tender puentes de encuentro y reconciliación, de diálogo, de transparencia y búsqueda de consensos indispensables para una democracia verdadera, en la que todos podamos ejercer en libertad nuestros derechos y cumplir nuestras obligaciones».

Los obispos expresan su confianza en que «la nueva CPE, legitimada por el consenso de la ciudadanía, hará posible una sociedad más fraterna y pacífica, aunque no pueda proporcionar soluciones a todos los problemas que hoy vivimos».

Cuentan con que «todo el proceso, desde la ley de convocatoria hasta el referéndum, debería estar enmarcado en un clima de apertura, diálogo, respeto y unidad». 

Los obispos invitan «a todos, gobernantes y gobernados, a deponer visiones parciales y actitudes egoístas, a crear un clima de apertura, de comprensión venciendo las desconfianzas, dejando a un lado rechazos, insultos y descalificaciones, confrontaciones de fuerzas, pugnas de poder y falta de transparencia, a mirar con ojos de esperanza el futuro y a comprometernos en la construcción de una patria para todos, fundamentada en la justicia y la paz».

Con este espíritu, añaden, «hace falta abrir un espacio institucional de diálogo como único medio para alcanzar acuerdos para el bien del país: un diálogo basado en la racionalidad, respeto mutuo y sinceridad, que no sea de mera conveniencia circunstancial, sino la oportunidad de lograr acuerdos efectivos».

«Creemos firmemente -añaden- que un pacto social amplio, sincero y auténtico aún es posible para salvar la convivencia democrática».

Consideran que «es urgente, en el actuar político y social y en todos los ámbitos de la convivencia civil, restablecer el estado de derecho, promover la cultura de la legalidad y potenciar un aparato estatal democrático al servicio del bien común, que recoja lo mejor de las tradiciones democráticas de nuestros pueblos indígenas junto a lo mejor de la tradición republicana».

Los obispos llaman la atención sobre el hecho de que «la propiedad legítima de todos los bolivianos sobre los recursos naturales se encuentra desconocida en algunas disposiciones del proyecto de CPE como los que confieren un uso y aprovechamiento exclusivo a los pueblos indígenas sobre recursos naturales renovables, con exclusión de quienes no forman parte de los mismos».

«Los recursos -añaden- deben ser explotados racionalmente y buscando el bien común como principio que permita una justa distribución de sus beneficios. A la vez, es necesario impulsar un cambio de mentalidad para que estos recursos se transformen en oportunidad para el desarrollo, superando la lógica rentista y de dependencia que han marcado en nuestra historia la explotación y beneficio de los mismos».

Afirman que al tratarse de la Constitución, norma suprema del Estado, se «debe garantizar un mecanismo tal que su reforma sea fruto de un consenso ampliamente mayoritario de la sociedad».

Advierten de que «es peligroso que, en el proyecto de Constitución, se establezca que su reforma parcial se realice en un solo período constitucional y solamente por la votación de la mayoría absoluta de los miembros de la Asamblea Legislativa, aunque ella esté sometida a consulta popular. Con este sistema se abriría la puerta a cambios sustanciales de la Constitución, sin un amplio consenso y en función solamente de intereses políticos de  algunos sectores».

Afirman que dado que «todo el proceso ha sido marcado por las presiones y la violencia que, al desplazar el camino del diálogo, echa por tierra el esfuerzo realizado y las esperanzas depositadas en el mismo proceso» se ven «urgidos a motivar el diálogo como el único medio para alcanzar el acuerdo, un diálogo basado en la transparencia y respeto mutuo en vista al bien común y la dignidad humana».

Los obispos afirman que «el proyecto de CPE reconoce y garantiza la libertad y el pluralismo religioso». Esta afirmación, añaden, «queremos entenderla en la línea de una sana laicidad, que respeta el derecho de elección y ejercicio de la religión y la consecuente aportación a la vida social» mientras que «el laicismo, en cambio, discrimina y margina a quien tiene una convicción religiosa».

«Sería loable -sugieren los prelados- que la nueva CPE reconozca explícitamente la relevancia histórica, social y cultural que ha tenido la Iglesia Católica y otras Iglesias  cristianas, así como la religiosidad de los pueblos indígenas, en la construcción de la identidad de la nación boliviana».

Los obispos concluyen su documento recomendando «fraternalmente a nuestros fieles y a  todos los hombres y mujeres de buena voluntad, la lectura y atención a este documento» y, junto con el pueblo católico, oran «fervientemente al Dios de la Vida para que ablande el corazón de sus hijos, a fin de recuperar la confianza mutua y desterrar las enemistades. Que la Virgen María, Nuestra Madre, nos colme de su amor  para que seamos capaces de reconocernos como hermanos y de actuar como tales».

Por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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