Obispos mexicanos exigen a los narcotraficantes un «alto al fuego» total

MÉXICO, D.F., domingo, 16 abril 2006 (ZENIT.orgEl Observador).- Ante el recrudecimiento de las acciones violentas del narcotráfico, obispos de las diócesis con mayor índice de violencia en México urgieron a narcotraficantes a detener las ejecuciones y arrepentirse de sus pecados para ser perdonados.

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Con motivo del Triduo Pascual, los titulares de las diócesis de Nuevo Laredo, Tijuana y Acapulco demandaron al crimen organizado un «alto al fuego» total. En la primera ciudad fronteriza van más de 80 víctimas en este año, producto del «ajuste de cuentas» entre bandas de narcotraficantes, mientras en Tijuana se ha recrudecido el secuestro y en Acapulco los ataques con granadas de fragmentación a casas de funcionarios y en otras acciones del crimen organizado.

El obispo de Nuevo Laredo, monseñor Ricardo Watty Urquidi, los invitó a salir de ese círculo vicioso, «para que vivan en paz y con libertad».

En entrevista con «El Universal», tras participar en la representación del Vía Crucis, el obispo de Nuevo Laredo, una de las ciudades más violentas de México, llamó a los delincuentes «y a todos, a que haya una conversión profunda en quienes son presa de la violencia, y que están impulsados a matar, a asesinar y a impedir el desarrollo natural de la vida».

Por ser actos que dañan a la sociedad, monseñor Watty Urquidi llamó a la reflexión, a la conversión y al arrepentimiento.

«La Iglesia es la primera que llama a la conversión y que accede y entrega el perdón para todos», dijo a los narcotraficantes.

«Acérquense a nosotros, a los sacerdotes, a la Iglesia, para que también puedan encontrar la paz en su corazón», reiteró el obispo de Nuevo Laredo, frontera con Laredo, Texas, en donde ha habido múltiples homicidios la última semana.

Por su parte monseñor Felipe Aguirre Franco, arzobispo de Acapulco, exigió también a la delincuencia organizada un cese total al fuego y a la violencia que se ha desatado en Acapulco y otros municipios de Guerrero desde 2005. El llamado «triángulo dorado», que comprende Acapulco, Ixtapa y Taxco, ha visto un aumento de acciones violentas en las que las armas cada día son más sofisticadas.

«Un cese al fuego definitivo a todo lo que sea la maldad, a todo lo que vaya en contra de la vida, porque tenemos derecho a vivir en tranquilidad y paz», afirmó monseñor Aguirre Franco.

Instó a la delincuencia a arrepentirse de sus pecados para obtener el perdón y recuperar la fe.

Confió en que los recientes ataques con granadas registrados en Acapulco y Petatlán, que dejaron al menos cuatro muertos y decenas de heridos, «sean los últimos actos de violencia de los malvados».

Finalmente, monseñor Rafael Romo, obispo de Tijuana, dijo que el grito de todos es poder vivir en paz, anhelamos que cese la violencia, y pidió a las autoridades que cumplan con su deber primario, el de cuidar la tranquilidad y la paz de los ciudadanos.

En las últimas semanas, Tijuana, ciudad fronteriza con San Diego, ha visto recrudecerse la ola de secuestros, sobre todo contra empresarios estadounidenses de origen oriental.

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ZENIT Staff

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