Obispos ecuatorianos: Sólo cambios morales profundos detendrán la emigración

La Iglesia en Ecuador se sumerge en el reto de la emigración a España

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QUITO, 3 noviembre 2003 (ZENIT.org).- La emigración en cuatro años de medio millón de ecuatorianos a España ha puesto de manifiesto la necesidad de colaboración entre la Iglesia en el país de origen y de acogida para proporcionar a los emigrantes «un espacio de solidaridad y un mejor futuro».

Así se desprende de la declaración que el 31 de octubre pasado difundió la Conferencia Episcopal Ecuatoriana –bajo el título «Nuestros hermanos migrantes en España»– tras una reflexión conjunta con delegados de la Conferencia Episcopal Española así como con representantes de «Cáritas Española».

«Tanto en España como en Ecuador –constatan los prelados ecuatorianos– existen algunas señales esperanzadoras: la creciente conciencia de que los emigrantes son portadores de fe y cultura; la hospitalidad y acogida (…), la promoción del desarrollo y los servicios sociales».

Sin embargo, advierten también que la emigración ha llevado a la separación de familias, o que hay emigrantes que no superan el «choque cultural», abandonan su fe, no encuentran trabajo o no regularizan su situación en España.

«Paradójicamente las remesas enviadas a Ecuador por los emigrantes han mitigado la crisis económica, pero con frecuencia, ese dinero trabajosamente conseguido, se dispende en gastos suntuarios y en bienes no productivos», observan.

La solución a la emigración empieza por Ecuador
Para los obispos ecuatorianos, el «éxodo de estos años» «es el resultado de una profunda crisis moral, cultural, política y económica, aún no superada» en la que «los ecuatorianos debemos reconocer nuestra propia responsabilidad».

«El desangre de la fuerza de trabajo de los que se van –afirman– y la desconfianza de los que se quedan sólo se detendrán cuando recuperemos la cordura, afirmemos nuestra identidad, respetemos la democracia y la Institucionalidad del país y nos empeñemos en edificar una sociedad más justa y fraterna».

De ahí que los obispos de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana convoquen «a realizar cambios culturales y morales profundos; el primero de ellos, la convicción de que es preciso consolidar el Estado de Derecho, la democracia y la institucionalidad».

«Denunciamos como gravísimo peligro para el cambio cultural que proponemos las poderosas fuerzas, de fuera y de dentro del país, que pretenden desnaturalizar la esencia misma de la familia y secuestrar la educación en estrechos círculos ideológicos», se lee en el documento.

«La solución debe comenzar en Ecuador. Demos un giro al curso de la historia, hagamos de nuestro país un lugar para vivir», exhortan los pastores.

En su opinión, ello implica un cambio de actitudes negativas a positivas, «de corrupción a honestidad, de canibalismo político a oposición en democracia, de egoísmo de grupos a diálogo social, de irresponsabilidad a trabajo eficaz».

«Ecuador es un país rico en recursos y éstos deben distribuirse equitativamente –sugieren–. Ecuador es un país de pobres y el Estado debe dar prioridad a la inversión en educación, salud y seguridad social».

La acogida del emigrante
En su documento, los prelados ecuatorianos recuerdan que el «fundamento de toda política migratoria es el reconocimiento práctico del “derecho a emigrar” a la nación donde cada persona espera una mejor situación para sí y para los suyos».

«La defensa de este derecho –reconocen– no desconoce la necesidad de los países de acogida de reglar razonablemente el flujo migratorio para que no ocasione daños a su propia comunidad».

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ZENIT Staff

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