Obispos centroamericanos buscan estrategias para combatir a las pandillas de jóvenes

SAN JOSÉ DE COSTA RICA, jueves, 9 diciembre 2004 (ZENIT.orgEl Observador).- La Iglesia católica de Centroamérica se encuentra francamente preocupada por la proliferación de pandillas juveniles que asolan poblaciones enteras con una violencia inusitada.

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Los obispos de la Conferencia Centroamericana se han reunido la semana pasada en San José para examinar la situación de las pandillas llamadas «maras»» y reforzar el papel de la Iglesia en la prevención de la formación de estos grupos criminales que han marcado, particularmente, la nueva geografía de la violencia en El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, extendiéndose ya al sur y sureste de México y al norte de Colombia.

El encuentro de los obispos ha producido un acuerdo conjunto mediante el cual la Iglesia católica quiere dar una salida a este conflicto social que ha sido ya retratado en la literatura, sobre todo a partir del protagonismo tomado por la «mara salvatrucha» guatemalteca.

De acuerdo con información de los obispos centroamericanos, existen en la actualidad alrededor de cien mil jóvenes que se han vuelto miembros de estos grupos en la región central del Continente americano. Los informes del obispo auxiliar de San Pedro Sula (Honduras), monseñor Rómulo Emiliani, indican que el fenómeno va en ascenso.

Por ello, monseñor Emiliani acaba de inaugurar un centro de ayuda para la rehabilitación de los jóvenes, a menudo en problemas de droga y alcoholismo, en San Pedro Sula. Con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo y de la Fundación Unidos por la Vida, este centro pretende desarrollarse en los otros cinco países de Centro América, según coincidieron los obispos.

Según información del semanario católico inglés «The Tablet», el centro tiene capacidad para 400 jóvenes y se dedicará a entrenarlos en carreras o habilidades técnicas así como guiarlos espiritualmente para evitar caer en las «maras» que operan en la zona y que basan su efectividad en la pobreza, el desempleo, la falta de educación y la ignorancia de los jóvenes.

Las «maras» –como tantos otros movimientos sociales de México y Centro América (como los «pachucos», los «chicanos», los «pochos» o los «cholos») salieron de los barrios del este de Los Ángeles, California. Allí llegaron miles de familias de El Salvador y Honduras, huyendo, en la década de los setenta, de la violencia y la guerra.

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ZENIT Staff

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